El ambigú

Siempre en contra del terrorismo

Desde la declaración Balfour hasta la hoja de ruta por la paz del Cuarteto de Madrid han pasado muchas cosas y siguen pasando, y lo que se requiere es sosiego, prudencia y reflexión, y no peligrosos, erróneos y precipitados posicionamientos

Hace una semana los terroristas de Hamas perpetraron en Israel uno de los episodios criminales más cruentos vividos en la zona, actos terroristas que hubieran merecido una condena y repulsa unánimes, pero a veces algunos van en contra del sentido común y también del sentido que la decencia aconseja. Los actos terroristas, sea cual sea el contexto político o religioso en el que se produzcan, y sea cual sea la opinión que sobre estos se tenga, merecen un reproche y condena sin paliativos, amén de una necesaria solidaridad con las víctimas. Contextualizar esta barbarie en la situación que actualmente se vive en la Franja de Gaza ni por asomo permite justificar, ni tan siquiera explicar esta inhumana y desatada violencia que ha costado la vida a centenares de inocentes civiles y también militares que se encontraban desarrollando su vida con total normalidad. Contextualizar estos terribles atentados en un presunto incumplimiento de resoluciones de la ONU sobre el conflicto israelí-palestino es cuando menos osado e injusto, y como mínimo exige la lectura de tales resoluciones y el estudio de su naturaleza, amén de un mínimo acercamiento histórico a lo que ha ocurrido en Israel y Palestina en los últimos cien años. Son muchas las resoluciones de Naciones Unidas que afectan al conflicto árabe-israelí, emitidas tanto por el Consejo de Seguridad como por la Asamblea General, y recordemos que las adoptadas por la Asamblea General no son vinculantes y las adoptadas por el Consejo de Seguridad tampoco al haberse dictado en virtud del Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas. Lo mínimo exigible a quien se acerca públicamente a este conflicto es desplegar toda actuación en ayudar a superar el mismo y no a echar más leña al fuego como algunos han hecho. Justificar estos atentados terroristas, aprobarlos y contextualizarlos en un pretendido derecho, llegando en algunos casos hasta la exaltación es una indignidad moral. Nuestro Código Penal no solo hace un elenco de conductas desaprobadas como por ejemplo el enaltecimiento y justificación públicos de los actos terroristas y de quienes los han perpetrado, además establece mínimos éticos en la defensa de valores y bienes jurídicos protegidos y este mínimo ético proscribe loas y defensas de esta barbarie; y no olvidemos que hay víctimas españolas que obligan a la persecución de los delitos cometidos. Pero al margen del reproche penal, el reproche moral debe ser máximo y debe ser intenso frente a aquellos que sostienen semejantes actitudes. En un contexto de conflicto político la libertad de expresión es máxima, en un contexto de comisión de delitos de terrorismo está limitada, y su ejercicio justificando actos de esta naturaleza debe estar proscrito también moralmente. Estos actos terroristas han desencadenado un conflicto bélico de consecuencias desconocidas y las víctimas, todas, merecen nuestra consideración y solidaridad, pero también resulta esencial y obligado no lisonjear ni loar a aquellos que han perpetrado los actos terroristas, y mucho menos justificarlos, nada puede explicar algo así. En segundo lugar, se hace necesario un estudio más detenido y ponderado de lo que lleva aconteciendo en Israel en los últimos cien años, y, en tercer lugar, intentar que todos los esfuerzos vayan dirigidos a la superación del conflicto y no a crear todavía más problemas. Lecturas precipitadas de las resoluciones de la ONU no ayudan, además algunas de las mismas se encuadran en un gran desconocimiento de su contenido y sobre todo de la realidad que acontece. Desde la declaración Balfour hasta la hoja de ruta por la paz del Cuarteto de Madrid han pasado muchas cosas y siguen pasando, y lo que se requiere es sosiego, prudencia y reflexión, y no peligrosos, erróneos y precipitados posicionamientos.