Salud
Hallan la clave para prevenir la pérdida de memoria en mayores
¿Cómo podemos ayudar a los ancianos con riesgo de Alzheimer? Un estudio muestra mejoras cognitivas cuando realizan cambios de salud y estilo de vida
Enfermedad de Alzheimer o "pérdida de memoria" son dos de las frases más temidas en una consulta médica. De hecho, el alzhéimer es la condición de salud que más preocupa a la ciudadanía española a partir de los 55 años, según un estudio elaborado por la Fundación Pascual Maragall. No es de extrañar, cuando las cifras crecen a la velocidad en que lo hacen.
Las demencias son un problema de gran relevancia en España, donde afectan a 1,2 millones de personas, según un informe de la Asociación Europea de Alzheimer. Y, según los estudios científicos, este problema alcanzará a cada vez más población. Incluso algunos apuntan que para 2040, una de cada tres personas desarrollará demencia senil en su vida, caracterizada por los "olvidos" en sus primeras fases.
Por el momento, la prevención es una de las mejores armas disponibles para luchar contra el alzhéimer y la pérdida de memoria. Ahora, un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de California en San Francisco y de la Fundación Kaiser Permanente Washington (Estados Unidos) ha revelado que los cambios personalizados en la salud y el estilo de vida pueden retrasar o incluso prevenir la pérdida de memoria en los ancianos de mayor riesgo.
¿Los resultados? Los participantes que recibieron asesoramiento personalizado para mejorar sus hábitos y la salud en general, mejoraron un 74% en las pruebas cognitivas con respecto a las personas que no lo recibieron. La investigación, que duró dos años, contó con la participación de 172 sujetos, de los cuales la mitad recibió estos consejos. También se observaron mejoras entre los dos grupos en las mediciones de los factores de riesgo y la calidad de vida, que se tradujeron aproximadamente en un 145% y un 8%, respectivamente.
Qué factores de riesgo aumentan el alzhéimer
Lo que sugieren sus hallazgos de este trabajo, publicado ayer en la revista JAMA, es que aquellos aspectos que se cree que aumentan el riesgo de padecer Alzheimer, como la diabetes no controlada y la inactividad física, tienen una relevancia significativa. Además, este estudio se diferencia de los anteriores en que ofreció un asesoramiento personal adaptado a cada participante.
"Se trata de la primera intervención personalizada, centrada en múltiples áreas de la cognición, en la que los objetivos de los factores de riesgo se basan en el perfil de riesgo, las preferencias y las prioridades del participante, lo que creemos que puede ser más eficaz que un enfoque único para todos", afirma la primera autora e investigadora principal, la doctora Kristine Yaffe, vicepresidenta de investigación en psiquiatría y profesora de los departamentos de neurología, psiquiatría y epidemiología y bioestadística de la UCSF.
"En una encuesta anterior realizada a 600 adultos mayores, descubrimos que la mayoría estaba preocupada por la enfermedad de Alzheimer y las demencias relacionadas. Querían conocer sus factores de riesgo personales y estaban muy motivados para hacer cambios en su estilo de vida con el fin de reducir el riesgo de demencia", añade Yaffe.
Los participantes en el estudio actual estaban afiliados a Kaiser Permanente Washington y tenían entre 70 y 89 años. Presentaban al menos dos de los ocho factores de riesgo de demencia: inactividad física, hipertensión no controlada, diabetes no controlada, sueño deficiente, consumo de medicamentos con receta asociados al riesgo de deterioro cognitivo, síntomas depresivos elevados, aislamiento social y tabaquismo.
Los participantes asistieron a una sesión con una enfermera y un asesor de salud, en la que eligieron los factores de riesgo específicos que deseaban abordar. A intervalos de varios meses, recibieron sesiones de coaching para revisar sus metas, que abarcaban desde el control de la hipertensión hasta metas como caminar una cantidad específica de pasos diarios o unirse a clases. Durante la pandemia, lo hicieron de forma telemática.
En contraste, los participantes no intervenidos eran similares en edad, factores de riesgo y capacidades cognitivas. Ellos recibieron material educativo enviado por correo cada tres meses. "Resultó sorprendente y gratificante que los efectos positivos del estudio no se vieran afectados por los impactos de la pandemia", apunta Larson, quien actualmente es profesor de medicina en la Universidad de Washington.
A pesar de los desafíos derivados del aislamiento durante el distanciamiento social, los participantes en el grupo de intervención experimentaron mejoras cognitivas y presentaron menos factores de riesgo durante la pandemia en comparación con antes del estudio. A diferencia de los medicamentos antiamiloides, los programas de reducción de riesgos no son costosos, no tienen criterios de elegibilidad estrictos y no requieren un monitoreo exhaustivo de los efectos secundarios.
Esta perspectiva fue compartida por Yaffe, quien también está vinculado al Sistema de Salud de VA de San Francisco y al Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF. Enfatizó la esperanza de que en el futuro, el abordaje de enfermedades como el Alzheimer y otras demencias siga un enfoque similar al de las enfermedades cardiovasculares, combinando estrategias de reducción de riesgos con medicamentos específicos dirigidos a los mecanismos subyacentes de la enfermedad.
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