JMJ de Río
«En el mismo plano», por José Pedro Manglano
Hemos asistido al encuentro de dos hermanos, el Papa Francisco y el Papa emérito Benedicto. Declaraba el portavoz de la Santa Sede que había sido «un momento de profunda y elevada comunión». Profundidad y altura que sólo fue posible porque ambos se encontraban en un mismo plano: el de la humildad. Aún resuenan aquel «soy un servidor humilde de la viña del Señor» de Benedicto, y ese primer favor que pide Francisco al pueblo: «Vuestra oración por mí», seguido de una silenciosa inclinación. Ambos casos traducen al exterior una profunda convicción. «Éste es un modo de servir que hace humilde al que sirve –escribía Benedicto en su primera encíclica–. No adopta una posición de superioridad ante el otro. Cristo ocupó el último puesto en el mundo: la cruz. El poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia». Y así se ha portado: promete obediencia, adopta un segundo plano, cede el puesto de preferencia... Y Francisco se lo reconoce regalándole una imagen, la de Nuestra Señora de la Humildad.
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