País Vasco
¿Por qué los balcones de la Plaza de la Constitución de Donostia llevan un número?
En las coloridas fachadas de la Parte Vieja donostiarra hay un detalle que desconcierta al visitante: balcones numerados como si se tratara de las gradas de un estadio
Caminar por la Plaza de la Constitución de San Sebastián es entrar en el corazón de la ciudad. Sus fachadas simétricas, sus tonos cálidos y el bullicio constante de bares y terrazas la convierten en uno de los rincones más fotografiados de la Parte Vieja. Pero hay algo que llama la atención de inmediato al alzar la vista: en muchos de los balcones, pintados sobre fondo blanco, aparecen números perfectamente ordenados. No es un capricho estético ni un juego visual. Su origen se encuentra en una etapa sorprendente de la historia de la ciudad.
La plaza, construida a finales del siglo XVIII y reconstruida tras el gran incendio de 1813, nació como el epicentro de la vida donostiarra. Aquí se celebraban proclamaciones reales, festividades populares y hasta bailes multitudinarios. Su diseño rectangular y el hecho de estar rodeada por edificios de viviendas con balcones la convirtieron también en un escenario ideal para los espectáculos públicos.
Y durante buena parte del siglo XIX, esos espectáculos no eran conciertos ni festivales gastronómicos: eran corridas de toros. La Plaza de la Constitución funcionaba como coso taurino improvisado, cerrando sus accesos y convirtiendo el espacio central en albero. Algo curioso, ya que la forma de esta plaza es cuadrada siendo una de las pocas en España con estas características.
¿Por qué los balcones de la Plaza de la Constitución están numerados?
En este contexto nace la numeración de los balcones. Cada ventana se alquilaba como si fuera un palco desde el que contemplar la corrida. El número servía para identificar la ubicación exacta, del mismo modo que hoy lo hacen las localidades de un estadio de fútbol o de un teatro. Quien compraba la entrada tenía asegurado el derecho a ocupar ese balcón, aunque el piso estuviera habitado por vecinos.
El sistema era tan práctico como peculiar: los dueños de los balcones estaban obligados a cederlos durante los festejos si estos habían sido alquilados. La vida cotidiana se mezclaba con la fiesta taurina, y la plaza se transformaba en un gran graderío urbano.
Con el paso de los años, las corridas se trasladaron a plazas construidas específicamente para ello, como la de Aiete primero o la de Illumbe en tiempos más recientes. Sin embargo, los números permanecieron en las fachadas de la Plaza de la Constitución. Hoy ya no sirven para organizar corridas ni para asignar asientos, pero se han convertido en una curiosidad histórica que sorprende tanto a locales como a turistas.
Actualmente, la Plaza de la Constitución ya no huele a toro ni a arena. Es el escenario de las fiestas de San Sebastián, el lugar donde cada 20 de enero arranca la tamborrada, y el punto de encuentro de mercadillos, conciertos y actos culturales. Los balcones, que en el pasado eran palcos taurinos, ahora se llenan de banderas en días festivos y de flores durante el resto del año.
Pero los números siguen ahí, recordando lo que fue tradición en su día en una plaza histórica para Donostia. Lo que parece un simple detalle decorativo en realidad es un testimonio del ingenio con el que los donostiarras adaptaron su espacio urbano para convertirlo en lugar de encuentro y espectáculo, un lugar que es una mezcla de tradición y modernidad y donde hasta los números pintados en un balcón cuentan una historia.