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Psicología

Así actúa nuestra mente frente a la vacuna de la Covid-19

Tener disponible la vacuna es solo el primer paso para vencer a la pandemia. Además de los problemas “reales” que pueden frenar la inmunización, nuestra mente también puede ponernos trampas. Estas son algunas de ellas.

Susana, de 41 años, directora del Centro de la tercera edad Ballesol de Badalona (Barcelona), recibiendo la vacuna Pfizer contra el coronavirus.
Susana, de 41 años, directora del Centro de la tercera edad Ballesol de Badalona (Barcelona), recibiendo la vacuna Pfizer contra el coronavirus.Enric FontcubertaEFE

Después de diez meses hablando de las vacunas como la esperanza más realista para poner, al menos, un punto y a parte a la crisis sanitaria, ha llegado el momento de ejecutar los planes de inmunización previstos por los distintos países. A las debilidades objetivas que se pueden encontrar en este proceso (distribución, logística, almacenaje, conservación, aparición de nuevas cepas resistentes, posibles efectos adversos graves, entre otras) se suman otras derivadas de nuestra reacción psicológica y emocional cuando un suceso que deseamos (de un modo individual y colectivo) se hace realidad. Seguro que a nadie resulta ajena esta respuesta, ya que es esencialmente humana. Miedos, inseguridades, dudas, desconocimiento... El problema es que, en este caso, la responsabilidad de nuestra decisión individual afecta al éxito de la batalla más importante en la guerra contra el virus que, además, hay que librar todos a una.

Por eso es tan importante, en estos momentos, que los especialistas en la psique humana, psicólogos y psiquiatras, desentrañen los mecanismos y las “trampas” de la mente que pueden llevar a las personas a rechazar la vacunación. Y las divulguen, ya que la capacidad de poder reconocer emociones, relativizarlas y afrontarlas del modo más adaptativo posible, puede salvar muchas vidas. En este sentido, el equipo de psicólogos de ifeel ha elaborado un informe en el que se intentan dar respuesta a preguntas como ¿qué causas emocionales hay detrás del rechazo de algunas personas a la inmunización? o ¿qué experimentaremos, psicológicamente, al ponernos la vacuna?

Respecto a las causas detrás del rechazo, han identificado las siguientes:

  • Desconfianza. Es la principal razón esgrimida por colectivos/ movimientos sociales como los “antivacunas, que se oponen frontalmente a la administración de este tipo de tratamientos, con el riesgo que eso implica para la salud pública. En concreto, su desconfianza está basada en un miedo sin justificación o bien en creencias distorsionadas. Lo que ellos representan de modo, digamos, “estandarizado”, salpica a otros grupos de personas, que, sin llegar a mostrar una animadversión radical, van haciendo hueco a las dudas sobre los riesgos de esta vacuna en concreto, y van reproduciéndolas en sus conversaciones, favoreciendo que se extiendan las reticencias a recibirla.
  • Presión de grupo. Nadie se escapa de este efecto. Mucha gente con confianza plena en la vacunación tiene a su alrededor alguna persona con una opinión contraria, y sus argumentos, repetidos en el tiempo, a veces acaban calando. Esto puede manifestarse en que las opiniones a favor de las vacunas se omitan en esos entornos, que se coincida verbalmente con quienes rechazan la vacuna (sin que la opinión real a favor se modifique) o bien que la opinión sí cambia y, por tanto, eso influya en la conducta final: iba a vacunarme, pero ya no lo haré.
  • Miedo a lo novedoso. Muchas personas no tienen ninguna duda sobre la eficacia y seguridad de otras vacunas, cuyo proceso de desarrollo no ha sido tan público como este ni en una circunstancia tan excepcional. Además, normalmente, cuando hemos recibido una vacuna ha sido a una edad muy temprana (bebés o, como mucho, adolescentes), sin tener que plantearnos si queríamos o no (lo decidían nuestros padres) y se trataba de vacunas ya muy “rodadas”, con años a sus espaldas ofreciendo resultados muy positivos para la salud pública. O, en el caso de la de la gripe común tenemos la percepción de que es una enfermedad de sobra conocida y una vacuna sobradamente estudiada que, además, nos recomienda nuestro médico de cabecera. “En ambos casos, a nivel biográfico no hemos asistido al proceso de fabricación de una vacuna nueva para una enfermedad (ya sea esta nueva o antigua) sino que, para cuando nos la ponemos, la experimentamos como algo que nos viene dado y que está suficientemente testado. En el caso de la vacuna para Covid-19 nada de esto ocurre y esa novedad resulta amenazante para algunas personas”, explican.
  • Falta de conocimiento teórico sobre las vacunas. Aunque mucha gente crea que tiene mucha información sobre la vacuna del Covid-19, la realidad es que la población general no dispone de un conocimiento teórico suficiente sobre cuál es el mecanismo en el que se basan las vacunas, cómo se sintetizan y quiénes son los encargados de hacerlo y de supervisar el proceso. Si unimos a este factor el hecho de que hablamos de una enfermedad nueva, nos damos cuenta de que hemos asistido al surgimientos de una pandemia y a la fabricación de la vacuna para paliarla en un espacio de menos de un año. Esto genera en muchas personas la percepción de que esta vacuna se ha generado demasiado deprisa, de modo que, aunque no entienden bien cuánto es demasiado, no pueden evitar pensar que hay algo de precipitado en todo esto y es entonces cuando se instalan en la desconfianza, cuando no en el miedo.
  • Miedo al compromiso. Es un hecho constatado que solemos aplazar las decisiones que tiene que ver con nuestra salud cuando no vemos el peligro como algo inminente. Aunque, en este caso, puede resultar extraño comprender a alguien que no quiere vacunarse, puede tratarse de un tema de responsabilidad. “El planteamiento sería así: mejor que sean otros los que se expongan a inmunizarse, yo no quiero esa responsabilidad. Si esos otros acaban formando el “grupo” de inmunidad, puede que no lo necesite”, señalan en el informe.

¿Como nos sentiremos después de habernos inmunizado?

Respecto a las emociones que, con mayor probabilidad, podemos experimentar si nos vacunamos, los profesionales señalan la inquietud por saber cómo reaccionará nuestro organismo (algo que han manifestado muchos de los “primeros vacunados”); una sensación de liberación y seguridad, motivada por la disminución de la ansiedad constante de estos diez meses en los que, aunque observáramos con celo las medidas de protección, podíamos contagiarnos, y, por último, la nada desdeñable satisfacción altruista, una importante motivación para muchos de saber que lo que hemos hecho no solo es beneficioso para nosotros sino también para los demás (inmunidad de grupo).