Pandemia
Mascarillas en interiores, ¿cuánto les queda?
Para los expertos debería ser la última medida en eliminarse porque reúnen numerosos beneficios, adhesión y ningún efecto secundario
La llegada de la variante Delta, y su meteórica conversión en dominante en medio mundo muestra, entre otras cosas, que el virus está evolucionando para viajar mejor por el aire. Sabemos que las personas infectadas exhalan virus infecciosos en su aliento, y un nuevo estudio dirigido por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, evidencia que los contagiados con la variante Alfa (la cepa dominante que circulaba en el momento en que se llevó a cabo este estudio) «colocan» entre 43 y 100 veces más virus en el aire que las personas infectadas con las cepas originales.
Los investigadores también descubrieron que incluso las mascarillas que no tenían un buen ajuste y las quirúrgicas reducían la cantidad de virus que permanecía en el aire alrededor de las personas infectadas en aproximadamente la mitad, según publican en la revista Clinical Infectious Diseases.
“Nuestro último estudio proporciona una prueba más de la importancia de la transmisión por el aire –destaca Don Milton, profesor de Salud Ambiental en Maryland–. Sabemos que la variante Delta que circula ahora es aún más contagiosa que la variante Alfa. Nuestra investigación indica que las variantes siguen mejorando en su viaje por el aire, por lo que debemos proporcionar una mejor ventilación y usar mascarillas con buen ajuste, además de la vacunación, para ayudar a detener la propagación del virus”.
Para comprobar si las mascarillas funcionan a la hora de impedir que el virus se transmita, este estudio midió la cantidad de SARS-CoV-2 que se respira en el aire y comprobó la cantidad de virus que exhalaban las personas enfermas de covid después de ponerse una mascarilla de tela o quirúrgica. Los resultados muestran que su uso redujo hasta en un 50% las partículas cargadas de virus en el aire alrededor de la persona infectada, pero no impidieron que llegaran al aire.
La evidencia muestra que seguimos necesitandolas, que han llegado para quedarse y que su utilidad trascenderá la propia pandemia. Después de la eliminación de todas las restricciones relativas a los aforos y horarios de la hostelería y el ocio, la siguiente medida que podría flexibilizarse sería el uso de la mascarilla en espacios interiores. Pero esto son palabras mayores. Pocos se quieren aventurar a “tocar” demasiado pronto el símbolo de la pandemia, la medida que más vidas ha salvado y que, además, cuenta con una inmejorable adhesión por parte de la población española.
Por ahora, solo dos comunidades autónomas han hablado de ello: Madrid y Castilla-León. Por un lado, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruiz-Escudero, ha verbalizado la posibilidad de flexibilizar su uso en algunos interiores, excluyendo los centros sanitarios. En su opinión, no habría que tomar una decisión única. Más bien su apuesta sería valorar la ventilación de los locales y otros aspectos que permitan tener una visión más específica que permita hacer una selección más “finalista”. Por su parte, el vicepresidente y portavoz de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, ha asegurado esta semana que “no está muy lejano” el día en que pueda eludirse el uso de mascarilla en interiores y, aunque remite al Gobierno central para tomar esta decisión, opina que “es prudente esperar un par de semanas” para observar si los contagios se estabilizan.
Pero, ¿qué piensan al respecto los especialistas? No hay sorpresas: la obligatoriedad de la mascarilla en interiores debe ser la última fortaleza en caer. “Llevarla tiene muchísismos beneficios frente a ningún efecto secundario, mientras que, por ejemplo, seguimos con las Urgencias y las consultas de Atención Primaria cerradas, o las universidades funcionando con modelo híbrido, medidas ambas que sí tienen consecuencias negativas para la salud física y mental de la gente”, señala Pedro Gullón, profesor de Medicina Preventiva en la Universidad de Alcalá de Henares. En su opinión, “vamos a presenciar una guerra política entre las comunidades autónomas y el propio gobierno para ver quién se marca el tanto primero de quitarla en interiores; pero eso, desgraciadamente, no tendrá nada que ver con la salud”.
