Entrevista
«En caso de escoliosis es más seguro poner los tornillos con la técnica 7D»
El doctor David M. Farrington, jefe del Servicio de Traumatología y Ortopedia pediátrica de Quirónsalud Sagrado Corazón-Orthopediátrica, explica los pormenores de esta tecnología con la que el paciente se recupera antes y recibe menos dosis de radiación que con las herramientas clásicas
¿En qué consiste la tecnología 7D en el campo sanitario?
Básicamente usa los mismos conceptos de visión artificial y algoritmos de alineación que usan las Apps de reconocimiento facial y de vehículos autónomos. El sistema adquiere imágenes en 3D a partir de un TAC preoperatorio de la columna que se le realiza al paciente, y crea un mapa topográfico de su anatomía. El registro de la anatomía «real» del paciente se hace en quirófano a través de miles de puntos de referencia anatómicos en unos pocos segundos. Como el registro se produce con tanta rapidez, se puede repetir sin interrumpir el ritmo de trabajo quirúrgico. El resultado es una tecnología significativamente más rentable con una velocidad y un flujo de trabajo muy mejorados que elimina por completo la exposición del cirujano, el paciente y el personal del quirófano a la radiación ionizante. Una de las grandes ventajas de este sistema es que no precisa de nuevos registros cada vez que pasamos de un nivel vertebral a otro, acelerando todo el proceso de la navegación y evitando la radiación repetida del paciente. Una vez creado el mapa virtual, se colocan los implantes con visión 3D o incluso mediante real aumentada, reduciendo el riesgo de malposición del implante, siendo particularmente útil en casos de deformidades severas con distorsión de la morfología vertebral.
Acaban de emplear esta técnica para una cirugía de escoliosis. ¿Cómo era el paciente?
Se trataba de un varón de 14 años con escoliosis idiopática progresiva severa que ya había superado los 50 grados, lo que consideramos el umbral para plantear el tratamiento quirúrgico. En las radiografías realizadas antes de la cirugía se podía intuir que había una alteración considerable de la anatomía vertebral que podía dificultar considerablemente la colocación de los implantes vertebrales.
¿En qué consiste este tipo de intervención?
Lo que hacemos es colocar unos anclajes (tornillos) en las vértebras incluidas en la deformidad. A continuación, unimos estos implantes con unas barras con el perfil que queremos que tenga la columna una vez corregida. Finalmente, vamos llevando progresivamente las vértebras hasta alcanzar el máximo grado de corrección. Tras ello, aportamos injerto de hueso para que se forme un bloque sólido y la deformidad no vuelva a aparecer. El riesgo que entraña esta intervención está muy relacionado con la colocación de los tornillos en las vértebras. Tienen que seguir un trayecto muy preciso y angosto sin poder desviarte lo más mínimo, ya que por un lado está la médula y por otro los grandes vasos sanguíneos. Además, su colocación es casi a ciegas, ya que intuyes, pero no ves, por donde va el tornillo. Pero realmente no puedes verlo, salvo que sometieras al paciente a una dosis de radiación que es inviable por los riesgos que supondría.
¿Cómo de eficaz es?
El riesgo de colocar incorrectamente un tornillo vertebral es muy bajo, por debajo del 0,5%, pero es un riesgo que debemos intentar reducir hasta casi el 0%. Los últimos trabajos científicos sugieren que colocarlos con navegación es más preciso que con técnicas convencionales, aproximándose al 0,2%.
¿El paciente se recupera antes con esta técnica?
Con esta tecnología se incrementa la seguridad a la hora de colocar los tornillos, lo que supuestamente debe conllevar una recuperación más rápida.
¿Qué otras ventajas tiene?
Que reduce la dosis de radiación a la que se somete al paciente durante la cirugía.
¿Algún riesgo?
Que el cirujano deposite su fe ciega en esta tecnología. Se trata de una herramienta diseñada para ayudar al cirujano, no para tomar decisiones por él. Si el sistema de navegación entra en contradicción con lo que tu buen juicio te dice, debes analizar qué está sucediendo y valorar lo que te dice tu intuición.
¿La tecnología 7D se utiliza solo para cirugía de escoliosis?
Nosotros únicamente la estamos empleando en la cirugía raquídea, pero existe un software para cirugía craneal y en un futuro probablemente se aplique en todas las cirugías en los que se precisa una colocación muy precisa de cualquier tipo de implante.
En cuanto a la escoliosis, ¿en qué casos hay que operar?
Afortunadamente la inmensa mayoría de las escoliosis idiopáticas no progresan y el porcentaje de estas deformidades que terminan precisando cirugía es en torno al 10%. El problema radica en que se trata de una patología con una cierta prevalencia, en torno al 2% de la población con lo cual se ven bastantes casos. La principal indicación para intervenir quirúrgicamente una escoliosis idiopática es la progresión de la curva por encima de los 50 grados. Hasta hace muy poco sabíamos que las curvas que superaban estos grados casi siempre progresaban hasta cifras mucho mayores con deformidades severas y deterioro de la calidad de vida de estos pacientes. En el reciente congreso de la Scoliosis Research Society uno de los trabajos científicos premiados ha constatado que también las curvas entre 30 y 50 grados tienen un alto riesgo de progresión. Sorprendentemente, y en contra de lo que piensa la población general, la escoliosis idiopática leve o incluso moderada (<50º) no genera grandes limitaciones a los pacientes que la padecen, más allá de la deformidad estética. Este pronóstico favorable se ensombrece a medida que la curva aumenta en su severidad y a partir de ciertos grados, en torno a los 70, empieza a tener un cierto impacto sobre la función cardiorrespiratoria con el consecuente deterioro de la calidad de vida del paciente.
¿Se puede prevenir?
Lamentablemente no, pero se puede detectar de manera precoz y así instaurar un tratamiento que controle la progresión ante curvas muy incipientes. Los resultados del tratamiento de la escoliosis son mejores cuando las curvas son de menor severidad. De ahí la importancia de las pruebas de cribado por parte de los pediatras durante las exploraciones rutinarias que realizan.
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