Sanidad

La Agencia de Salud Pública no puede ser un chiringuito

Ya solo falta que no se convierta en un chiringuito con el que recompensar a Fernando Simón o el silencio cómplice de algunos epidemiólogos

El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando SimónBrais Lorenzo Brais LorenzoAgencia EFE

La crisis desatada por la pandemia de Covid-19 y que continúa ahora con la pandemia de la viruela del monoha destapado las vergüenzas de las parcelas sanitarias más ideologizadas en España por la izquierda: la atención primaria y la salud pública. A diferencia de lo que ha sucedido con los hospitales, que sufrieron al principio para contener la avalancha de infectados por coronavirus, pero lograron luego reponerse, el llamado primer nivel asistencial o puerta de entrada al sistema sanitario no termina de levantar cabeza. Desbordada por la burocracia y víctima de una falta de capacidad de resolución desesperante, la primaria se ha tambaleado encorsetada en un sistema burocrático y rígido que trató de convertir en funcionarios a sus empleados y paga ahora el precio por ello. La falta de vocaciones que se aprecia en la elección de los MIR urge a practicar reformas urgentes que el plan ideado por el Ministerio de Sanidad no ha sido capaz de incorporar, como denuncian hasta las organizaciones más progresistas. O cambia de arriba a abajo o el modelo muere.

Con la salud pública sucede algo parecido. Incapaz de detectar a inicios de 2020 la que se avecinaba, el sistema articulado ha dado muestras sobradas de lentitud e ineficacia: en todo este tiempo ha ido siempre por detrás de los acontecimientos, en lugar de anticiparse a ellos. Conviene no pasar por alto la molicie del Gobierno en este apartado concreto. Han hecho falta que pasaran siete olas que han dejado decenas de miles de muertes, y que llegara una nueva pandemia para que el Ejecutivo se haya animado, por fin, a poner en marcha una agencia estatal. Ya solo falta que no se convierta en un chiringuito con el que recompensar a Fernando Simón o el silencio cómplice de algunos epidemiólogos estos años.