Sociedad

Sí, el miedo es libre y justificado

Pensábamos que lo peor había pasado. Una pesadilla que no volvería en toda su crudeza. Con sus secuelas, las físicas y las psicológicas. Pero los rebrotes nos han devuelto los fantasmas del temor y la angustia

Ansiedad por COVID-19
Ansiedad por COVID-19Tania Nieto

Los estragos físicos del coronavirus han resultado terribles para una parte sustancial de los afectados. La infección se enquistó en los pacientes con un alcance que en algunos casos es incluso desconocido y objeto de estudio. Es el virus de Wuhan un patógeno cuya afectación para la salud ofrece para los investigadores novedades entre insólitas y temibles cuando la rueda del conocimiento derriba una nueva pared del territorio inhóspito y hostil que esconde la enfermedad. Pero si es terrible, como lo es, el impacto sobre el cuerpo y su ideal funcionamiento, no lo es menos, y cometeríamos un grave error si se relativizara, la zozobra y el desequilibrio emocionales que ha causado. El miedo y la obsesión frente a un enemigo invisible, pero letal, han sido reactivos y acelerantes de trastornos en las conductas y la comunicación social. Si conocemos relativamente los daños internos en esa maquinaria extraordinaria que es el cuerpo humano a cuenta de esta infección, el rastro de la pandemia en su variante psicológica se hace todavía imperceptible, con hábitos autodefensivos adquiridos que acaban por interiorizarse como desórdenes. El coronavirus ha provocado en una parte significativa de la sociedad española una suerte de confinamiento interior, una agorafobia sobrevenida por la que minimizamos cualquier contacto con el exterior entre otras conductas anómalas. Un muy interesante estudio de la Universidad Complutense sobre respuestas psicológicas por la pandemia configura un retrato incipiente de la ciudadanía, que deberá ser completado en nuevas secuencias del análisis, que pone el foco de manera oportuna e imprescindible sobre una alteración que habrá que afrontar. Se preserva la necesaria cautela en las conclusiones y se habla de síntomas indicadores generales de malestar y no de un diagnóstico de problemas mentales. Con esa premisa por delante, el 22,12% de los encuestados presentó síntomas de depresión, si bien el 41,1% tenía antecedentes. Casi el 80% de los casos está vinculado a la ansiedad por la pandemia y el 70% le añade el temor a la amenaza económica. Lo cierto es que es un escenario espeluznante y que este desgarro no podía ser inocuo.