Editorial

Yolanda Díaz tiene al enemigo en casa

En este clima guerracivilista nadie puede salir indemne ni siquiera bien parado, salvo que, como Iglesias, se estime que hay derrotas que se convierten en victorias

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, formaliza hoy, en un multitudinario acto en Madrid, su apuesta para liderar el espacio político a la izquierda del PSOE que conlleva, claro, su candidatura a las elecciones generales. El primer objetivo del proyecto que era reunir bajo unas siglas a todos los grupos de ámbito nacional y territorial con el propósito de maximizar su representación en las instituciones y por ende su influencia en la política del Estado no se alcanzará. A día de hoy, y está difícil recomponer los pedazos de una relación rota en lo partidario y puede que incluso en lo personal, Podemos, ya no Unidas Podemos, está fuera del plan y de la conjunción de intereses consiguiente. Los morados se han convertido en un serio obstáculo para que la iniciativa Sumar se consagre y avance en ese fin que no es otro que reeditar la coalición gubernamental con equilibrio de fuerzas y actores protagonistas diferentes. En estos días hemos asistido a un auténtico asedio de los líderes podemitas a la vicepresidenta con las condiciones para incorporarse a la plataforma con tintes de chantaje y coerción para armarse de razones como víctimas de los contubernios de Moncloa y armarse de razones ante la ruptura que persiguen desde el principio. Era de ingenuos, dada su trayectoria y su perfil, pensar que Pablo Iglesias, que es el mandamás de Podemos, consentiría sin más otro liderazgo autónomo y real que no decorativo, como el que ha dispuesto en el partido de los círculos, en la nueva organización. Más candorosa resultaría aún la posibilidad de que el exvicepresidente compartiera proyecto de igual a igual con enemigos tan declarados como Iñigo Errejón y ahora también Alberto Garzón. Los objetivos de la casta morada se guían por la fórmula habitual de cuanto peor, mejor, y juegan ya a recolocarse en el escenario posterior a las elecciones para la que cuentan con la derrota de la izquierda, con culpables declarados en Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Sabe, como lo conoce cualquiera, que la división del voto entre tres listas lastraría definitivamente las expectativas de triunfo. Yolanda Díaz y la izquierda conocen que su enemigo está en casa, que se ha encargado de minar la iniciativa en el instante en que comprendió que no podría tutelarla porque para eso ya estaba Moncloa. En ese clima guerracivilista nadie puede salir indemne ni siquiera bien parado, salvo que, como Iglesias, se estime que hay derrotas que se convierten en victorias. Para Yolanda Díaz, el reto será exigente y por días tumultuoso y bronco porque en Podemos son expertos en guerra sucia y en encenagarlo todo. La complicidad de Sánchez será paliativa, pero el panorama de una izquierda a palos en la campaña se traducirá en una sangría de votos. En cuanto al interés general, resulta asombroso y delirante que aquellos que comparten un consejo de ministros y se supone que un proyecto de coalición convivan en este clima de hostilidad diario. Los españoles saben que sus problemas no cuentan.