Covid-19
Libertad a cambio de responsabilidad
Ante la situación que atravesamos, el equilibrio entre el desplome económico y la salud pública es frágil. Si los negocios siguieran absolutamente paralizados como hace tres meses quien esquivase el virus podría estar amenazado por la miseria, con familias enteras sin poder comer o pagar las más elementales facturas. El turismo es un pilar de nuestro país y, además, la estabilidad psicológica de la población también se beneficia de poder abrazar una mínima normalidad social, de poder viajar dentro de nuestras fronteras, bañarse en la playa, salir a tomar algo o cenar en un restaurante. Podemos disfrutar de un verano anormalmente «normal». Y si valoramos mínimamente esa libertad y poder retomar el contacto con las personas de nuestro entorno debemos suscribir un pacto de responsabilidad, con la sociedad y con nosotros mismos.
Sí, llevar la mascarilla resulta incómodo, pero mucho peor es ver caer a un familiar porque le has contagiado por irresponsabilidad o permanecer semanas intubado en una cama de hospital. Los rebrotes de la infección que están surgiendo por toda España son fruto de una relajación de las nuevas normas de convivencia. Una relajación incomprensible y perniciosa. Cuando estamos entre personas que conviven bajo el mismo techo podemos adoptar una actitud más cercana y distendida, pero las reuniones familiares (con primos, tíos o hermanos) o las quedadas con amigos se ha demostrado que están detrás del repunte de casos. Ya sabemos que es anómalo y frío no abrazar o compartir mesa y mantel con parientes con los que hay mucha confianza, pero el problema es que vivimos una situación excepcional e inesperada. Cuanto antes lo comprendamos, mejor. Sabemos que en los hospitales, en este momento, no hay ni la avalancha de casos de hace tres meses, ni los pacientes revisten tanta gravedad. Tampoco parece haber carencia de equipos de protección o respiradores. Pero suben los afectados y por consiguiente los fallecidos, aunque afortunadamente hasta ahora no sigan la línea de los momentos más duros de la pandemia. Quien se crea inmune es un necio. Los grupos que vemos sin mascarilla en los bancos de un parque o las mesas atestadas de las terrazas son evidentes ejemplos de conductas irresponsables. El virus tiene una alta capacidad de contagio y esas personas que menosprecian la emergencia sanitaria y llevan la mascarilla como una pulsera están poniendo en peligro a sus familiares y amigos.
Como hemos expuesto repetidas veces desde la Organización Colegial de Enfermería, playas y piscinas, centros turísticos, la hostelería o determinados espectáculos pueden retomar su actividad si las personas que los disfrutan tienen muy presente que, higiene de manos, distancia social y mascarilla, no son medidas ni opcionales ni aleatorias, sino la barrera de contención de un virus letal.
Sólo han pasado tres meses desde esos días en los que no había espacio físico para almacenar cadáveres. No podemos olvidar tan rápido. No podemos despreciar así la rabia de las enfermeras y otros profesionales sanitarios luchando sin medios por salvar vidas, las «celdas» en las que se convirtieron nuestras casas, los aplausos de los balcones o el dolor de perder a un familiar y no poder velarle o apretar su mano en los últimos momentos. Eso no ocurrió hace un siglo.
Hemos denunciado también que los locales de ocio nocturno son lugares propicios a la relajación de las medidas sanitarias. ¿Quién puede creer que a las tres de la mañana se están guardando la distancia de seguridad en una discoteca?, ¿que no se comparten vasos o que las mascarillas no andan ya por el suelo? Las Autoridades sanitarias deberían replantearse este sector del ocio nocturno, quizá habría que haber sido más cautos y ahora puede ser tarde.
Atravesamos un verano diferente, nadie eligió cambiar sus planes, pero mejor asumirlo y hacer las cosas bien por la salud de todos, sin arrogancia. La mayor parte de los ciudadanos están concienciados y son respetuosos con las recomendaciones sanitarias, pero todos somos vulnerables. Un simple microorganismo ha puesto en jaque a las más poderosas naciones sobre la tierra, ha cancelado eventos a nivel mundial y ha causado muchos muertos. No queremos lamentar ni una vida más. Y morirán más personas. Pero no se lo pongamos tan fácil al coronavirus. Es posible disfrutar de nuestras vacaciones, aunque sea con nuevas reglas y sin bajar la guardia. Es posible vencer al virus, lo haremos tarde o temprano. Nuestra irresponsabilidad lo alimenta. Seamos sensatos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar