En plena segunda oleada de la pandemia, después meses conviviendo con la Covid-19 y a la vista de que nos espera un duro invierno, la salud mental de los españoles empieza a tambalearse. Hablamos de ello con Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.
-Después meses conviviendo con la Covid-19 y a la vista de que nos espera un duro invierno... ¿Estamos preparados para la que se avecina?
-Las fuerzas empiezan a flojear. La pandemia ha incrementado un 20% la aparición de nuevos casos de trastornos de ansiedad, depresión y alteraciones del sueño en personas sanas, mientras que se han visto reagudizaciones y descompensación en pacientes con problemas mentales previos.
-Sobre la mesa está la amenaza de un segundo confinamiento. ¿Eso dispararía estas cifras?
-Seguro, pues podría desencadenar un mayor número de patologías mentales. Es lógico que ahora, expuestos a una situación tan grave de incertidumbre, se genere ansiedad, pero el problema es que eso se cronifique. Un segundo confinamiento podría ser la gota que colme el vaso de muchas personas, pudiéndoles abocar a un trastorno de ansiedad o depresión.
-¿Y en el caso de los niños?
-Para algunos colectivos de riesgo, como menores con problemas de aprendizaje, autismo o con discapacidad, supondría un daño terrible. España es el único país del mundo que ha tenido abiertas las discotecas y los colegios cerrados. Es inaudito. No podemos volver a caer en el confinamiento general sin tener en cuenta a los grupos más vulnerables.
-Entonces, ¿los colegios deberían seguir abiertos?
-En la primera oleada mandamos un informe a Sanidad explicando que el cierre de los colegios suponía un enorme perjuicio para la salud mental de los menores, sobre todo para los más vulnerables. Pero no se nos escuchó y se cerró todo a la vez sin ningún criterio técnico. Eso fue un grave error. Ahora los colegios deberían seguir abiertos y, si hubiera que cerrarlos, al menos habría que mantener la atención de los niños con necesidades especiales, pues para ellos resulta vital.
-En su opinión, ¿el confinamiento no es buena opción?
-No estoy en contra de ello si fuera necesario, pero sí resulta imprescindible que en esa balanza de riesgos y beneficios se valore cómo afecta esa decisión a la salud mental de los españoles, porque es algo en lo que no se ha pensado hasta ahora. No debería infravalorarse, pues además de sufrimiento también tiene un coste económico, ya que implicará más depresión, bajas laborales, suicidios, etc.
-¿Hay mayor riesgo de que aumenten los suicidios?
-Sí, aunque es difícil de medir. Indirectamente pensamos que sí podrá suceder, porque el sistema sanitario actual está volcado en la Covid-19 y se están dejando de lado otras patologías y esos pacientes pueden llegar a su límite. Cuando seamos capaces de mirar atrás veremos un exceso de mortalidad muy superior a las cifras que nos da Sanidad y será, en muchos casos, por la muerte de pacientes que no han estado infectados, pero que sí fallecerán como consecuencia de esta pandemia.
-¿Y qué hay de los sanitarios? Parece que su capacidad mental también está al límite...
-Más de un 40% de los sanitarios tiene sintomatología de un trastorno por estrés postraumático. Han estado expuestos durante mucho tiempo a un trauma al sentir que no daban abasto.
-¿Es posible reparar ese daño?
-Sí, pero llevará su tiempo. Es importante que esos profesionales entiendan que ellos no han fallado, sino el sistema. En nuestro hospital hemos creado un programa para la atención de salud mental entre profesionales, porque va a ser necesario. Cuando todo esto pase, viviremos una pandemia de problemas mentales que ahora pasan desapercibidos, pues la segunda ola ha sido tan seguida que ese estrés postraumático no se había solucionado.
-¿Están apareciendo nuevas enfermedades mentales?
-Sí, por ejemplo el duelo complicado, que habitualmente aparece en el 2% de los casos de fallecimientos, pero ahora ya supera el 25%. Ahora vemos que una de cada cuatro personas presenta un duelo patológico porque no ha tenido la oportunidad de despedirse y eso puede desencadenar cuadros de depresión crónica.
-¿Nos ha faltado ver la cara más amarga de la pandemia?
-Los aplausos se convirtieron en un mecanismo de distracción política muy eficiente, pues suponía poner el foco en lo positivo, aunque la realidad era otra. El buenismo de la primera oleada fue un error y ahora pagamos las consecuencias. Las mentiras sistemáticas del Gobierno y el intentar ocultar la realidad se ha vuelto en nuestra contra, porque la gente minimiza los riesgos y no toma las medidas necesarias.