Semana Santa
El «cansancio bueno» del sacerdote: con olor a oveja y sin cara de vinagre
A primera hora de la mañana de ayer, el Papa Francisco presidió la tradicional Misa Crismal, en la que los sacerdotes renuevan sus promesas. Así, el Pontífice centró su homilía en estos ministros de la Iglesia y, sobre todo, en sus cansancios. «El cansancio de los sacerdotes... ¿Saben cuántas veces pienso en esto? Pienso mucho y ruego a menudo. Rezo por los que trabajan en medio del pueblo fiel de Dios que les fue confiado y en muchos lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio es como el incienso que sube silenciosamente al cielo. Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre», comenzó.
Tras insistir en la importancia del descanso, quiso repasar las numerosas tareas de los sacerdotes, que «no son fáciles, ni tareas exteriores como el manejo de cosas». «Son tareas en las que nuestro corazón es movido y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan; reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran un ser querido... Tantas emociones», añadió.
En este trabajo, según el Papa, el presbítero está expuesto a algunos cansancios, unos buenos y otros malos. El cansancio de la gente, que «es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría». «Es un cansancio sano, el cansancio del sacerdote con olor a oveja pero con la sonrisa del papá que contempla a sus hijos o nietos. No podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos», apuntó.
También se refirió al cansancio de los enemigos y el cansancio de uno mismo o «coquetear con la mundanidad espiritual» y que, para el Papa, «es el más peligroso» .
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