Religion

Juan Pablo II, cien años y eternamente joven

El Papa nacido en Polonia habría sido hoy centenario, una efeméride que se celebra en Roma y se recuerda en el orbe cristiano. El recuerdo siempre presente de un pontífice generoso y entregado que fue el creador e impulsor de las Jornadas Mundiales de la Juventud

El Papa, en una imagen de 1979 durante una ceremonia en Varsovia
El Papa, en una imagen de 1979 durante una ceremonia en VarsoviaMaciej KlosAgencia EFE

Los restos mortales de Juan Pablo II descansan en una pequeña capilla en la basílica de San Pedro. El templo lleva cerrado desde hace dos meses, pero la casualidad ha querido que mañana sea el día de su reapertura. Justo cuando se cumplen cien años del nacimiento de Karol Wojtyla, un arzobispo polaco que se convirtió en Papa en 1978 y desde ahí se alzaría a la selecta lista de las figuras esenciales de la segunda mitad del siglo XX. Los hombres de la Iglesia quisieron elevarlo todavía más con su canonización en tiempo récord, en 2014. Los funcionarios vaticanos han estado desinfectando estos días la basílica de San Pedro, con especial atención a la tumba del Papa polaco, porque este lunes Francisco, su sucesor, tiene allí una cita.

La primera misa de la desescalada vaticana se celebrará justo frente a los restos mortales de Juan Pablo II. Muy temprano, a las 7 de la mañana, Bergoglio habrá cambiado la capilla de Santa Marta, la residencia en la que vive, para celebrar la homilía al lado de la tumba de su antecesor. Ayer Francisco, al término del rezo del Regina Coeli, recordó de nuevo la figura de Wojtyla y pidió que «desde el cielo siga intercediendo por el Pueblo de Dios y por la paz en el mundo». El pontífice también mostró su alegría por la vuelta de la celebración de las misas en Italia, aunque pidió máxima prudencia «en el cumplimiento de las normas y las prescripciones establecidas».

Carta de homenaje

En los últimos días se han multiplicado los homenajes a Juan Pablo II. También Benedicto XVI redactó recientemente una carta para celebrar al pontífice a quien relevó en la silla de San Pedro. «Toda la vida del Papa estaba centrada en este propósito de aceptar subjetivamente como suyo el centro objetivo de la fe cristiana, la enseñanza de la salvación, y de permitir a otros aceptarlo», escribió Ratzinger. Mientras, ayer «L’Osservatore Romano», el periódico oficial de la Santa Sede, salió con una edición especial monográfica sobre el centenario de Juan Pablo II.

Karol Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en la localidad de Wadowice, en Polonia. Con 23 años ingresó en el seminario y fue ordenado sacerdote tres años después. Su juventud estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial y la posterior adhesión de su país al régimen soviético. Las relaciones entre Polonia, reserva espiritual del catolicismo, y Moscú nunca fueron buenas. Stalin mandó a Siberia a distintos miembros del clero local y esto quedó marcado para siempre en el joven Wojtyla. El sacerdote fue escalando en el arzobispado de Cracovia y en 1978, después de la muerte de Juan Pablo I –que tuvo un pontificado que duró solamente 33 días– fue nombrado Papa.

Wojtyla era muy joven para convertirse en Pontífice, tenía solamente 58 años. Así su pontificado fue el tercero más largo de la Iglesia católica, con 27 años, hasta que en 2005 se puso fin a una larga agonía. El Papa polaco se convirtió desde San Pedro en un azote del comunismo en tiempos de la Guerra Fría y jugó un papel fundamental en el desmantelamiento del régimen soviético en su país. Fue un referente al que mirar durante el desmoronamiento del comunismo y el nuevo mundo que se abría tras la caída del Muro de Berlín. Juan Pablo II era el mundo cristiano contra el modelo comunista. La encarnación de un mundo que se dividió en dos durante décadas. El contexto era tan convulso que a punto estuvo de perder la vida en 1981 en un atentado en la plaza de San Pedro. El turco Ali Agca disparó contra él en medio de la multitud y el Papa estuvo horas en una clínica debatiéndose entre la vida y la muerte. Sólo dos años después, el Pontífice visitó al terrorista en la cárcel romana de Rebibbia, donde se encontraba, para ofrecerle su perdón.

Quizá porque el mundo se empezaba a mover demasiado rápido o porque también al Vaticano le tocaba moverse, Juan Pablo II fue uno de los Papas más viajeros, de hecho se le llegó a apodar así. Visitó 129 países y su imagen besando el suelo de cada aeropuerto quedó en el imaginario colectivo de una generación. Su carisma conquistó al pueblo de una Iglesia que había quedado en shock tras la muerte de Juan Pablo I, aunque durante su largo pontificado no faltaron las polémicas Los ochenta fueron los años de los grandes desmanes financieros, con la quiebra del Banco Ambrosiano. Y también con Juan Pablo II en la plaza de San Pedro afloraron los casos de abusos sexuales en la Iglesia, como el de Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo.

Un pontificado abierto

El postulador de la causa de canonización del pontífice, el sacerdote polaco Slawomir Oder, declaró hace unos días en un encuentro telemático con corresponsales que «no se encontró nada que pudiera obstaculizar la causa de Juan Pablo II» y que el Papa polaco «nunca encubrió a curas pederastas». Oder definió el pontificado del Papa polaco como «abierto y comunicativo, sin miedo a entrar en contacto con la gente». «Vemos a un pastor que, como dice Francisco, huele a oveja y quiere estar con la gente. Lo vemos en grandes encuentros y liturgias, pero también en estado de vida personal», añadió.

De algún modo, Juan Pablo II fue un precursor del estilo Francisco. Y así se lo reconocieron los fieles durante la larga enfermedad que padeció y los días previos a su muerte, convertidos en una especie de calvario y que él supo sobrellevar en la soledad de quien es vicario de Cristo en la tierra. Slawomir Oder ha asumido también ahora el proceso de la causa para la beatificación de los padres de Wojtyla. Para eso todavía habrá que esperar, pero el rebaño que pidió que Juan Pablo II fuera «santo súbito» y peregrinó a su tumba durante años celebra ahora también el centenario. En la distancia. Desde cerca, en estos momentos, sólo lo puede hacer el Papa.