Santoral

¿Qué santo se celebra hoy, 5 de julio? Esto es lo que debes saber del santoral de la Iglesia Católica

Hoy los cristianos recuerdan la vida de San Antonio María Zaccaría y de Santa Cirila de Cirene un ejemplo de fe inquebrantable en tiempos de persecución

San Antonio María Zaccaria
San Antonio María ZaccariaBrujula CotidianaBrujula Cotidiana

En el corazón de la tradición católica, el santoral ocupa un lugar especial como un compendio de las vidas y virtudes de los santos, hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, han destacado por su fe, entrega y compromiso con Dios.

¿Qué es el Santoral?

El santoral es un calendario litúrgico que asigna a cada día del año la conmemoración de uno o más santos. Esta tradición se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando las comunidades cristianas comenzaron a honrar la memoria de sus mártires y otros personajes ejemplares.

¿Cómo se elige a los santos que figuran en el Santoral?

La inclusión de un santo en el santoral es un proceso riguroso que requiere la aprobación de la Iglesia Católica. Para ser considerado santo, un individuo debe cumplir con ciertos criterios, como haber llevado una vida virtuosa, haber realizado milagros o haber sufrido martirio por su fe.

¿Qué santo se celebra hoy viernes 5 de julio?

  • San Antonio María Zaccaría
  • San Agatón de Sicilia
  • San Atanasio de Athos
  • San Atanasio de Jerusalén
  • Santa Ciprila de Cirene
  • San Domicio el Médico
  • San Esteban de Nicea
  • Santa Marta de Siria
  • San Numeriano de Tréveris
  • Santo Tomás de Terreto
  • Santa Trifina de Sicilia

San Antonio María Zaccaría: un faro de fe y renovación en la Italia del siglo XVI

San Antonio María Zaccaria
San Antonio María ZaccariaPastoral SantiagoPastoral Santiago

En el corazón del Renacimiento italiano, cuando la Iglesia vivía momentos de transformación y desafíos, surgió la figura de San Antonio María Zaccaría, un sacerdote y reformador que dedicó su vida a reavivar la fe y el fervor religioso entre los cristianos.

Nacido en Cremona en 1502, Antonio María creció en un ambiente familiar profundamente religioso. Desde temprana edad, mostró una gran inclinación por la espiritualidad y el estudio de las Sagradas Escrituras.

Vocación sacerdotal y reforma

A los 24 años, Antonio María recibió el sacerdocio y se dedicó con entusiasmo a su ministerio pastoral. Sin embargo, pronto se percató de la necesidad de una profunda reforma en la Iglesia, que se encontraba afectada por la relajación de las costumbres y la falta de fervor religioso.

En 1533, junto a un grupo de sacerdotes y laicos, fundó la Congregación de Clérigos Regulares de San Pablo, conocidos como Barnabitas. Esta nueva orden tenía como objetivo revitalizar la vida cristiana, promover la predicación del Evangelio y la formación de los fieles.

Espiritualidad y devoción

La espiritualidad de San Antonio María Zaccaría se basaba en tres pilares fundamentales: la contemplación de Cristo crucificado y resucitado, la Eucaristía como fuente de vida y transformación, y la vida comunitaria como medio para el crecimiento espiritual.

Fomentó la devoción a las Cuarenta Horas, un período de adoración eucarística que se celebraba anualmente en cada parroquia. Además, impulsó la formación de las Hermanas Angélicas de San Pablo y de los Laicos de San Pablo, comunidades dedicadas a la oración, la caridad y la difusión del mensaje cristiano.

Legado y canonización

San Antonio María Zaccaría falleció en Cremona en 1539, a la temprana edad de 36 años. A pesar de su corta vida, dejó un legado duradero en la Iglesia.

Sus ideas y propuestas tuvieron un impacto significativo en la renovación espiritual del siglo XVI y sentaron las bases para la posterior reforma católica. En 1897, fue canonizado por el Papa León XIII, reconociendo su santidad y su invaluable contribución a la Iglesia.

Actualidad y relevancia

En un mundo marcado por la secularización y la indiferencia religiosa, la figura de San Antonio María Zaccaría sigue siendo una fuente de inspiración y un llamado a la renovación espiritual.

Su mensaje de amor a Dios, compromiso con la fe y entrega al prójimo nos invita a reavivar nuestra propia fe y a ser testigos del Evangelio en el mundo actual.

Santa Cirila de Cirene: un ejemplo de fe inquebrantable en tiempos de persecución

Santa Cirila de Roma, Mártir
Santa Cirila de Roma, MártirVidas SantasVidas Santas

En los albores del siglo IV, en la ciudad de Cirene, en la actual Libia, una mujer llamada Cirila se convirtió en un símbolo de fe inquebrantable y resistencia ante la opresión durante la persecución del emperador romano Diocleciano.

Criada en el seno de una familia cristiana, Cirila recibió una profunda educación en la fe y en los valores del Evangelio. Desde temprana edad, demostró un gran amor a Dios y una devoción inquebrantable a sus creencias.

Un matrimonio y una conversión

Cirila contrajo matrimonio con un hombre llamado Eufemio, quien también era cristiano. Juntos, formaron una familia ejemplar, basada en el amor, la fe y el respeto mutuo. Sin embargo, su felicidad se vio truncada por la llegada al poder del emperador Diocleciano, quien inició una feroz persecución contra los cristianos.

Persecución y martirio

Eufemio, debido a su firmeza en la fe, fue arrestado y torturado. Cirila, conmovida por el sufrimiento de su esposo y decidida a no negar su propia fe, también fue capturada y llevada ante las autoridades romanas.

Enfrentada a la posibilidad de una muerte cruel, Cirila se mantuvo firme en su fe. Rechazó las ofertas de los romanos de renunciar al cristianismo y, en un acto de valentía y convicción, sostuvo carbones ardiendo en sus manos como muestra de su fidelidad a Dios.

Un símbolo de fortaleza

A pesar de las terribles torturas a las que fue sometida, Cirila nunca flaqueó en su fe. Su martirio se convirtió en un símbolo de fortaleza y resistencia para los cristianos de Cirene y de todo el Imperio Romano.

Legado y veneración

Santa Cirila de Cirene es recordada como un ejemplo de fe inquebrantable, valentía y compromiso con las propias convicciones. Su historia nos inspira a mantenernos firmes en nuestra fe, incluso en los momentos más difíciles, y a defender nuestros valores con determinación y convicción.