Calor
Así se sobrevive en Montoro, el «infierno» de España
Este pueblo de Córdoba batió el año pasado un récord histórico al disparar su mercurio hasta los 47,4 grados. Ayer, ya superaban los cuarenta: «El aire quema, no se puede aguantar en la calle y estamos en mayo. La que nos espera», confiesa
María José cuenta que cuando apenas contaba unos meses de vida, su madre la envolvía en una manta mojada y la dejaba en el suelo para que el calor «no le hiciera mal y estuviera fresquita». Ahora, con 57 años, su cuerpo ya es capaz de aguantar los casi 50 grados que marca el termómetro de Montoro, en Córdoba, en los picos de agosto, sin pestañear. Bueno, más bien sin soltar el dedo del mando del aire acondicionado. En este pueblo de poco más de 9.000 habitantes situado en el Valle del Guadalquivir, a unos 46 km de Córdoba, ya es verano. Allí, según cuentan los vecinos, no hay primavera ni otoño, tan solo estío e invierno.
Así que, mientras que en el resto de España esta semana ya se calentaban motores y el mercurio superaba los 35 grados, en este pueblo cordobés, conocido como el fogón de España, o más bien, «el infierno» andaluz, nos llevan semanas de ventaja. «Aquí, desde Semana Santa ya estamos en verano, a primeros de abril nos ponemos la manga corta, los tirantes, y no nos los quitamos», apunta María José, que regenta el restaurante «El sol zapatilla». La primera parte del nombre del local no hace falta explicarlo, el segundo, es el apodo de la familia en el pueblo.
«Los que somos de aquí estamos acostumbrados a estas temperaturas y sabemos que cuando empieza a pegar el sol, a eso del medio día, hay que salir lo mínimo a la calle. Mi yerno estuvo aquí la semana pasada y lo pasó realmente mal por la temperatura y es que, hemos tenido hasta 38 grados», explica la hostelera.
Y la previsión va en aumento, superando incluso los 40 grados en plena primavera. Y es que, según los datos de los expertos de Meteored, este mayo va a convertirse en el más caluroso del siglo y hoy se batirán récords de temperaturas en todo el país. «Aquí ya somos famosos por ser capaces de hacer un huevo frito sobre el techo de un coche. Se calienta tanto que es como una sartén», apunta la vecina de Montoro.
Allí, el aire acondicionado es una cuestión de vida o muerte, de hecho, según relatan los vecinos, desde las doce del mediodía, la banda sonora de las calles vacías es tan solo el «runrún» de los aparatos «salvavidas». «Y eso también repercute en nuestro bolsillo, que menudas facturas de luz pagamos. Yo en casa pago unos 300 euros al mes, y en el restaurante, más de 3.000, así que imagínate este año según están los precios de la energía», aventura María José.
Y es que fue aquí, en Montoro, donde el pasado verano se registró la máxima temperatura histórica en nuestro país según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). El sábado 14 de agosto de 2021 se alcanzaron a los 47,4 grados: «Fue una locura, no se podía salir de casa», puntualiza esta montoreña que confirma que no es Écija el pueblo más «infernal» de la Península como muchos piensan, sino que es su Montoro natal.
La conjura de la orografía
Pero, ¿por qué en este enclave se producen estas temperaturas tan extremas? «Lo que ocurre en el Valle del Guadalquivir en general es que coinciden varios factores: muchas horas de sol, poco viento, y una potente masa de aire cálido proveniente del norte de África. Además, el propio valle provoca un efecto estancamiento que evita que haya movilidad en el aire haciendo que se acumule y se convierta en un horno», explica el meteorólogo Martín Barreiro.
En el caso más específico de Montoro se explica por su posición precisa en dicho valle: «Está ubicado entre Sierra Morena y los Sistemas Penibéticos. Para hacer una comparativa podemos utilizar un corte en sección de una bañera y vemos como hay dos zonas más altas a los lados y otra (el valle) más baja en el medio. Pues bien, cuando los rayos de sol impactan sobre este terreno, lo hace sobre una misma superficie, pero en un menor volumen. Montoro se ubica en el lugar donde menos volumen hay y, por lo tanto, el embolsamiento de calor es mucho mayor», detalla Barreiro.
