Opinión

20 embriones y un capricho

Paris Hilton quería una niña. Como un bolso rosa y un perro de peluche.

Paris Hilton con su hijo
Paris Hilton con su hijaInstagram

Paris Hilton quería una niña. Como un bolso rosa y un perro de peluche. Por eso rechazó veinte embriones, al saber que eran masculinos. Veinte que, si se implantan, a los nueve meses lloran. Quería una niña y que su cuerpo no se estropeara. Así que eligió el sexo de su bebé y a una madre/vientre adecuados, como elige el vestido para una noche de fiesta. En España no se puede seleccionar el sexo salvo por cuestiones de salud hereditaria; pero tenemos otros problemas. El primero, al escandaloso número de clínicas reproductivas, estuvimos veintinueve años sin que se cruzaran las informaciones de las historias de los donantes. Por ley, sus espermas u óvulos solo podrían haber dado vida a seis seres humanos, pero… ¿sin estar cruzadas sus historias, quien garantiza que así fue? Este cuento de terror se concretó en relatos como el del padre de cien hijos en Holanda o el del médico británico que utilizó su propio esperma y se convirtió en padre de entre seiscientos y mil hijos e hizo que se cambiara la legislación y que todas las donaciones tuvieran que dejar de ser anónimas. En España continúa vigente el anonimato. Pero las características, sí se pueden escoger «para que sean lo más parecidas a las de sus papás». A mí lo de elegir en el caso de los hijos me parece una aberración. Sea con material genético propio o donado o en una adopción. ¿Quiero un niño rubio? ¿una niña y china? Los caprichos no deben poder llorar ni reír. Tampoco podrán hacerlo tantos embriones abandonados en España. Casi setecientos mil en los bancos, por si el día de mañana los usan sus padres; pero más de sesenta mil olvidados del todo porque la madre no ha llegado al final de su edad reproductiva, no quieren donarlos a otra pareja, ni hay proyectos científicos donde utilizarlos. Hay mucho capricho en la maternidad y paternidad. Y no solo en el caso, flagrante de Paris Hilton.