Salud
“A los 28 años un profesor me dijo: ''Silvia, creo que tu forma de ser tiene un nombre"”
Hoy es el Día Internacional del Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro del autismo sin discapacidad intelectual asociada
Por mucho que lo intentaba no encajaba. Ese fue el sentimiento con el que creció Silvia, de 35 años, que no supo que tenía asperger (trastorno del espectro del autismo sin discapacidad intelectual asociada) hasta los 28 años. “Soy como un pequeño ordenador. Siempre he observado cómo se comunican los demás, las formas de hablar, de actuar y de vestir que tienen, y las repito porque eso me ayuda, me da seguridad”. Tal es así que, aunque a Silvia de pequeña nunca le gustaron las muñecas, “por mi cumpleaños le pedí una a mi madre para bajar con ella al parque y tratar de hacer amigas”. Pero por mucho que lo intentaba, no lo conseguía. Antes de meter la pata, prefería echarse a un lado. A eso se sumó que le diagnosticaron como una alumna de altas capacidades en el colegio. “Tuve mala suerte con eso. Bajo esa etiqueta estuve muy engañada. Mi madre justificaba que yo no tuviera muchos amigos por mi inteligencia, porque me interesaban otras cosas, porque me tenían envidia. Me lo creí hasta que con 15 años acudí a un programa de ajedrez, astrofísica, etc. para niños como se suponía que era yo y me di cuenta de que los otros eran muy sociables”, recuerda a este periódico con motivo del Día Internacional del Síndrome de Asperger que se celebra hoy.
Con los años, la situación no cambió. “Siempre me he esforzado en tener amigos, pero sin mucho éxito la verdad”. Frustrada por no saber por qué no encajaba fue pasando de curso hasta que un profesor de un máster le dijo: “Silvia, creo que tu forma de ser tiene un nombre”. “Es fundamental que exista un diagnóstico precoz porque los inputs que he aprendido yo ha sido a golpes. Si una persona está diagnosticada desde pequeña, como se hace ahora, va a aprender estas pautas en la teoría y luego le será más fácil ponerlas en práctica”.
Tras el máster se puso a buscar trabajo. Y aunque ya había trabajado antes, tras licenciarse de Ciencias Ambientales, no le fue precisamente fácil. “Notaba que algo fallaba. Era de las que mejor Curriculum tenía y nada”. Silvia recuerda que en una ocasión había 1.000 candidatos para una sola plaza. “Nos quedamos dos candidatos para la fase de la entrevista y yo de verdad que pensé que la había bordado, pero nada. Jamás supe que ocurrió. Y es que aunque pensemos que los estamos haciendo bien, la realidad puede ser bien diferente”.
Pasaron los años y se quedó embarazada de gemelos. Hoy tienen cinco años y les hacen revisiones. “No tienen asperger”, dice con alegría su madre. “Serlo no es nada malo”, puntualiza, “pero como madre no quieres que viva las mismas dificultades que tú y eso que hoy el mundo ha cambiado bastante en este aspecto”. De momento no saben que su madre tiene asperger, “se lo diré sí, pero cuando surja de forma natural”. De lo que tiene miedo es de la adolescencia. “Me imagino que como cualquier padre, pero me da un poco de pánico porque yo creo en la literalidad del lenguaje, en lo que me dicen. Por ejemplo, no entiendo bien los sarcasmos, así que creo que mis hijos me van a engañar todo lo que quieran o más. Soy así, soy neurodivergente, palabra por cierto que me encanta porque creo que todo el mundo lo es”. Una diferencia, una condición, la de ser asperger, que ella considera esencial que “esté reflejada en la normativa porque, aunque estamos dentro del espectro autismo, no es exactamente lo mismo, y eso juega en nuestra contra, ya que tenemos un peor acceso a una serie de recursos tanto a nivel educativo como laboral”. Por eso, para ella resulta también esencial “invertir en recursos para el diagnóstico temprano y también para la edad adulta y concienciar a la población. Yo tengo reconocida un grado de minusvalía del 33%, pero hay personas que no y hay que darles ese reconocimiento porque si no no pueden acceder al cupo de empleo o adaptación de exámenes como tener más tiempo para hacerlo”.
Unas reivindicaciones que demandan desde la Confederación Autismo España, que precisan que “los alumnos con síndrome de Asperger, al no tener discapacidad intelectual asociada, quedan excluidos de las becas y ayudas para alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo". Y en el ámbito laboral, aquellas personas que “no disponen del certificado de discapacidad tienen más dificultades para solicitar adaptaciones en el puesto de trabajo. Además, no pueden optar a ser contratadas dentro del cupo del 2% de contratos de discapacidad al que están obligadas las empresas de más de 50 trabajadores, y, por lo que respecta al empleo público, no pueden optar a las adaptaciones necesarias en las oposiciones". De ahí la importancia de que se reconozca específicamente "el TEA en los ámbitos normativo y administrativo” tal y como demandan en la campaña #HazEspacio.
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