Papa
El Papa pide cambiar de vida para no maltratar la Tierra
Una nueva alianza entre el hombre y la naturaleza. Es lo que pide el Papa Francisco en «Laudato Si’» (Alabado seas), un texto valiente y contundente que propone un cambio radical en la forma de concebir la protección del medio ambiente. En las 191 páginas de su versión en español, la encíclica publicada ayer denuncia el impacto del hombre en el cambio climático y lamenta que son los pobres quienes sufren las peores consecuencias del maltrato al que el ser humano somete a la Tierra.
Aunque el Vaticano siempre insiste en que las encíclicas no son textos políticos, son innegables las implicaciones en este campo de «Laudato Si’». El Pontífice denuncia que ni las empresas ni los políticos están a la altura de los grandes desafíos que afronta hoy el mundo. De hecho, lamenta que las decisiones que condicionan la vida de millones de personas se toman sólo según los criterios económicos. También dice que los políticos son responsables de su propio descrédito debido a los abundantes casos de corrupción que surgen en naciones de todo el planeta.
El Papa argentino parte en este texto de lo que él considera verdades científicas innegables, como el impacto que la acción del hombre tiene sobre el cambio climático. Supera el discurso aún mantenido por algunos sectores económicos sobre si influyen o no los humanos en este fenómeno y pide una conversión ecológica de toda la población para hacerle frente. «La mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana», sostiene. Denuncia además que muchos de quienes detentan el poder económico o político «parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático. Pero muchos síntomas indican que esos efectos podrán ser cada vez peores si continuamos con los actuales modelos de producción y de consumo».
Las tecnologías basadas en combustibles fósiles «muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero también el petróleo y, en menor medida, el gas–» deben ser reemplazadas «progresivamente y sin demora», pide. Con esta encíclica, destinada a marcar su pontificado, Francisco espera influir en los líderes mundiales de cara a la cumbre del clima que se celebra en diciembre en París. Es una cita ineludible para revertir el calentamiento del Planeta, según los científicos.
En «Laudato Si’», el Papa carga contra la privatización de los servicios de suministro de agua, por considerar estas políticas dañinas para los intereses de la mayoría de la población. Lamenta que los recursos hídricos se hayan convertido en una «mercancía que se regula por las leyes del mercado», cuando se trata en cambio de «un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos». Incluso vaticina que es posible que «el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo». También reconoce que «cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza». Para el Papa, «todo está conectado» y, por ello, «tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto».
Como explicó en la presentación del documento el cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el dicasterio de la Santa Sede que ayudó al Papa a la redacción del texto, en el centro de «Laudato Si’» se encuentra esta pregunta: «¿Qué tipo de mundo deseamos transmitir a quienes vendrán después de nosotros, a los niños que ahora están creciendo?». Francisco no se muerde la lengua en su denuncia y se duele de que «la Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería». El duro diagnóstico que Francisco hace de la situación medioambiental no significa que desdeñe la modernidad. Considera que cuando la tecnología y la ciencia están «bien orientadas» pueden producir avances «realmente valiosos para mejorar la calidad de vida del ser humano, desde objetos domésticos útiles hasta grandes medios de transporte, puentes, edificios, lugares públicos. ¿Se puede negar la belleza de un avión, o de algunos rascacielos?».
Lo que el Papa pide en «Laudato Si’» es una «valiente revolución cultural» para «configurar» la ciencia y la tecnología de una manera distinta a como han estado funcionando hasta ahora. «Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano», asegura. Otra de las aportaciones de la encíclica es la inclusión del concepto de «ecología integral». Para Francisco, «el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos». Por eso pide que la defensa del medio ambiente vaya ligada a la de los más débiles de la sociedad, como los pobres, los excluidos, los ancianos y los fetos en peligro de ser abortados. El mundo, de acuerdo con Bergoglio, necesita hoy de «políticas con visión amplia» y de ciudadanos convencidos de que a través de un cambio en los estilos de vida y de la presión a los poderosos se puede alcanzar una nueva relación con la naturaleza.
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