Día Internacional del Pueblo Gitano

Las profecías gitanas del «tío Alfredo»

Un histórico patriarca de Aragón habla sobre los lastres que arrastra su etnia para integrarse en la sociedad y hace autocrítica: «Hay que dejarse de paguitas y trabajar»

El patriarca Alfredo Giménez, .
El patriarca Alfredo Giménez, .Jesús G. FeriaLa Razon

Aún no son las 12:30 horas de la mañana y la explanada de Madrid Río junto al Puente de Segovia de la capital se va llenando de personalidades del mundo gitano. Celebran el 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano, y aunque la ceremonia será clausurada por la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, el «corrillo» se forma en torno a otra figura que asoma entre el gentío con su cachaba gitana. Es Alfredo Giménez de la extensa familia Santos de Aragón, el «tío Alfredo», uno de los patriarcas más respetados de España aunque él, a sus 73 años de edad y sin soltar el pitillo de los labios, confiesa que prefiere la palabra «mediador». Esta figura, que ostenta siempre un hombre de edad avanzada y «de vida correcta» –según dictan los códigos de esta cultura–, es más respetada entre la comunidad gitana que la de jueces y policías porque lo que el patriarca ordene ha de cumplirse, según dice su ley. «Siempre me dicen “¡habla más alto!” pero para hacerse respetar no hace falta gritar. Yo les contesto que conozco los 55 palos del flamenco y puedo cantarlos bien alto pero hablar hay que hacerlo con dulzura y pausadamente» dice con aplomo. Esta filosofía de vida, podría decirse, Alfredo la aplica a todos los planos de su vida. «Impone mucho pero siempre respeta otros puntos de vista y tiene mano izquierda para hacer entender a las mentes más cerradas», dicen de él.

Porque, aunque reconoce todas las dificultades que tiene el pueblo gitano para integrarse en la sociedad, Alfredo no se corta un pelo en criticar todos los «clichés ciertos» que hay en torno a los gitanos. «¿Con qué se arreglarían la mayoría de nuestros problemas? Colegio, colegio y más colegio», zanja, emulando el «ganar, ganar y ganar» de Luis Aragonés. «Al que no lleve los niños al colegio, que se los quiten. No podemos estar esperando la paga para irnos a inflar a cervezas». Y nadie le dice ni mu.

Fundador del Instituto de la Cultura Gitana

El «tío Alfredo», como todos le conocen, vive en Zaragoza, fue fundador del Instituto de la Cultura Gitana, y lleva ya más de 13 años resolviendo conflictos entre familias gitanas no solo de Aragón, sino que a veces también tiene que desplazarse a otras partes de España donde surgen contratiempos, como un juez que estuviera de guardia permanente.

A él acuden a pedir auxilio para todo tipo de problemas: desde económicos hasta reyertas, pasando por disputas de pareja o familias que excluyen a un miembro por ser homosexual. «Me ha pasado de todo», admite, pero las vivencias que tiene grabadas a fuego son las que vivió con su padre, de quien «heredó» el cargo de patriarca tras pasar por sus hermanos mayores, aunque recalca que esta responsabilidad no se hereda como un negocio familiar sino que la gente deposita en él esa confianza por una trayectoria de vida. ¿Qué significa eso? «Que no tengas que agachar la cabeza por nada, yo nunca he hecho cosa mala», dice. Quizás fue lo que vio en casa porque cuando ya su abuelo y luego padre ejercieron de patriarcas en Aragón (desde antes de la Guerra Civil) él recuerda cómo llegaba mucha gente a su casa a pedir auxilio. «Por eso mi madre siempre hacía de comer olla gitana para 30 y 40 personas», recuerda.

El estigma del gitano

A alguno cobijaron un par de días cuando huía desterrado por un delito de sangre y más de una vez recuerda cómo su padre iba al cuartel de la Guardia Civil para que soltaran a algún conocido. «Una vez vino una mujer llorando porque tenían a su marido retenido. Fue la primera vez que fui con él. Cuando llegamos al cuartel ya estaban con el látigo preparado. En el pueblo de al lado habían robado, se corrió la voz de que había sido un gitano y cogieron a ese solo por ser gitano. Sí sí. Antes era así pero mi padre dio que lo soltaran y así hicieron», asegura.

