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Mente

La ciencia desmonta la filosofía "Mr. Wonderful": esto es lo que nos hace la dictadura de la felicidad

Un estudio en 'Nature' demuestra que la presión social de creer que todo el mundo es feliz y tiene que sentirse bien tiene consecuencias clínicas negativas

Archivador de Mr.Wonderful Mr.Wonderful

Hace casi un año, los medios de comunicación bautizaban a la psicóloga María Jesús Giménez como el "azote de Mr. Wonderful". Aun a día de hoy sus tuits, centrados en erradicar la "psicología Disney", obtienen miles de me gustas. Según ella, habría que terminar con esta dictadura del pensamiento súper happy en la que el que no es feliz es el raro, porque acaba con la gente sentada en su consulta "con un gran sentimiento de culpabilidad".

El testimonio de Giménez, en el que profundiza esta entrevista para LA RAZÓN, no está para nada errado. Un estudio publicado por la prestigiosa revista científica Nature, ha descubierto un factor interesante: en los países más felices del mundo, hay personas mucho más infelices que en aquellos con menor índice de felicidad porque la presión social de tener que sentirse bien les hace sentir todavía peor.

La implantación en la sociedad de ese pensamiento Mr. Wonderful, que toma prestado el nombre de la famosa marca de productos con eslóganes positivos hasta lo empalagante, hace referencia a esa especie de "imposición de ser feliz" o de que todo el mundo lo es. En esta línea, la investigación advierte de que ese modo de pensar puede tener consecuencias negativas.

Para llegar a su conclusión, los investigadores entrevistaron personalmente a casi 7.500 personas de 40 países diferentes. Se les pidió que midieran conceptos como su bienestar emocional, su grado de satisfacción con la vida y la prevalencia de sus estados de ánimo. Y la guinda del pastel: también se les solicitó que pusieran nota a la presión que sentían en su entorno social para sentirse bien consigo mismos.

El resultado fue que, en los países que se sitúan en lo alto del Índice Mundial de Felicidad (que cada año mide la ONU), el grado de felicidad individual era mucho menor que en los países con menos puntos en el ranquin. A esto hay que sumar que los encuestados declararon sentirse el doble de presionados socialmente para estar felices que en los países con menor puntuación, lo que se relaciona directamente con el grado de salud emocional.

¿Cuáles son esas naciones? Los países con mayor ranking de felicidad son Finlandia, campeona en la tabla, seguido por Islandia, Dinamarca, Suiza, Países Bajos, Suecia, Alemania, Noruega, Nueva Zelanda y Austria. España ocupa el puesto número 24, en la parte alta de la clasificación.

Según el índice de la ONU, los países del norte destacan por un mayor apoyo social, su bienestar económico, su salud o por el nivel de libertad y confianza en los demás. Sin embargo, el estudio de Nature contradice esta opinión.

No todo el mundo es feliz

"La felicidad es una experiencia valiosa y las sociedades quieren que sus ciudadanos sean felices", señala Egon Dejonckheere, autor principal del estudio. "Aunque este compromiso social parece loable, hacer demasiado hincapié en la positividad (frente a la negatividad) puede crear una norma emocional inalcanzable que, irónicamente, compromete el bienestar individual".

"La presión social que sienten las personas para ser felices y no estar tristes está especialmente relacionada con los países con un Índice Mundial de Felicidad más alto", subraya. "Esta discrepancia entre el individuo y la sociedad puede generar una percepción de fracaso que puede desencadenar emociones negativas", añade Dejonckheere.

Esto equivale a decir que creer que todo el mundo es feliz o que todo el mundo parece alegre puede desembocar en pensamiento negativos, frustración, rabia o incomodidad. Es la tiranía del optimismo; creer que "todo el mundo es feliz menos yo", sobrevalorando el bienestar emocional de los demás y minusvalorando el propio. "En los países donde todos los ciudadanos parecen ser felices, las desviaciones de la norma esperada son más evidentes, lo que las hace más angustiosas", concluye Dejonckheere.

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