Europa

Londres

La pasión belga

Confidentes, cómplices y reyes, hoy se despiden de la mano, aunque durante una época sus asuntos del corazón tuvieron en vilo a Europa. Paola se convirtió en un símbolo de rebeldía que enamoró a artistas como Adamo, quien le dedicó una canción de la que aún hoy se duda de si escondía un romance.

Alberto y Paola de Bélgica ocuparon las portadas de las revistas del corazón
Alberto y Paola de Bélgica ocuparon las portadas de las revistas del corazónlarazon

«Érase una vez una princesa, érase una vez un trovador», cantaba hace ya algunos años Bruno Lomas sobre aquellos amores románticos que solamente suceden en las canciones y en las pelis de amor. Trovador sólo había uno, el cantante italo-belga Adamo, cuyas azucaradas canciones llegaron a convertirse en estándares inmarchitables que sonaban y sonaban en los guateques para incitar al amor cortés. De la princesa, apenas llegaron rumores que fueron amplificándose con el paso de los años a medida que se hablaban de los engaños del príncipe Alberto con numerosas mujeres, y de la tristeza de su esposa, la bellísima princesa Paola de Lieja.

El problema es que el príncipe encantador era encantador con todas las mujeres excepto con su hermosa esposa. Fueron los años 60 los que encumbraron a Paola con sus minifaldas y esa dolce vita que continuaba la vivida en Roma cuando ganó el concurso de mejor bailarina de chachachá. El swinging London de Mary Quant fue el lugar donde Paola, «la princesa rebelde»,trató de olvidar su desamor viviendo una vida dislocada para una princesa cuyos cuñados eran el ultracatólico rey Balduino y su piadosa esposa Fabiola. Tanto escandalizó su osadía vestimentaria y falta de protocolo que los belgas la llamaron «la italiana», pues montaba en Vespa y bailaba el «twist» descalza en los clubs Londres, como lo hacía Sandie Shaw...

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