Iglesia Católica
El ataque a la iglesia católica es una agresión a toda Europa
La espiral de violencia salvaje desatada por el Estado Islámico en Europa se cobró ayer una víctima de especial relevancia desde el punto de vista simbólico: el asesinato, en una Iglesia de la población francesa de Saint-Etienne-du-Rouvray, del sacerdote Jacques Hamel, de 84 años. Es la primera vez que el ISIS, o cualquiera de los terroristas que cometen sus atrocidades bajo el sello de esta marca global del yihadismo, acaba con la vida de un clérigo católico. El método empleado para su muerte no arroja duda sobre la intención: tras ser obligado a arrodillarse, fue degollado. La intención de la acción, además, era realizar una toma de rehenes, detalle por el que debemos inscribir el ataque dentro de la ofensiva generalizada contra las democracias europeas que, la semana pasada, tomó como centro Alemania. Sin embargo, en los sucesos acaecidos en esta ciudad de Normandía hay un dato preocupante que supone un salto cualitativo en los atentados del ISIS: elegir como objetivo directo a la Iglesia católica. El yihadismo ha justificado sus asesinatos como una guerra contra el «infiel» occidental, representación de la democracia liberal y la defensa de la libertad de creencias, pero nunca hasta ahora ha sido tan evidente la intención de convertir sus masacres en capítulos de su «guerra santa». De poco sirve recordarles a unos asesinos, capaces de decapitar tanto a niños como a un anciano de 84 años, que la religión musulmana es respetada en nuestra sociedad, que cuenta con el amparo de leyes con las que se preserva la libertad de culto y que el Estado de Derecho ha defendido sus lugares de culto frente a cualquier agresión. Pero sí lo debe saber la comunidad musulmana de Europa, cuyos miembros son también europeos –en contra de la perversa estrategia del ISIS–, que nuestro sistema de libertades políticas, que es también el de ellos, debe defenderse con la acción y la palabra. En estos momentos se echa en falta una voz autorizada del islam francés que denuncie el cruel asesinato del padre Jacques Hamel y que defienda la sociedad que le dio amparo y a la que pertenece como el lugar donde serán defendidos sus derechos, también el de practicar su religión. El Papa Francisco ha demostrado su empeño en mantener un diálogo interreligioso –que ya inició Benedicto XVI– entre todas las confesiones y, de manera especial, con el islam, cuyos signos de intolerancia son preocupantes en algunos lugares del mundo, en los que los cristianos son perseguidos. No podemos permitir que la violencia religiosa se abra camino en Europa, porque atacar a la Iglesia católica es atacar una religión de paz y tolerancia y uno de los pilares de la construcción de nuestra tradición cultural y política. En los planes del ISIS está convertir nuestras ciudades en fortificaciones en las que las libertades se vean mermadas y en las que la comunidad musulmana acabe segregada. El ataque a una iglesia y de manera directa a un sacerdote sólo busca radicalizar la situación y convertir el conflicto en puramente religioso, cuando en realidad se trata de los problemas del islam para adecuarse a una sociedad moderna y democrática. En el ataque en Saint-Etienne-du-Rouvray se han vuelto a evidenciar fallos de seguridad –ya que los terroristas estaban identificados–, pero si las puertas de las iglesias se cierran o se blindan, como muchas sinagogas en Europa, entraremos en una dinámica en la que nuestros valores se verán heridos en lo más hondo.
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