Bienestar
¿Cuánto ejercicio debemos hacer para mejorar nuestra calidad de vida?
Dos estudios sugieren que para tener una vida larga y de calidad se necesitan dar alrededor de 7.000 pasos diarios o aproximadamente de 30 a 45 minutos de ejercicio casi todos los días.
Teniendo en cuenta que la esperanza de vida hasta hace muy poco rondaba los 30 años, con una mortalidad infantil que se aproximaba al 50%, el ser humano estaba acostumbrado a vivir acompañado por la muerte. Hoy en día, gracias a los avances en medicina y tecnología, la vida del ser humano se ha visto alargada de forma sin igual, por lo que es normal encontrar personas que llegan a los 90 años sin demasiadas dificultades. Pero, para aumentar nuestras posibilidades de gozar de una larga y prospera vida, probablemente deberíamos dar al menos 7.000 pasos al día o realizar deportes como tenis, ciclismo o bádminton alrededor de 2,5 horas a la semana, según dos estudios que arrojan algo de luz sobre la relación entre la actividad física y la longevidad.
Dichos estudios, que en conjunto llevaron a cabo un seguimiento de más de 10.000 hombres y mujeres durante varias décadas, muestran que ciertas actividades físicas en cantidades adecuadas reducen el riesgo de muerte prematura hasta un 70%. Aunque también sugieren que, en lo que se refiere a longevidad, puede existir un límite máximo en lo que a beneficios se refiere, y sobrepasar ese umbral muy probablemente no aumente años a nuestras vidas, incluso podría ser perjudicial. Varias investigaciones sugieren que los seres humanos que realizan deporte de manera habitual viven más que aquellas personas que rara vez realizan actividad física. Un estudio de realizado en 2018 por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), concluyó que alrededor del 10% de las muertes entre los estadounidenses de 40 a 70 años son el resultado de una escasa actividad física. Otro estudio, esta vez europeo, realizado en 2019, dictaminó que no practicar deporte durante 20 años, duplicaba el riesgo de los noruegos de morir jóvenes. Aun con estos resultados, los científicos no habían logrado precisar si la cantidad de actividad física podría estar relacionada con una mayor longevidad. Esos problemas subyacen en el centro de dos nuevos estudios que examinan la relación entre actividad física y longevidad desde ángulos que, aunque distintos, se entrelazan.
Los nuevos estudios
El primero de los estudios, publicado este mes en “JAMA Network Open”, se concentró en los pasos que dieron los participantes. Hoy en día, gracias a nuestros smartphones y sus “wereables”, estamos más que acostumbrados a llevar un conteo de nuestros pasos diarios a través del podómetro incorporado en ellos, además estos nos instan a dar un cierto número de pasos todos los días, que con frecuencia suelen ser unos 10.000. Pero la ciencia actual aún no ha demostrado que necesitemos llegar a esa cantidad para tener una vida sana y longeva.
Investigadores de la Universidad de Massachusetts en Amherst, junto al CDC y otras instituciones se preguntaron si dar menos pasos podría repercutir en la calidad de vida. Así que recurrieron a los datos recopilados en los últimos años por un estudio en curso sobre la salud y las enfermedades cardiacas en hombres y mujeres de mediana edad. La mayoría de los participantes se habían incorporado al estudio unos 10 años antes. En ese momento, se sometieron a evaluaciones médicas y llevaron un rastreador de actividad que registraba la cantidad de pasos que realizaban todos los días, esta evaluación se produjo durante una semana. A continuación, los investigadores extrajeron los resultados de más de 2.000 participantes y cotejaron sus nombres con los registros de defunción. Descubrieron que 72 de las personas que se habían sometido al estudio, habían muerto en los últimos 10 años, un número que no resultaba sorprendente dada la relativa juventud de las personas. Pero los científicos también observaron una estrecha relación entre el número de pasos y la mortalidad. Los hombres y mujeres que acumulaban al menos 7.000 pasos diarios cuando se incorporaron al estudio tenían un 50% menos de probabilidades de haber muerto que los que daban menos de 7.000 pasos, y los riesgos de mortalidad seguían disminuyendo a medida que aumentaban el número de pasos, hasta llegar a un 70% menos de probabilidad de muerte prematura entre los que daban más de 9.000 pasos. Pero a partir de los 10.000 pasos, los beneficios se estabilizaron. “Hubo un punto de disminución de beneficios”, explica Amanda Paluch, profesora asociada en la Universidad de Massachusetts, quien estuvo a cargo del estudio. Los participantes que daban más de 10.000 pasos al día, o incluso muchos más, en pocas ocasiones tuvieron vidas más longevas que las personas que daban un mínimo de 7.000 pasos.
El segundo estudio, publicado en mayo en la revista “Mayo Clinic Proceedings”, determinó unos niveles de actividad muy similares como la mejor apuesta para una larga vida. En el estudio se utilizaron datos del Estudio del Corazón de la Ciudad de Copenhague, que había reclutado a decenas de miles de adultos daneses desde los años setenta para conocer el número de horas a la semana que practicaban deporte. Los investigadores se centraron en 8.697 daneses que se habían incorporado al estudio en los años noventa, anotaron sus hábitos de actividad de aquel entonces y cotejaron sus nombres con los registros de defunción. 25 años después, aproximadamente la mitad había muerto. Por otra parte, los que declararon hacer algo de ejercicio, entre 2,6 y 4,5 horas a la semana, cuando se incorporaron al estudio tenían un 40% menos de probabilidades de haber muerto. Los investigadores trasladaron esas horas de ejercicio a un numero de pasos, estableciendo que las personas que realizan ejercicio durante 2,6 horas a la semana probablemente acumularían entre 7.000 y 8.000 pasos por día. “El grupo activo, el que hace 10 horas o más de ejercicio a la semana, perdió aproximadamente un tercio de los beneficios en su mortalidad en comparación con los que se ejercitaban durante 2,6 a 4,5 horas por semana”, sostuvo James O’Keefe, profesor de medicina en la Universidad de Missouri-Kansas y director de cardiología preventiva del Instituto del Corazón del Hospital St. Luke’s Mid America, uno de los autores del estudio.
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