Salud

¿De quién son mis datos médicos?

La filtración del último borrador sobre el nuevo Espacio Europeo de Datos Sanitarios abre esperanzas y miedos acerca del manejo de millones de historiales clínicos personales e imágenes en todo el continente

La protección de datos se ha convertido en una prioridad para las empresas y más aún para los centros sanitarios
La protección de datos se ha convertido en una prioridad para las empresas y más aún para los centros sanitariosDreamstimeLa Razón

Nuestras historias clínicas, el calendario de nuestras vacunaciones, el genoma de las personas que haya formado parte de algún tipo de investigación médica, los datos de nuestros registros hospitalarios… La vida de cualquier ciudadano del mundo contemporáneo es un hervidero de informaciones sobre la salud que dejan rastro. Ese rastro, en ocasiones, es un tesoro codiciado por empresas, instituciones y gobiernos.

En la mayoría de los casos es simplemente parte de nuestra biografía íntima. Y muchas veces forma parte de la documentación imprescindible para llevar a cabo investigaciones que permitan luchar contra enfermedades. Para realizar un estudio epidemiológico de la incidencia de un tipo de cáncer, por ejemplo, y establecer su conexión con un hábito o un alimento, se requieren bases de datos de miles de pacientes bien protocolizadas, gestionadas, fáciles de manejar y que estén a disposición de los científicos. Por desgracia, no siempre es fácil encontrarlas. De hecho un obstáculo fundamental con el que terminan topando algunas líneas prometedoras de investigación es la falta de una base de datos de calidad.

Intercambio de información

Con el fin de mejorar la gestión y control de los datos sanitarios, a partir de 2023 está previsto que se ponga el marcha un nuevo Espacio Europeo de Datos Sanitarios, un organismo formado por 15 países (entre ellos España) destinado a promover el intercambio de estas informaciones.

Aunque todavía no se conocen exactamente los detalles de esta iniciativa, hace unos días se filtró un primer borrador del marco regulador bajo el que funcionará y que confirma que el sistema promoverá la transferencia de información sensible entre países.

La cantidad de datos clínicos generados en cada una de las acciones médicas o de investigación a las que nos sometemos diariamente es inmensa. Recientes estudios han sugerido, por ejemplo, que cada cama de hospital en el mundo desarrollado está relacionada, al menos, con 11 dispositivos conectados a Internet, entre los propios aparatos de asistencia, los dispositivos del personal médico, del paciente y de sus familiares. En 2017 había 165.000 aplicaciones de teléfono iOs y Android dedicadas a monitorizar la salud. En 2020, el volumen de datos digitalizados sobre sanidad aumentó en un 48 por 100. En las salas de emergencia de un hospital se pueden almacenar alrededor de 80 megas de información por paciente y año. Solo el Sistema Británico de Salud genera 1 millón de imágenes nuevas cada día.

Inteligencia Artificial

La gestión de todas estas informaciones es peliaguda. Por un lado, se trata de contenido íntimo y personal que debe ser estrictamente protegido. Por otro, el acceso legal a esas fuentes podría ayudar a impulsar investigaciones médicas de vanguardia, sobre todo desde que contamos con herramientas de Inteligencia Artificial capaces de extraer conclusiones muy poderosas de ingentes ristras de cifras e imágenes.

La pandemia de Covid-19 ha dado muestras más que evidentes de la importancia de contar con un sistema de gestión eficaz y rápido de estos datos. La velocidad a la que se lograron los primeros avances de una vacuna no habría sido posible sin cierta flexibilidad a la hora de manejar las bases de historias clínicas.

Pero Europa se ha dado a sí misma una muy exigente regulación sobre el uso de información individual. La Regulación General de Protección de Datos (GDPR) provee las bases legales para procesar estos informes para uso general, incluyendo los propósitos científicos. Pero, según ha publicado la revista Science, dentro de este marco legal las prácticas relacionadas con el consentimiento informado de pacientes, las exenciones al uso científico o la transferencia internacional de resultados dejan mucho que desear. Recientemente, el ministro de Sanidad de Alemania, Jens Spahn declaró que «los datos sanitarios son fundamentales para la asistencia eficaz de los ciudadanos, y muy especialmente para combatir amenazas transfronterizas como una pandemia». «Los datos salvan vidas», ha llegado a decir la comisaria Europea de Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides.

Un ejemplo paradigmático de los beneficios derivados del uso de datos compartidos es el de los pacientes aquejados de una enfermedad rara. Más del 95 por 100 de los pacientes de una de estas patologías desea compartir sus datos clínicos para mejorar su atención y para promover la investigación, según encuestas publicadas por la Federación Española de Enfermedades Raras. Estas patologías presentan una incidencia muy dispersa geográficamente. Ningún país por sí solo puede aportar un número de pacientes suficientemente alto como para que sirva de base para una investigación científica. Pero si las historias clínicas de toda Europa se unen es posible establecer conexiones que ayuden a la investigación. Además, el uso transfronterizo de los datos permite una mejor asistencia de los pacientes en caso de que se desplacen entre país.

Aún así, la gestión de datos clínicos encierra ciertos riesgos. Más del 80 por 100 de los pacientes encuestados en hospitales asegura que preferiría tener un control total de las informaciones derivadas de su estancia ante el temor de que puedan ser luego mal utilizadas por terceros.

Los pacientes con enfermedades más graves o con patologías crónicas también declaran tener miedo a ser discriminados en el trabajo o en su vida cotidiana si la información sobre su salud se filtra.

El futuro nuevo Espacio Europeo de Datos Sanitarios, del que solo conocemos de momento el filtrado borrador analizado esta semana por Science, supone un reto tecnológico y legal sin precedentes. La inversión tecnológica requerida para mantener bases de datos digitales viables capaces de manejar y proteger tamaña cantidad de información no ha sido aún tasada. Y las implicaciones legales del tráfico generalizado de informes clínicos entre fronteras han de ser bien evaluadas. De momento, parece que desde 2023 tendremos que empezara acostumbrarnos a que parte de la información que hasta ahora solo compartíamos con el médico esté a disposición de las autoridades sanitarias de 15 páises diferentes.