Religión

Beato Juan Pablo «de la sonrisa»

Francisco eleva a los altares al Papa italiano que solo gobernó 33 días, al que presenta como referente de su reforma para lograr «una Iglesia que no cae en el involucionismo»

El Papa Francisco hoy, durante la beatificación de Juan Pablo I
El Papa Francisco hoy, durante la beatificación de Juan Pablo IRICCARDO ANTIMIANIAgencia EFE

La Plaza de San Pedro ha vivido hoy un chaparrón de santidad. Literalmente. La lluvia se hizo presente durante toda la ceremonia de beatificación de Juan Pablo I, el hombre que solo estuvo al frente de la sede de Pedro durante 33 días, un pontificado truncado por un infarto, una repentina muerte rodeada hasta hoy de rumores de complot nunca probados. Más de cuatro décadas después, Albino Luciani ha sido elevado hoy a los altares por Francisco, que situó su festividad litúrgica el 26 de agosto, fecha de su elección como Papa.

«Hermanos, hermanas, el nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo», ha ensalzado el pontífice en una ceremonia singular, no solo por ser el último Papa fallecido en el siglo XX, sino por la multitud congregada en la eucaristía teniendo en cuenta que se trataba de un único beato como protagonista.

Un pastor humilde

Aunque el referente de Jorge Mario Bergoglio es Pablo VI y el Vaticano II como fundamento de su pontificado, Francisco se remitió a Albino Luciani para justificar su modelo eclesial de la pirámide invertida: «Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio ‘yo’ en el centro y buscar la propia gloria».

Al presentar a Albino Luciano como modelo de católico, durante la homilía subrayó cómo «siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde». «Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor», aseveró, para rogar a Dios el don de que cada creyente «obtenga ‘la sonrisa del alma’, que es transparente, que no engaña».

Además, el pontífice argentino se apoyó en el gesto risueño del que fuera patriarca de Venecia para justificar su reforma que tiene como base la exhortación «Evangelii Gaudium» –La Alegría del Evangelio–. Ni más ni menos que hasta diez referencias sobre el modelo eclesial por el que apuesta Francisco le remitieron a la sonrisa del beato: «Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, el rostro sereno, el rostro sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, no está enfadada, no es impaciente, no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado cayendo en el ‘involucionismo’».

Apariencia religiosa

En contraposición al último Papa italiano hasta la fecha, el pontífice argentino ha reflexionado sobre las erradas motivaciones para ser cristiano. «Detrás de una perfecta apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las propias necesidades, la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una posición, de tener las cosas bajo control, el ansia de ocupar espacios y obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras cosas», comentó, apostillando a continuación: «Esto sucede hoy entre los cristianos».

En esta exposición sobre el ser cristiano, también alertó de los falsos salvadores. «El estilo de Dios es distinto», aseveró Francisco, en tanto que «no quiere seducirnos con el engaño, no quiere distribuir alegrías baratas ni le interesan las mareas humanas». «No profesa el culto a los números, no busca la aceptación, no es un idólatra del éxito personal», sentenció el Papa sobre la tentación del «encanto de la popularidad».

Este modelo de liderazgo eclesial no pasa para Francisco por «entrar en una corte o participar en un desfile triunfal, y tampoco recibir un seguro de vida». «Al contrario, significa cargar la cruz», subrayó Bergoglio, como reflejo del «amor que se da hasta el extremo, sin medidas y sin límites». «La medida del amor es amar sin medidas», añadió. En paralelo, reclamó a los presentes apuntar con sus proyectos «hacia lo alto» para «no vivir a medias».

Curación de una encefalopatía

Luciani es el quinto Papa del siglo XX que llega a los altares. Y se logra tras la aprobación de un milagro por intercesión que permitió la curación en 2011 de una niña argentina de once años con una grave encefalopatía, después de que su madre rezara al pontífice italiano. En una celebración cargada de simbolismo. La reliquia ofrecida en el altar es un texto que escribió en 1956 incrustado en una piedra de su pueblo, Canale d’Agordo. El tapiz con el retrato del beato que presidía el acto estaba firmado por el artista chino Yan Zhang, un guiño sobre la amigable autoridad romana sobre la comunida católica frente al régimen comunista.