El trípode
«Trumpismo, bolsonarismo, Correos, CIS, y pucherazo»
La empresa pública de Correos se ha visto desbordada en sus previsiones debiendo contratar a miles de personas para dar respuesta adecuada a la misma
La decisión de Sánchez de convocar elecciones en pleno mes de julio con millones de españoles ausentes de su domicilio habitual por vacaciones ha provocado una demanda de voto por correo sin precedentes en nuestra ya muy larga experiencia de jornadas electorales. La empresa pública de Correos se ha visto desbordada en sus previsiones debiendo contratar a miles de personas para dar respuesta adecuada a la misma, generando una alarma nunca antes producida en España ante los lógicos problemas para la gestión de esa situación. Para alimentar la preocupación, el CIS está siendo manipulado al servicio de los intereses del PSOE de una manera nunca antes conocida, ofreciendo sondeos reiterados para intentar ir creando una opinión publicada que promueva una opinión pública que se exprese en el voto ciudadano del 23J. Otra hipótesis que ya circula en las redes es que se perseguiría de esta manera que esa manipulada opinión pública asintiera pasivamente a un eventual pucherazo electoral. Recuerdan esos «conspiranoicos» que en su primera comparecencia ante sus diputados y senadores en el Congreso tras el batacazo electoral del 28 M, un Sánchez con el reflejo de esa derrota en su compungido rostro afirmó que se le acusaría personalmente a él de «pucherazo» por el trumpismo y bolsonarismo propio de la oposición de «extrema derecha y derecha extrema», poniéndose «la venda ya antes de la herida». Hasta entonces, en todo momento Sánchez descartó la hipótesis de un adelanto de las elecciones generales previstas para diciembre, con la presidencia semestral de España en la UE como argumento subyacente que se esgrimió para apuntalar ese compromiso. Hasta que las urnas hablaron el 28M por la noche y rotundamente señalaron al PSOE la puerta de salida de gran número de corporaciones locales y gobiernos autonómicos, lo que motivó un drástico «cambio de opinión» en él; y el interés general de España y los españoles quedó subordinado otra vez al suyo personal. No es difícil imaginar cuál sería su situación política personal actualmente de no haber «cambiado de opinión» al respecto. El PSOE sería una olla a presión, ante la magnitud de la derrota, y las miradas procedentes de su interior y del exterior convergerían en él al haber asumido en «su persona» –para desdicha de sus barones y alcaldes– el protagonismo indiscutible de la campaña. No se habría repetido un Comité Federal como el del 1º de octubre de 2016, porque para impedirlo ya cambió los estatutos de su partido, pero la fuerza de la realidad se habría impuesto. Veremos lo que sucede dentro de ocho días por la noche.
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