Juani, que trabaja en una mercería en Montoro, nos muestra la temperatura que marca su coche al mediodía: «Mira, 44 grados, este fin de semana vamos a morir», bromea. Cuenta que allí el ventilador está ya a pleno rendimiento y que por las noches abre todas las ventanas y balcones para que corra un poco de aire. «Estoy segura que se quedan cortos con las previsiones, porque lo que sufrimos es mucho más calor del que dicen en realidad», confiesa.
Eso sí, agradece que los avances tecnológicos hagan su vida más fácil: «Antes, nuestros padres y abuelos lo que hacían era dormir en camastros en el suelo que es donde se estaba más fresquito. También regaban mucho los campos y jardines para refrescar el ambiente. Ahora das al mando y solucionado».
Para Juani, este exceso de calor también causa estragos en los negocios, ya que la gente no sale de casa a comprar hasta última hora del día. «En pleno verano, hasta las ocho o así no hay clientela, comienzan a venir a partir de esa hora, pero, claro, a las nueve cerramos así que tenemos que apurar lo que podemos. Es normal que la gente no quiera salir porque es que el sol quema, literalmente».
Horarios en función del termómetro
Carmen suscribe sus palabras. Ella también gestiona una boutique en Montoro: «Aquí lo que hacemos es adaptar nuestros horarios wal calor. Cuando pega fuerte, lo que hago es abrir más tarde y alargar el cierre», reconoce mientras nos desvela los 37 grados a la sombra que marca el termómetro que tiene a su lado. «Lo peor son estos días, cuando cambiamos del frío al calor, luego ya se nos queda pegado al cuerpo y tiramos el resto del verano. Ten en cuenta que hemos pasado de dormir abrigados a ir en sandalias de un día para otro. Son cambios muy radicales».
Además, Carmen asegura a que donde mejor se está cuando el sol aprieta es en las casas antiguas, como la de su madre: «Esos muros tan gordos son muy buenos aislantes, no como ahora. Si construyeran como antaño no necesitaríamos el aire acondicionado».
Toñi, por su parte, reconoce que, si ellas lo pasan mal, «imagínate cómo sufrirán los que trabajan en el campo». Hablamos con Jesús Sánchez, un agricultor y ganadero de 27 años que trabaja en sus explotaciones de Montoro: «Yo estoy en el campo 356 días al año, tengo ovejas y olivos, así que cuando hace mucha calor lo que hago es sacar al ganado más tarde y dedicarme a los olivos. Pero claro, las altas temperaturas no son buenas tampoco para el campo porque cuanto antes venga, más pronto se seca el pasto y tenemos que invertir en suplementos de comida para los animales, lo que implica un sobrecoste para nosotros». También impacta sobre sus plantaciones ya que «un exceso de calor afecta a la floración, no cuaja y la producción de aceitunas se reduce».
Como hombre de campo es testigo directo del cambio climático: «Cada vez llueve menos y más tarde, aquí, hasta noviembre, no veremos una gota. Los embalses están casi vacíos y el agua es vida, no solo para los agricultores, sino para nuestro día a día. Es más, cuando más vacíos están los embalses, un mayor número de insectos se anclan en la zona y alteran el agua que luego bebemos. Así que, si seguimos así, la calidad de nuestra agua empeorará».
Jesús, hasta hace cuatro años, no tenía aire acondicionado en casa «y desde que me lo he puesto, noto mucho más el calor, no sé si será bueno esto. Antes el cuerpo se acostumbraba a la temperatura, ahora se siente el contraste y eso hace que padezcamos más las altas temperaturas, casi que con el ventilador me iba mejor», dice entre risas.
Según asevera este joven ganadero, pronto, en Montoro, «solo se escuchará el ruido de los apartados de aire acondicionado por las calles y las chicharras, porque nadie querrá salir de casa, salvo a los que no nos queda otro remedio que hacerlo. Yo de momento ya me voy preparando para lo que está por venir».
Un augurio al que se suma Carmen, asombrada por el alza del mercurio: «Preparémonos, porque esto solo acaba de empezar. Nos espera una buena».
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