Francisco, nuevo Papa

Sermón de la cátedra

La Razón
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Aeste Papa argentino le gustan los verbos y especialmente los verbos transitivos. Su discurso a los Cardenales que lo eligieron lo construyó sobre tres verbos: caminar, edificar, confesar y el que pronunció ayer al asumir el Ministerio de Sucesor de Pedro gira todo él en torno al verbo «custodiar», inspirándose en la figura de San José –Patrón de la Iglesia universal, no se olvide–, a quien Dios le confió la tarea de «custos», custodiar a María y a Jesús, custodia que luego se alargó a la Iglesia. «José es custodio –dijo el Papa Francisco– porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea y sabe tomar las decisiones más sensatas».

Custodiar es también una dimensión del hombre y no sólo del cristiano, porque todos debemos «custodiar la creación, la belleza de la creación... es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, los que son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón».

Custodiar es pues un verbo que admite diversas lecturas, y el Papa Francisco las desarrolló en su preciosa homilía diciendo, por ejemplo, que «para custodiar también tenemos que cuidar de nosotros mismos... vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón , porque es de ahí de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún ni siquiera de la ternura».

En los últimos párrafos de su sermón de la cátedra el Papa Francisco se aplica a sí mismo el significado del verbo custodiar, al considerarse él también custodio y glosa el servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar: «Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos».

Los cristianos creemos en la existencia del Ángel custodio que vela por todos y cada uno de nosotros, que nos ayuda a superar nuestras tentaciones, miedos y desesperanzas. Podemos con todo derecho afirmar que el Espíritu Santo, al guiar a los cardenales a la elección de Jorge Mario Bergoglio, ha querido dar a la Iglesia un formidable custodio, el pastor que sabrá cuidar de la grey, de esa humanidad que se ve asaltada por los temores de un fracaso colectivo y a la que el papa Francisco sabrá infundirle ánimos y fuerza para «caminar, edificar y confesar» porque «la esperanza que llevamos –dijo ayer en una mañana radiante de sol– tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo y está fundada sobre la roca que es Dios».