Otro aspecto en contra que apuntan es la llegada del frío. “Deberíamos pasar al menos el otoño y el invierno manteniendo el uso obligatorio de mascarilllas en interiores”, defiende Antoni Trilla, jefe de Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona. “Adicionalmente, nos protegen frente a la probable mayor circulación de otros virus en esta época del año, especialmente el virus gripal, que hacen prever un posible aumento de la presión asistencial”, añade. Tampoco le parece bien que se haga en unos espacios si y en otros no. “Las instrucciones para la población deben ser sencillas, claras y fáciles de seguir, eso lo hemos comprobado. Si hay muchas excepciones, lo que se ve perjudicado es el cumplimiento”, destaca.
Y es que, aunque estamos en tiempos de bonanza por la bajada de contagios y de casos, el virus nos ha enseñado a no fiarnos. “La covid se contagia vía aerosoles que se transmiten principalmente en lugares interiores, por tanto, no parece nada adecuado un planteamiento de este tipo hasta que veamos la evolución epidemiológica en los próximos meses”, añade Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública.
Disparidad en Europa
Alemania: mascarilla siempre, con flexibilidad en el tipo
Dependiendo de las circunstancias regionales, los estados federales pueden decidir las medidas que van a aplicar. En lo referente al uso de la mascarilla, es obligatorio el uso de las denominadas FFP2 en el transporte público (autobuses, taxis, trenes o aviones) así como en todas las terminales de viajeros. Asimismo, es obligatorio el uso de este tipo de mascarilla en las instalaciones sanitarias. No obstante, se permite el uso de la mascarilla quirúrgica en supermercados, establecimientos comerciales y en los eventos culturales en los que no se puede mantener la distancia mínima. En los centros educativos, oficinas, centros asistenciales, mercados, demostraciones e instalaciones deportivas cubiertas es suficiente el uso de una mascarilla médica.
Reino Unido: en cada estado, una norma distinta
El Gobierno de Boris Johnson solo tiene competencias sanitarias en Inglaterra, donde el uso de mascarillas nunca ha sido obligatorio en la calle. Desde el 19 de julio, ya no es obligatoria en comercios o transporte público, aunque las autoridades la recomiendan y han advertido que, si en invierno vuelven a subir los casos, se volverá a imponer. En Escocia y Gales aún deben utilizarse en las tiendas y en el transporte público, así como en los pubs y restaurantes cuando uno no está sentado. Tambien en los espacios públicos cerrados de las universidades y en las escuelas secundarias. En Irlanda del Norte solo lo son el transporte público, tiendas, pubs y restaurantes.
Italia: mascarillas y pasaporte sanitario en espacios cerrados
Solo es necesario llevar mascarilla en espacios cerrados, mientras que en el exterior es obligatoria siempre que no sea posible mantener la distancia de seguridad o en espacios abiertos que pertenecen a estructuras sanitarias. Sólo están exentos los menores de 6 años y quienes padecen algún tipo de patología incompatible con su uso. La reciente extensión del «pasaporte covid» para entrar a los lugares de trabajo ha puesto en entredicho la normativa vigente respecto a su uso. Algunos expertos han propuesto no tener que usarla en los espacios que exigen mostrar este documento, algo que, por el momento, el Gobierno rechaza por “prematuro”.
Rusia: uso anecdótico de la mascarilla en la práctica
A pesar de que el país sigue contabilizando una media diaria de 20.000 nuevos casos, no es obligatorio el uso de mascarilla en espacios abiertos, a no ser que se trate de un evento masivo. Así lo estableció el Órgano de Regulación de Rusia, Rospotrebnadzor, el pasado 5 de agosto, recordando su obligatoriedad en lugares cerrados con el riesgo de una sanción que podría ir entre los 1.000 y los 30.000 rublos (11,7€ y 353€). En la práctica, el uso de mascarilla es anecdótico y apenas se multa a la población, quedando en manos de las administraciones locales y regionales el control de las restricciones.
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