
A pesar del...
Warren vs. Grice
Ha mentido tanto y tan sistemáticamente que parece haber leído el relato The open window, donde Saki aconseja: si merece la pena mentir, merece la pena mentir bien
Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, también tendría teóricamente todos los motivos para seguir los consejos de Herbert Paul Grice (1913-1988), el filósofo británico del lenguaje y la comunicación. En la práctica, sin embargo, es imposible que lo haga.
En efecto, Grice se basa en un principio que llama de cooperación, que gira en torno a la necesidad de que los interlocutores de una conversación comprendan lo que cada uno dice. Para lograr coherencia en la comunicación, Grice plantea sus cuatro célebres máximas conversacionales: 1) cantidad: aportar la información necesaria, ni más ni menos; 2) calidad: no afirmar falsedades ni nociones carentes de pruebas; 3) relación: que lo dicho tenga relevancia; y 4) modo: hablar clara, breve y ordenadamente.
Se dirá que estas máximas tienen que ver con la buena interlocución en la sociedad civil y la economía, pero que en política no se cumplen. Es cierto, y resulta iluminador para los consabidos antiliberales que sistemáticamente solapan estas dimensiones. Pero, en cualquier caso, lo que resulta obvio es que Warren incumple las máximas de Grice, cuando no las viola groseramente. Veamos.
Warren Sánchez no aporta casi nunca la información imprescindible para que podamos entender a qué se refiere, aunque sí mantiene un sesgo bastante regular, en el sentido de retacearla. Aparte de la primera, también quebranta la tercera máxima, porque sólo aporta información relevante para él. Y asimismo la cuarta, porque sus peroratas no son claras, ni breves. Y si guardan un cierto orden, es porque todo está ordenado a continuar en el poder.
En cuanto a la segunda máxima, la de no mentir, Warren es un ejemplo de lo contrario, pero también de coherencia, porque percibió la contradicción fundamental. Por un lado, la única forma de llegar a la Moncloa era asociándose con los mayores enemigos de España y de la libertad. Por otro lado, si decía la verdad sobre esa estrategia, perdía votos entre los suyos, y su objetivo político peligraba. Conclusión: el logro del poder exigía mentir.
Esto dicho, hay que reconocer que se puso manos a la obra sin recato. Ha mentido tanto y tan sistemáticamente que parece haber leído el relato The open window, donde Saki aconseja: si merece la pena mentir, merece la pena mentir bien –If a lie is worth telling, it is worth telling well.
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