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Roma

«Fue tocado por el Amor más grande y vivió de ese amor»

La Razón
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Fue una jaculatoria muy utilizada por Álvaro del Portillo la que sirvió para estructurar el mensaje enviado por el Papa Francisco con motivo de su beatificación: «¡Gracias, perdón, ayúdame más!». «En estas palabras se expresa la tensión de una existencia centrada en Dios, de alguien que ha sido tocado por el Amor más grande y vive totalmente de ese amor», explicó en la carta dirigida al prelado del Opus Dei, Javier Echevarría. Leído antes de que comenzara la ceremonia, el Santo Padre puso de manifiesto cómo el nuevo beato aprendió de san Josemaría Escrivá de Balaguer «a enamorarse cada día más de Cristo. Sí, enamorarse de Cristo. Éste es el camino de la santidad que ha de recorrer todo cristiano». Echando mano de uno de esos términos argentinos ya populares en su jerga papal, el Obispo de Roma recordó que «su amor siempre llega antes, nos toca y acaricia primero, nos primerea», un don que en la vida de Álvaro del Portillo se tradujo en «vivir una vida de humilde servicio a los demás. Especialmente destacado era su amor a la Iglesia, esposa de Cristo, a la que sirvió con un corazón despojado de interés mundano, lejos de la discordia, acogedor con todos y buscando siempre lo positivo en los demás, lo que une, lo que construye».

«Nunca una queja o crítica, ni siquiera en los momentos especialmente difíciles, sino que, como había aprendido de san Josemaría, respondía siempre con la oración, el perdón, al comprensión, la caridad sincera», aplaude el Santo Padre en un documento en el que subrayaba su apertura a la misericorda divina, como»un amor capaz de regenerar nuestra vida. Un amor que no humilla, ni hunde en el abismo de la culpa, sino que nos abraza, nos levanta de nuestra postración y nos hace caminar con más determinación y alegría». En este sentido, trajo al presente cómo el prelado del Opus Dei «dedicó muchas energías personales para animar a las personas que trataba a acercarse al sacramento de la confesión, sacramento de la alegría».

«En el corazón del nuevo beato latía el afán de llevar la Buena Nueva a todos los corazones», puso en valor el Papa en relación a los proyectos de evangelización que capitaneó «sin reparar en dificultades, movido por su amor a Dios a los hermanos». Esta premisa le llevó a invitar a los participantes en la beatificación a «salir de nuestros egoísmos y comodidades e ir al encuentro de nuestros hermanos. Allí nos espera el Señor. No podemos quedarnos con la fe para nosotros mismos, es un don que hemos recibido para donarlo y compartirlo con los demás». Entre las tareas que el Papa encomienda a los fieles de la Prelatura del Opus Dei a partir de esta beatificación, destaca «no tener miedo de ir a contracorriente y de sufrir por anunciar el Evangelio. Nos enseña además que en la sencillez y cotidianidad de nuestra vida podemos encontrar un camino seguro de santidad». Su mirada a Álvaro del Portillo le lleva al Santo Padre a asegurar que «quien está muy metido en Dios sabe estar muy cerca de los hombres».