Enfermedades raras

Alopecia areata, cuando perder el pelo no es lo peor

Esta enfermedad autoinmune provoca un gran impacto sicológico con depresión y pérdida de la autoestima

Jada Pinkett Smith
Jada Pinkett SmithJordan StraussGTRES

Hay enfermedades que no son dolorosas ni amenazan nuestra vida, pero pueden ocasionar cambios profundos en nuestro estado emocional y en nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Es el caso de la alopecia areata, un trastorno de origen autoinmune manifestado por una pérdida de cabello, es decir, el sistema inmunitario ataca al pelo y éste se cae. Así, quienes sufren este tipo de alopecia no cicatrizal pierden cabello en zonas localizadas y de manera irregular e impredecible. «Esta alopecia afecta a una zona localizada en forma de parche o a un porcentaje importante de zonas de pelo. Existen casos de pérdida de todo el pelo del cuero cabelludo o incluso de la totalidad del cuerpo», explica Pablo de la Cueva, jefe de Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid.

Este problema impacta con frecuencia entre la población joven y puede desarrollarse tanto en hombres como en mujeres. De hecho, según explica Sergio Vañó, director de la Unidad de Tricología del Hospital Universitario Ramón y Cajal, «un 2% de la población femenina padece alopecia areata”. Precisamente, esta población suele sufrir consecuencias psicológicas de mayor impacto que el colectivo masculino. «Los efectos son devastadores», asegura el doctor. Vañó. De esta misma opinión es el doctor De la Cueva. «En las consultas observamos un alto nivel de frustración y de carga emocional, una mayor tasa de ansiedad y depresión pues esta patología afecta de forma importante a la autoestima y la imagen corporal», comenta.

José María Caballero, psicólogo clínico y profesor de posgrado de Psicopatología Forense, indica que la realidad que vive una mujer joven que sufre una inexorable caída de cabello es especialmente compleja. «La extraordinaria variabilidad en las estrategias individuales de afrontamiento nos aleja de cualquier respuesta categórica. Van desde la aceptación estoica y la resiliencia, a la depresión reactiva. Todas las opciones son posibles. Así, lo importante no es lo que nos ocurre, sino aquello que hacemos con lo que nos ocurre. Generalmente en consulta atendemos a aquellas personas que la situación les ha desbordado».

Sin embargo, asegura que un cambio brusco en el esquema corporal tiene consecuencias: «Ya sea en forma de obesidad metabólica, de quemaduras estéticas o de pérdida objetiva de cabello, desde el punto de vista clínico, implica dos elementos fundamentales, el estrés mismo asociado al cambio, y el duelo por las cualidades o características perdidas», explica. Sin embargo, indica que la pérdida de la imagen, de la estética social supone un duelo. «Todo cambio supone en mayor o menor medida, algo de estrés, y el estrés es especialmente pernicioso, cuando los potenciales efectos de la exigencia se perciben como crónicos o irreversibles. Es, en la irreversibilidad natural de este tipo de problemas, donde los pacientes encuentran el mayor escollo a la hora de aceptar sus consecuencias», señala.

El psicólogo recuerda que, durante toda nuestra existencia, lidiamos con sucesos irreversibles. «No es algo agradable, pero la vida es un continuo devenir de pérdidas. Perdemos la impunidad de la infancia al crecer, perdemos la inocencia, la sensación de protección externa infinita, perdemos la adolescencia cuando nos hacemos adultos», comenta. Y hace hincapié que, en estos casos, «es de vital importancia la capacidad de adaptación a lo que tenemos y la capacidad para renunciar a lo que tuvimos. Tarea que en no pocas ocasiones resulta dura y complicada».

Las variables que confluyen en la eficacia o ineficacia a la hora de afrontar el estrés y el duelo son múltiples. José María Caballero refiere la edad, el apoyo social y familiar, los factores de personalidad, el peso específico que sobre la imagen estética tiene la identidad de la persona, y las consecuencias objetivas sobre su entorno inmediato. Y concluye: «Para no caer en la incompetencia de la simplicidad, no hay consejos, no hay recetas, no hay fórmula mágica para elaborar un duelo por la alteración del esquema corporal. Baste si cabe, con dos puntos de referencia que la práctica clínica nos demuestra a diario: la sorprendente capacidad de adaptación que tiene el ser humano, y el mejor aliado, el tiempo».

En este sentido, el doctor De la Cueva también reconoce que la preocupación y la carga de la enfermedad que sufren los pacientes tiene una repercusión elevada en las personas del entorno familiar y social del paciente. A falta de que la ciencia desvele las incógnitas que rodean a esta enfermedad, el doctor recuerda que existen tratamientos efectivos para conseguir que algunos pacientes recuperen el pelo, como es el caso de los corticoides (tópicos, intralesionales o sistémicos), inmunoterapia con productos como la difenciprona, minoxidil tópico, rayos ultravioletas (fototerapia), inmunosupresores orales (ciclosporina o metotrexato). «En un futuro es probable que dispongamos de tratamientos innovadores con los que se están efectuando ensayos como los inhibidores de JAK», concluye.