El trípode

«Todo reino dividido contra sí mismo es desolado»

En la actualidad se vive un clima político irrespirable con un Partido Socialista más próximo al de Largo Caballero que al de Julián Besterio, Felipe González y Alfonso Guerra.

La irrupción en la política del movimiento 15-M de los autodenominados «indignados», que se transformó en la formación política Podemos, produjo un radical cambio del espectro político nacional formado hasta entonces por un «bipartidismo imperfecto» vigente desde las elecciones constituyentes del 15 de junio de 1977. En la actualidad se vive un clima político irrespirable con un Partido Socialista más próximo al de Largo Caballero que al de Julián Besterio, Felipe González y Alfonso Guerra, fuertemente radicalizado y entregado en manos de quienes le auparon al Gobierno y allí le mantienen. Así, desde la llegada de Sánchez a La Moncloa por medio de la moción de censura de junio de 2018 de la mano de separatistas, comunistas, Bildu y el PNV –lo que su propio partido, el PSOE, trató de evitar cesándole previamente de la Secretaría General por el dramático Comité federal de 1 de octubre de 2016– hemos llegado a la situación de un auténtico «todos contra todos», entre dos bandos políticos e ideológicos irreconciliables, y asimismo ambos en guerra civil en su seno.

Con razón el profesor Tamames desde la veteranía y madurez de su dilatada experiencia en la vida pública, lo advirtió con preocupación y acierto en la reciente censura. Sánchez está provocando una gran brecha en la sociedad, antes inexistente, enfrentando entre sí a todos los segmentos y grupos sociales: ultraderecha, derecha e izquierda, «fascistas» y «progresistas», pasado y presente, hombres y mujeres, ricos y pobres, empresarios y trabajadores, etc. Es un programa político inspirado en una estrategia perversa desarrollada por el marxismo cultural en su versión más populista y radical, elaborada para mantener el poder al precio de un daño incalculable al bien común y a la paz social, y que quiere conseguir el «divide et impera», «divide y vencerás» atribuido a Julio César. Sus impulsores no deberían olvidar que el fin no justifica los medios, y mucho menos cuando estos, como ahora, atentan contra esos principios básicos que deben informar la política de todo gobernante.

Sin duda el sanchismo conoce al florentino Nicolás de Maquiavelo y hace más caso a sus escritos que a las Sagradas Escrituras. Convendría que leyera bien a su maquiavélico inspirador, que previene de los males y conspiraciones que acechan al «príncipe»: «No es victoria verdadera la que se obtiene con armas ajenas… que acaban oprimiéndole». Y continúa: «El príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro ni tranquilo, porque están desunidos, son ambiciosos y son desleales». También debería leer la máxima: «Todo reino dividido contra sí mismo es desolado». Esta última es palabra del Señor.