Sociedad
69.000 empleos en peligro
Las agencias de viajes transitan por la pandemia con la respiración contenida. Con el negocio hibernado, pero con el deber cumplido de no dejar en la estacada a los clientes. Una paradoja que amenaza la subsistencia
La industria del turismo espera al pairo que la tormenta perfecta que se ha cernido sobre la salud y la economía globales escampe. Navega por una suerte de mar muerto. De su restablecimiento paulatino depende en buena medida el de la nación. Es la principal fuente de riqueza, la locomotora con demasiados vagones enganchados, y sin su efecto arrastre, la perspectiva se antoja una misión imposible. De esa arquitectura soberbia que integra la oferta que España pone a disposición de sus nacionales y de los foráneos, las agencias de viajes son una pieza central del engranaje que nos ha convertido en una potencia mundial. Ellas son la herradura cercana y accesible que nos conduce al tiempo y al lugar que necesitamos y soñamos. Sin estos profesionales, cientos de miles de ciudadanos estarían huérfanos de un consejero y un gestor que hace sencillo lo que para muchos es un ovillo que se lía y lía. El coronavirus los ha arrastrado al borde de un precipicio. Las agencias se han movilizado para salvar el futuro. El presente lo dan prácticamente por perdido. El dato de que el 95% del sector se encuentre en ERTE es el retrato de un negocio colapsado, del que dependen 69.000 personas de forma directa y muchas más, de manera indirecta. Nadie se ha salvado. Grandes, los menos, y pequeños, los más. 9.500 firmas que en su inmensa mayoría integran una red de autónomos, pymes y microempresas, que sostiene el empleo gracias a pequeños márgenes y notables volúmenes. Y esa ecuación no es que se haya desajustado, es que ha saltado por los aires con el cero en su columna de ingresos, mientras se han responsabilizado de los pagos por adelantado de los clientes que se quedaron en tierra. Entienden con razón que la confianza lo es casi todo en esa relación comercial. Varados, merecen que su grito de auxilio sea escuchado y atendido por las administraciones. Los 25.000 millones de facturación denotan la robustez de un sector en alza con crecimientos continuados que no puede declinar. Urge un marco que emane certidumbre y credibilidad con recursos, estímulos y garantías que activen el pulso detenido. Lo merecen y precisamos de su empuje.
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