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Ciudad del Vaticano

«Dios no nos ha creado para que estemos solos»

El Santo Padre clausura hoy el Año de la Fe que abrió Benedicto XVI

El Santo Padre, ayer, en un encuentro con enfermos en el aula Pablo VI
El Santo Padre, ayer, en un encuentro con enfermos en el aula Pablo VIlarazon

Entra en su recta final el Año de la Fe, la iniciativa promovida por Benedicto XVI primero y continuada por Francisco después para provocar un despertar en la comunidad cristiana. En la víspera de la Eucaristía con la que concluye esta serie de celebraciones en las que se han implicado cientos de miles de fieles en todo el orbe católico, el Papa presidió ayer en la basílica de San Pedro el rito de admisión a 500 catecúmenos (jóvenes y adultos que desean ser bautizados», provenientes de 47 países distintos de los cinco continentes.

«Dios no nos ha creado para estar solos, cerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarnos con Él y para estar abiertos al encuentro del prójimo», dijo el Pontífice, criticando el individualismo exagerado que muchos escogen en nuestra sociedad. Frente a esta tendencia a vivir de espaldas a Dios y al resto de personas, hay que tener en cuenta que «Dios es el primero que viene a por nosotros». Para el Papa, esto es «maravilloso». No hay más que leer la Biblia, aseguró, pues en sus páginas se ve que es siempre Dios el que «toma la iniciativa para encontrar al hombre». «Es Él el que busca al hombre, y a menudo lo busca precisamente mientras el hombre tiene la experiencia amarga y trágica de traicionarlo y huir de él. Dios no espera para buscarlo, lo hace en seguida».

A los catecúmenos les recordó el Papa que tenían proveniencias, culturas y tradiciones diferentes, pero que ayer sentían que tenían «tantas cosas en común». «Sobre todo una: el deseo de Dios». A continuación subrayó la importancia de mantener vivo «el anhelo de encontrar al Señor, de sentir su amor y su misericordia». Cuando falta la «sed de Dios viviente», la fe comienza a hacerse cotidiana y «amenaza con apagarse, como un fuego que no se reaviva». En un gesto que simbolizaba la introducción de los 500 catecúmenos en la comunidad cristiana, Francisco recibió a un grupo de ellos con sus maestros de fe en el atrio de la basílica de San Pedro y los invitó luego a entrar en el templo.

Partiendo de las lecturas del Evangelio, en las que san Juan Bautista le indica a sus discípulos que era Jesús el Cordero de Dios, el obispo de Roma armó una homilía con tres puntos, como tanto le gusta hacer, en los que subrayaba los momentos que marcan la experiencia del catecumenado. El primero de ellos es la escucha. «En el tumulto de tantas voces que resuenan en torno a nosotros y dentro de nosotros, habéis escuchado la voz que os indicaba a Jesús como el único que puede dar sentido pleno a vuestra vida», les dijo. El segundo punto es el encuentro con Dios, que «nunca es apresurado». «Dios desea permanecer largo tiempo con nosotros para apoyarnos, consolarnos, para darnos su alegría». Según Francisco, no son sólo los hombres los que «anhelan y desean» a Dios, pues Él siente lo mismo por nosotros ya que le «pertenecemos» y somos «sus criaturas".

El último momento que marca el catecumenado es «caminar». «La fe es un camino con Jesús que dura toda la vida». Incidiendo en una idea que ya ha desarrollado en varias ocasiones anteriores, subrayó que hay que ir dando pasos para "entrar cada vez más en el misterio del amor de Dios, que nos permite vivir con serenidad y esperanza».