Santoral

¿Qué santo se celebra hoy, 24 de noviembre? Todo lo que debes saber del santoral de hoy

Leer sobre la vida y la obra del santo del día nos permite profundizar en la historia de la Iglesia y del cristianismo

Santa Flora y Santa María de Córdoba
Santa Flora y Santa María de CórdobaLa Razón

El santoral católico es un compendio que reúne los nombres de los santos y beatos que la Iglesia Católica celebra oficialmente en días específicos a lo largo del año. Cada día del calendario litúrgico está asociado con uno o más de estos personajes sagrados, que son conmemorados durante las misas y son objeto de las oraciones de los fieles. Esta tradición de celebrar y honrar la vida de los santos tiene sus raíces en los primeros siglos del cristianismo. Durante este periodo, se empezó a venerar a los mártires y otros individuos que se destacaron como ejemplos a seguir debido a la forma en que vivieron y su testimonio de fe.

Estas celebraciones son mucho más que simples recordatorios. Son momentos de reflexión y conexión con los principios y valores que estos personajes representan. Los santos y beatos, con sus vidas y sus actos, nos muestran cómo mantenernos fieles a nuestros principios, incluso en tiempos de persecución y adversidad. Nos enseñan, a través de sus experiencias, que siempre podemos encontrar la fortaleza para mantenernos fieles a nuestras creencias.

Además, el santoral puede ser un recurso de gran valor para profundizar en la historia de la Iglesia y el cristianismo, y para encontrar inspiración en la vida y las enseñanzas de los santos. Al conectar con estas figuras históricas, los fieles pueden encontrar guía y fortaleza para sus propias vidas, al mismo tiempo que honran el legado de estos individuos ejemplares.

En el santoral de hoy, viernes 24 de noviembre, se conmemoran a varios santos y santas que han dejado una huella en la historia de la cristiandad. Entre ellos podemos destacar a San Agustín Schoeffler, San Alberto de Lovaina, San Alejandro mártir, Santos Andrés Dung Lac y compañeros, San Colmano de Uama, San Crescenciano mártir, San Crisógono de Aquileya, Santa Firmina de Amelia, San José Tuan, San Juan Luis Bonnard, San Lucas Vu Ba Loan, San Porciano, San Protasio, San Romano, Beato Balsamo de Cava, Beata Inés Tsao Kui, San José Nguyên Van Luu, Beata María Ana Sala y la Beata Niceta de Santa Prudencia Plaja Xifra y compañeras.

Desde el periódico LA RAZÓN destacamos a Santa Flora y a Santa María de Córdoba, quienes fueron mártires durante el dominio musulmán de Al-Ándalus.

¿Quiénes fueron Santa Flora y Santa María de Córdoba?

Los martiroHélogios de Adón, Usuardo, Maurolico, del obispo Equilino y el Romano hicieron eco de la memoria de estas dos vírgenes mártires de Córdoba, lo cual sugirió la notable repercusión que tuvo su doble martirio en la España del siglo IX y proporcionó una explicación para la rápida difusión de su veneración.

Flora, nacida de la unión entre una madre cristiana y un padre musulmán, fue influenciada desde la infancia por el amor a Cristo de su madre, quien le inculcó la importancia relativa de las cosas terrenales. Paralelamente, su hermano, un musulmán ferviente, la denunció como cristiana ante las autoridades religiosas. A pesar de ser flagelada severamente con el objetivo de hacerla abjurar de su fe, permaneció firme e inmutable en sus convicciones. Posteriormente, el cadí la dejó bajo la custodia de su hermano, quien tenía la autoridad para presionarla y castigarla hasta hacerla cambiar de postura. Sin embargo, con estoicismo, Flora resistió todos los abusos y ultrajes a los que su hermano la sometió, con el único objetivo de quebrantar su convicción.

Por otro lado, María, descendiente de padres cristianos, tenía un hermano llamado Walabonso, que fue confiado a un sacerdote con la encomienda de educarlo en un monasterio, mientras ella ingresó al cenobio de Cuteclara. Después del martirio de su hermano, María se dirigió a la iglesia de San Acisclo, llevando consigo una determinación inquebrantable.

Ambas jóvenes se encontraron en el santuario de San Acisclo y, con el transcurso del tiempo y las conversaciones, descubrieron que compartían los mismos sentimientos, deseos y resoluciones. Prometieron una amistad eterna, un amor que perduraría hasta el cielo. Con valentía, ambas se presentaron en el palacio del cadí e hicieron pública su profesión de fe cristiana.

Después de ser encarceladas, la justicia las condenó a morir decapitadas. Durante su breve estancia en la prisión de la ciudad, tuvieron la fortuna de recibir el consuelo, aliento y bendición de San Eulogio. Tras su muerte, sus cuerpos se exhibieron como advertencia a los cristianos, hasta que finalmente fueron arrojados al Guadalquivir. No obstante, sus cabezas fueron rescatadas por los fieles de la ciudad, quienes las depositaron en la Iglesia de San Acisclo.