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Shakespeare, la amnistía y la enfermedad de una elección
Es un relato, con abundantes falsedades incluso de hechos muy recientes que, sin embargo, Sánchez y los suyos asumen con naturalidad
Shakespeare (1564-1616) le hace decir a Enrique IV (1367-1413) que «la nación está enferma de su propia elección». Conspiraba y luchaba contra su primo hermano, el rey Ricardo II (1367-1400), al que obligó a abdicar y, aunque los historiadores no se ponen de acuerdo, habría dejado morir de hambre preso en la Torre de Londres. La historia, a menudo, mezcla ficción y realidad y no siempre coinciden. La famosa «oración fúnebre por la muerte de Julio César (100AC-40AC), pronunciada por Marco Antonio (83AC-30AC), es la que recreó el autor de Hamlet en su «Julio César» y no la que de verdad dijo el romano, recogida de forma parcial por Plutarco (46-120) que tampoco fue testigo directo. Todo ocurrió hace más de dos mil años y ni tan siquiera los mayores expertos como Mary Beard, de promoción por España de sus libros sobre Roma, pueden certificar ciertos hechos. El pacto Sánchez-Puigdemont, una compra de votos, como dice Juan Luis Cebrián, para una investidura «legítima, pero basada en un error», según Tomás de la Quadra, ex-ministro de Felipe González, incluye un relato, que se remonta a los Decretos de Nueva Planta del siglo XVIII y mezcla, de forma deliberada, ficción y realidad. Es un relato, con abundantes falsedades incluso de hechos muy recientes que, sin embargo, Sánchez y los suyos asumen con naturalidad. Es otra demostración de cuán fácil es manipular la historia, no la de hace dos mil años, sino una de la que hay innumerables testigos presenciales. Más inmediatos aún son los resultados de las elecciones del 23-J que, con Sánchez por fin en capilla para su investidura, unos y otros interpretan o manipulan a su albur. Los barones del PP piden respeto a un resultado electoral que dio vencedor a Núñez Feijóo, pero sin mayoría parlamentaria. Los socialistas presumen de que 12,6 millones de votantes respaldaron a Sánchez, frente a 11,2 al PP y a Vox. El que 12,6 millones de votos sustenten los 179 escaños que harán presidente a Sánchez no significa que todos ellos apoyaran o apoyen al líder del PSOE. Distinto sería si todos hubieran votado al inquilino de la Moncloa, pero también lo hicieron a Sumar y su tinglado, al PNV, Junts, ERC, Bildu, BNG y CC. Tampoco hubo 11,2 millones de sufragios para el PP, porque VOX se llevó varios millones. Todos esos votos y su reparto son el origen del enredo actual, de una Ley de Amnistía, ya en trámite, que sería inconstitucional si no fuera el pago de la investidura de Sánchez en una «nación» que quizá esté «enferma de su elección», –legítima, por supuesto–, en palabras de Shakespeare.
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