Benedicto XVI
Habemus Papam
Pienso que todos somos concientes de estar, sin exageración, viviendo un momento histórico, no sólo para la Iglesia, sino para el conjunto de la humanidad. Basta ver el impacto mediático que causó la renuncia al papado por parte de Benedicto XVI para constatar que en este mundo global profundamente secularizado e incluso descristianizado, a la hora de la verdad, la Iglesia en general y la figura del Papa en particular generan una atracción y un interés que no es comparable al de ninguna otra institución ni al de ninguna otra persona. Ahora, con ocasión de la elección del nuevo sucesor de Pedro, el Papa Francisco I, lo estamos viviendo de nuevo. Qué duda cabe que las circunstancias excepcionales que han rodeado este cónclave habían suscitado un interés especial. La elección de los cardenales incrementa si cabe el interés de creyentes y no creyentes por la persona del nuevo Papa. Por primera vez en la historia de la Iglesia se elige un Papa no europeo. El hecho de que sea iberoamericano, argentino, de lengua propia española, pone de manifiesto que los cardenales han decidido que la Iglesia sea presidida en la Tierra por un Papa procedente de donde viven la mayoría de católicos. En donde el récord de la nueva evangelización es muy intenso. Más del 40 por ciento de los católicos del mundo hablan y rezan en español, mas del 40 por ciento de los católicos del mundo procede de aquel continente: allí ha ido el cónclave a buscar al nuevo Papa que, por si fuera poco, inaugura un nuevo sobrenombre, pues será el primero en llamarse Francisco. Todo parece ser nuevo y, sin embargo, no lo es. Aunque parezca paradójico, al igual que el Evangelio y la Iglesia son siempre los mismos y, al mismo tiempo, siempre nuevos. Habemus Papam, su Santidad Francisco I.
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