Longevidad

Un estudio detecta las claves para vivir 100 años con salud y las resume en tres consejos

Los investigadores creen que las personas que viven tanto son capaces de retrasar los síntomas del envejecimiento gracias a su forma de vivir

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En unos 100 años, la esperanza de vida ha aumentado espectacularmente. Un niño estadounidense nacido en 1900 solo vivía, de media, entre 46 y 48 años. Ahora, la esperanza de vida media mundial es de entre 70 y 73 años. Sin embargo, hay personas que son capaces de superar con creces ese baremo. De hecho, hoy día hay más supercentenarios, o personas que viven más allá de los 100 años, que nunca en la historia. ¿Pero por qué?

Los investigadores creen que las personas que viven tanto son capaces de retrasar los síntomas del envejecimiento. "La mayoría de los centenarios actuales han sobrevivido más allá de la esperanza de vida media porque retrasaron el desarrollo de la enfermedad hasta una edad más próxima a la muerte, lo que caracteriza la compresión de la morbilidad", explican en un editorial publicado en la revista Nutrients los investigadores Eduardo J. Simoes y Luis R. Ramos.

Ambos autores han realizaron un nuevo y exhaustivo estudio en el que revisaron los factores que afectan a la esperanza de vida y exploraron las opciones de estilo de vida que pueden permitir a algunas personas vivir mucho más allá de un siglo. Su investigación les ha llevado a concentrar sus resultados en 3 consejos para alargar la vida y aumentar las posibilidades de extenderla por encima de los 100 años.

Para ello, realizan un recorrido por la historia. Así, aunque el siglo XX es conocido por la agitación de la Gran Depresión, también fue una época en la que los puestos de trabajo y las condiciones laborales mejoraron drásticamente. Los avances en educación hicieron que las personas estuvieran más informadas sobre su salud.

Además, el aumento de los ingresos les permitió tomar decisiones que mejoraron su salud. Tras la Segunda Guerra Mundial, la escala y el efecto de los conflictos mundiales se redujeron, aumentando también la esperanza de vida.

En este momento, un factor importante es el descenso de la morbilidad (cantidad de personas que enferman) y la mortalidad atribuidas a enfermedades infecciosas como la fiebre tifoidea y el cólera. El acceso al saneamiento y al agua potable redujo la propagación de agentes patógenos.

Los antibióticos y otros avances médicos permitieron tratar con mayor eficacia las enfermedades graves, tanto infecciosas como no transmisibles. Sin embargo, a medida que las enfermedades infecciosas disminuían, las enfermedades crónicas y no infecciosas se hacían más comunes. La diabetes y las enfermedades cardiovasculares son ahora las principales causas de muerte en todo el mundo.

Por qué no vivimos más: hábitos y riesgos medioambientales

Pero en el nuevo siglo no todos los factores son buenos; muchos afectan negativamente a la esperanza de vida. Más personas empezaron a fumar y muchas adoptaron dietas inadecuadas debido a la mayor disponibilidad de alimentos procesados y azucarados. También se generalizó el sedentarismo. Estas fueron algunas de las razones del actual aumento del cáncery las enfermedades cardiacas.

Lucrecia Fuentes, centenaria
Lucrecia Fuentes, centenarialarazon

Además, muchos de los factores de riesgo son medioambientales. Las personas también estamos más expuestas que antes a niveles más altos de contaminación ambiental y sustancias químicas, frenando lo que quizá podría hacernos vivir mucho más.

¿Por qué algunas personas viven tanto?

Más allá de las razones sistémicas por las que cambia la esperanza de vida, parece claro que algunas personas viven mucho más que otras, ¿por qué? En primer lugar, puede que haya alguna base genética para ello: los investigadores han calculado que los genes contribuyen en un 20-40% a la esperanza de vida. Sin embargo, también intervienen otros factores.

Por ello, las experiencias de los centenarios pueden ser la clave para ayudar a más personas a mantenerse sanas durante toda su vida. Los centenarios constituyen una parte importante de la población en algunas partes del mundo, como Italia, Grecia, Japón y Costa Rica.

Los científicos llaman a estas zonas azules y han descubierto que comparten algunas características comunes: sus habitantes tienden a seguir dietas más sanas y son físicamente activos, ya sea por trabajo o por ocio. También suelen tener fuertes valores culturales y comunitarios.

El papel de la dieta se ha estudiado en detalle en muchas poblaciones, como los descendientes de chinos, japoneses y mediterráneos. Un estudio de 60 años de personas de Okinawa mayores de 65 años descubrió que restringir las calorías se asociaba a una vida más larga y un envejecimiento más saludable a largo plazo. Las dietas sanas reducen el riesgo de algunos tipos de cáncer, diabetes y cardiopatías.

Reducir la ingesta de grasas no parece tener beneficios claros en términos de salud cardiaca y diabetes, pero reducir la ingesta de calorías y carbohidratos sí. Se sabe que las dietas mediterráneas son muy beneficiosas por muchas razones. Consumir más frutas y verduras frescas también es una opción saludable, pero las verduras conservadas en sal no lo son.

Los centenarios también se mantienen físicamente activos y adoptan hábitos saludables durante toda su vida. El ejercicio puede reducir el riesgo de mortalidad en un 27%, aumentar la esperanza de vida en algo más de un año y mejorar la función cognitiva. Por otro lado, fumar puede acelerar el deterioro cognitivo entre los centenarios.

La conclusión de los científicos es que, a medida que las personas envejecen, se ven afectadas por diversas afecciones crónicas. Sin embargo, los centenarios parecen más sanos, incluso a su avanzada edad, que los octogenarios y nonagenarios más jóvenes.

"Los centenarios presentan, en general, una menor carga de morbilidad y tratamiento, y un menor uso de servicios sanitarios tanto primarios como hospitalarios que los octogenarios y nonagenarios, lo que sugiere un mejor estado de salud", apuntan los autores.

La promoción de la salud en poblaciones que envejecen y sufren cada vez más enfermedades crónicas no transmisibles debe fomentar hábitos saludables, como el ejercicio, la interacción social y una dieta equilibrada. Esas son, para ellos, las tres claves que se deben seguir de acuerdo a su trabajo.

Desde el punto de vista médico, los centenarios no eluden el declive fisiológico ni las enfermedades relacionadas con la vejez. Sin embargo, el ritmo de deterioro es más lento en ellos y se ve contrarrestado por su mayor resiliencia frente al estrés cotidiano.

Esta revisión editorial exploró varios factores que contribuyen a alargar la esperanza de vida y halló pruebas suficientes del papel vital de los cambios en el estilo de vida y la dieta para aumentar la esperanza de vida y alcanzar el estatus de centenario. Los investigadores esperan que los trabajos futuros se basen en estos hallazgos sobre el aumento de la esperanza de vida estudiando a los centenarios y su dieta y estilo de vida.