Alfredo sostiene que su padre tenía ese poder entre la Guardia Civil porque tras la Guerra Civil le habían dado una «carta de inmunidad» por haber curado a un coronel en un tiroteo en el Ebro. «La carta estaba sellada y decía: Todas las fuerzas del orden público del Estado Español le harán acatamiento y se pondrán a sus órdenes». Pero, ahora, confiesa que ya no funcionan así las cosas. Es el único hermano que queda de los cuatro varones que fueron y reconoce que es un gitano atípico porque no le gusta el «culto» –la iglesia Evangélica que practican la mayoría de los gitanos– y porque pudo estudiar hasta el instituto.

Ordena el destierro

Fue porque en su casa nunca hubo mucha necesidad gracias a que su padre, que fue tratante, le fue muy bien con el ganado. Él, sin embargo, no quiso continuar con el negocio. De su pasión por la historia y el arte que aprendió en clase surgió su pasión por los anticuarios, de lo que ha vivido toda la vida aunque ahora está centrado en la resolución de conflictos y de tratar de abordar los retos de su pueblo. Lo más complicado del primer asunto es cuando hay problemas de violencia y tiene que aplicar el destierro.

«Si ha habido sangre han de ser desterrados. Normalmente se va la familia por sí misma porque saben que así lo dice la ley». Si no ha sido algo muy grave puede que con cambiarse de barrio sirva; si la cosa ya ha llegado más lejos, tienen que abandonar la ciudad e incluso cambiar de comunidad autónoma «en una semana o diez días», explica Alfredo, que presume de haber sido siempre un avanzado con respeto a los derechos de la mujer gitana. «Aquí en Zaragoza todas tienen carné de conducir y estudian», asegura, y también trata de meter en la cabeza de quienes todavía viven en la caverna, de que «el matrimonio entre adolescentes se va a prohibir». «Bajo mi jurisdicción ya está prohibido: cuando me llaman para esas bodas digo que no voy y que se esperen a que cumpla 18 o 20 años», asegura.

La prueba del pañuelo

Y es que el ir a pedir la mano de una chica de no más de 16 años es una práctica aún vigente, como la «honra» de la mujer; es decir, que se compruebe el día de la boda si la chica ha llegado virgen al matrimonio (la famosa prueba del pañuelo).

Eso sí, Alfredo se muestra optimista con las nuevas generaciones y cree que ya «les ha entrado en la cabeza que hay que estudiar y salir de los servicios sociales». «Tienen que abandonar los guetos e integrarse, sino siempre seremos unos mangantes y nunca nadie nos querrá contratar porque a los tres días se cogen la baja. Siempre les digo: gitano, evolucionas o te mueres. No se puede vivir toda la vida del Estado». Lo que sí reconoce Alfredo son las dificultades que ha atravesado su pueblo. «En muchos sitios ser gitano es un estigma y más si eres mujer. Siempre nos hemos criado con el miedo en el cuerpo y eso se paga incluso con la salud ¿Tú sabías que un gitano tiene 15 años menos de media de vida que un payo?», apunta. Pero critica la idea de «vivir del victimismo». «Hay que estudiar, trabajar, emprender y dejar atrás los clichés que se ven en las series de televisión. Tenemos que dejar de vender esa imagen».

Ahora está volcado con la guerra de Ucrania porque denuncia que los gitanos que viven allí están siendo discriminados: «Tienen problemas en los puntos de evacuación y destino. No podemos permitir el racismo en estas circunstancias».

Un acto contra el “antigitanismo”

La mañana no acompañaba mucho pero las principales personalidades del mundo gitano no quisieron perderse ayer el acto por el Día Internacional del Pueblo Gitano celebrado junto al río de Madrid. Además de recordar que es una comunidad reconocida por sus valores familiares y referentes artísticos, varios políticos destacaron la importancia del movimiento asociativo para llevar la igualdad a su pueblo. También se destacó la importancia de crear nuevos referentes educativos para que la gente joven quiera crecer intelectualmente. Uno de ellos es Sara Jiménez, diputada de Ciudadanos, que anunció que se iba a promover que se aborde el tema del fracaso escolar y la infravivienda en las nuevas políticas, al igual que peleará por que a través de la futura Ley de igualdad de trato se modifiquen los puntos 22.4 y 510 del Código Penal para que incluyan el «antigitanismo» como causa específica e racismo. Una realidad que, a su juicio, todavía no está reconocida.