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La raíz católica de las Pampas

La Razón
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La «fumata bianca» coincidió con los tres husos horarios del gran país austral y los argentinos pudieron emocionarse echándose a las calles. En la capital federal se concentraron en la catedral neoclásica que se parece a la Bolsa y que cuenta con un ábside en tierra no sagrada donde yace el Libertador, el general San Martín, cerca pero apartado dada su condición masónica. Entre españoles e italianos, el catolicismo ha enraizado en Argentina hasta el fondo de las Pampas. Probablemente es el único país del mundo en que tras una manifestación sindical se rece el rosario y se invoque a la Virgen de Luján. Todos los días son interminables las colas de parados ante San Cayetano para implorar un empleo sin INEM al que apuntarse. El catolicismo llegó a tanto que era imprescindible profesarlo para acceder a la Presidencia de la República, hasta una reciente modificación laica de la Constitución. El ex presidente Carlos Saúl Ménem, sirio-libanés, envolvió en nebulosas su islamismo (no su esposa Zulema) haciéndose católico para acceder a la Casa Rosada. El aborto es un delito federal y el matrimonio homosexual un experimento porteño. Macri, empresario, playboy, dueño del Boca Juniors e intendente (alcalde-gobernador) de la Capital Federal, al tener Cámara y poder legislar en determinados asuntos, legalizó el matrimonio del mismo sexo, pero a los gais se les sigue tildando de putos con cruel desdén. Hay que entender los matices de una sociedad en la que la embriaguez pública es delito.

Jorge Mario Bergoglio (un tano para los argentinos) pertenece a ese pueblo que desciende de los barcos, americano pero como exiliado de Europa, en el que el tango nació de la nostalgia y comenzó bailándose entre hombres. La humildad de Francisco se le impone (cedió el paso a Raztinger en el Cónclave anterior) pero quienes le han tratado coinciden en que su característica notoria es la austeridad. Ni como Arzobispo de Buenos Aires ni como Primado de aquella Iglesia usó los palacios que le estaban asignados, estableciéndose en pequeñas piezas de edificios religiosos, dándose el lujo de un infiernillo para hacerse sin servicio alguna colación o cebarse un mate cocido. Futbolero, es hincha («cuervo», como allí se les llama) y socio del San Lorenzo, un equivalente al Getafe de aquí. Prescindió de coche de respeto y chófer, desplazándose en colectivo (autobús) o subte (Metro) y eran habituales sus visitas a las villas miserias donde resisten los cartoneros que inundan de madrugada la Reina del Plata en un espectáculo deprimente. No siendo vaticanólogo, me atrevo a aventurar que el nombre que ha adoptado será por San Francisco, el poverello de Asís, ya que como jesuita le hubiera tentado el Francisco Javier, no siendo aceptable el español Francisco de Borja, también santo pero duque de Gandía. Demasiada aristocracia. Hasta sus dos nombres parecen excesivos para su biografía de Príncipe de la Iglesia pero a pie de calle (ya con un boato que le mortificará); sin embargo, en Argentina son obligatorios dos patronímicos porque sólo se usa el primer apellido. Los argentinos, especialmente en grandes ciudades como Córdoba, Rosario o el gran Buenos Aires (doce millones de personas) no han cicatrizado las heridas del Proceso de Reorganización Nacional implantando a sangre y fuego por tres Juntas Militares que secuestraron la nación.

Esta misma semana ha sido condenado a perpetua el ex teniente general Bignone, último triunviro por el Ejército de tierra y ex presidente de facto. Hebé de Bonafini y las madres de Mayo hace tiempo que derivaron en activistas políticas radicales que no dudan en ensalzar a los etarras y comprender cualquier proceso terrorista (las Abuelas son otra cosa), y ellas y una minúscula izquierda de café (el peronismo destruyó la izquierda argentina) culpa a la Iglesia de pasividad ante las atrocidades. También hay que poner en la balanza que un obispo fue asesinado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) en un fingido accidente de automóvil cuando portaba documentos comprometedores para los militares. Lo cansino es que el matrimonio Kirchner, como Zapatero, dio en resucitar la memoria histórica y escarbar las tumbas NN (Ningún Nombre) y pasados 40 años los deudos de las víctimas (que también asesinaban) exigen venganza aunque los verdugos de uniforme se estén muriendo de viejos. Durante los años de plomo, no sé si Francisco estaba siquiera en Argentina o estaría estudiando Química o Teología, siendo un peón de la Compañía de Jesús sin poder o influencia eclesial ante aquellos bárbaros. Lo que ha quedado es una protocolaria relación con los Kirchner porque en Argentina los presidentes no se pueden permitir el lujo de un trato desafecto con el Cardenal Primado y menos con un Papa autóctono. La Historia no olvida que el general Perón fue derribado cuando chocó frontalmente con la Iglesia. En sus primeras palabras, el Papa ha reconocido que los cardenales electores le han buscado en el fin del mundo. Cierto: más al sur de la provincia de Tierra de Fuego llegas a la Antártida. Así, el Papa en éstas sus primeras horas aparece como un hombre de características. Primer Pontífice americano, primer ignaciano, primero con una carrera civil en Ciencias Aplicadas y primer Francisco en la Historia de la Iglesia. Y también un dogmático, como su antecesor, en el sentido teologal de la palabra. Otro combatiente del relativismo rampante. De lo que tengo memoria, también es el primero que se ha inclinado sobre el pretil del balcón para rezar junto a la muchedumbre de la Plaza de San Pedro. Un padrenuestro; precisamente la única oración común a todos las confesiones cristianas.