Antonio Cañizares
Apuntes de la Conferencia Episcopal-IV
A partir de la XVI Asamblea de la CEE (6-11, marzo, 1972) asistimos a una etapa de marcado acento pastoral y de renovación, de ella son documentos tan relevantes como el ya citado de «La Iglesia y la comunidad política», o el importantísimo que versa sobre el «apostolado seglar», o el referido a la paz, motivado sobre todo por el tema de la objeción de conciencia al servicio militar, o la declaración ante el Año Santo de la reconciliación. Pero sin duda la Asamblea que cabe destacar es la XVIII que versó sobre la Evangelización, en la que se marca una impronta que ira abriéndose paso en el devenir de la marcha de la CEE y de la Iglesia en España: nunca se emitió un documento tipo Instrucción tras esta Asamblea, pero sus ponencias y sus orientaciones o directrices marcaron un viraje notable en la Conferencia Episcopal que en adelante se preocupó sobre todo de la evangelización y la educación de la fe, secundando las directrices del DGC y adelantándose de alguna manera al Sínodo de los Obispos del año siguiente, 1974, cuyo fruto es la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, del papa Pablo VI.
Entre tanto las Comisiones episcopales llevaban a cabo sus trabajos. Cada una de ellas trataba de orientar, alentar y consolidar aquello que le era propio y así contribuyeron de manera notable a una revitalización de la Iglesia en España. Quiero subrayar el gran papel y aun protagonismo que tuvo la Comisión Episcopal de Enseñanza y catequesis. Me permito recordar la gran intuición que tuvo esta Comisión cuando, en respuesta a la «Alternativa para la enseñanza del Colegio de Licenciados y Doctores de Madrid», muy siguiendo a D. Luis Gómez LIorente, ofrecían lo que, en ciernes iba a ser la gran revolución cultural de la década de los 80, publicó sus «Orientaciones pastorales sobre la enseñanza religiosa», documento de una actualidad total que habría que releer y sacar todas sus consecuencias en la etapa presente y próxima de nuestra Nación.
Sucedió en noviembre de 1975 la muerte del jefe del Estado, general Franco, todos guardamos en nuestro recuerdo lo que acaeció en aquellos momentos y cómo se vio afectada la CEE, sobre todo en su cabeza visible, el Cardenal Tarancón. Después la restauración de la Monarquía en España, con la posición tan relevante, y auténtica de la misma CEE, en su aceptación leal y sincera y en su invitación a secundar la obra que iba a entrañar la Corona. Un acontecimiento de primera magnitud fue la designación como Presidente del Gobierno de D. Adolfo Suárez y los pasos decisivos que él dio en la apertura y consolidación de la democracia. Posteriormente la larga etapa del PSOE en el Gobierno, con los mandatos del partido Popular más cercanos a nosotros, hoy; y el momento crucial por el que atravesamos.
Aconteció en este periodo la sucesión en la sede de Pedro en la persona del Arzobispo de Cracovia, un Papa venido del Este, de un país lejano, que desde el primer momento de su elección dijo al mundo entero: «No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo». Su primer viaje a España constituyó una verdadera visita pastoral del Pastor Supremo de la Iglesia, recién elegido en las urnas el PSOE para regir los destinos del pueblo español. Esto marca un hito en la Conferencia Episcopal Española que muy pronto, casi de inmediato, elabora y publica su Primer Plan de Pastoral de la Conferencia con aquel documento que, en el mismo título, indica por dónde se iban a dirigir sus pasos en el futuro. A este documento siguió otro importantísimo, también para hoy, «Testigos del Dios vivo», apoyado por otro posterior que señala lo que significaba la nueva situación, «Católicos en la vida pública», que todavía no hemos aplicado enteramente y cuya carencia echamos en falta en los momentos que vivimos: necesitamos católicos en la vida pública.
Ya entonces había cambiado la Presidencia de la Conferencia Episcopal, D. Gabino, D. Angel Suquia, D. Elías Yanes; y se ocupaba D. Fernando Sebastián de la Secretaría General, a cuyo libro «Memorias para la esperanza» me remito.
No puedo pasar sin mencionar al menos otra dos grandes instrucciones que señalan muy a las claras por dónde dirigía sus pasos la CEE: «Dejaos reconciliar con Dios» y «La Verdad os hará libres». El primero, en continuidad con la Exhortación Apostólica «Reconciliatio et Poenitentia» subraya el camino a seguir, abierto en «testigos de Dios vivo», secundando la obra y la iniciativa de Dios que es misericordia, anticipándose un tanto a los textos y mensaje permanente de Francisco, –estamos en el Año de la Misericordia–. El segundo, el texto episcopal más difundido en toda su historia, sin duda con mayor repercusión mediática, «La verdad os hará libres», verdadero anticipo de «Veritatis Splendor», de San Juan Pablo II.
Recuerdo, además, para avivar la memoria los diferentes planes pastorales, hasta hoy, que han iluminado incluso las orientaciones pastorales en las diversas diócesis españolas. En ellos se señalan orientaciones por donde caminar en el servicio de la fe del pueblo español, necesitado de cristianos de verdad, gozosos de serlo, recobrando el vigor de una fe vivida, y por eso aquella otra instrucción, valiosísima, todavía no estrenada en su contenido más autentico «Orientaciones pastorales para la iniciación cristiana», llamadas a ser un reto y un faro en los tiempos que corremos.
Nos hallamos ya en la última etapa de la CEE con las presidencias del Cardenal Antonio María Rouco y D. Ricardo Blázquez, que ustedes conocen de sobra, y en la que en continuidad con lo recibido yen fidelidad al Santo Padre y en comunión con él, la CE sigue siendo, instrumento de comunión, motor y aliento de la Iglesia en España, sin disminuir para nada la autonomía de las distintas Iglesias locales.
Antonio Cañizares Llovera
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