Fe y vida pública
Las tres virtudes que describen una entrega total
Ha mostrado que fe, razón y vida pública no están reñidas entre sí
Ni el amor existe sin la esperanza, ni la esperanza sin el amor; y ninguna de ellas sin la fe», nos enseñaba san Agustín hablando de la tres virtudes teologales que, previamente, había «instaurado» san Pablo en su archiconocida Carta a los Corintios: «En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad, pero la más grande de todas es la caridad».
Mucho se ha escrito desde entonces acerca de estas virtudes en sí mismas y en relación a la Iglesia católica, no siempre con acierto.
Desde un punto de vista teológico, lo primero que debe decirse es que las tres provienen de Dios y conducen a Dios, estando indisolublemente unidas entre sí.
El relativismo imperante hoy en día ha aceptado tan solo la caridad, tomándola en una de sus facetas, la de ayudar al prójimo necesitado.
A partir de ahí y tan vagamente armado, este mundo relativista, parece exigir a la Iglesia y a sus fieles –para ser aceptados por él– que puede practicar la caridad, pero que cuando lo haga, se olvide de la verdad de la fe que la informa y perfecciona.
Don Antonio Cañizares ha entregado su vida a enseñar que toda obra de caridad a la que le falta la fe no es caridad cristiana, es filantropía, que está muy bien, pero es otra cosa.
Esto, y su empeño en demostrar que fe, razón y vida pública no están reñidas entre sí, le ha granjeado en no pocas ocasiones en determinados foros el título de «ultracatólico» que, a buen seguro, no le molestará, por mucho que no acabe de entender –ni él, ni nadie– qué significa realmente ese calificativo que le adjudican.
Ahora concluye su etapa al frente de la Archidiócesis de Valencia uno de los hombres más grandes que he conocido… y he tenido la inmensa suerte de conocer a muchos. Muchas gracias, Don Antonio.
✕
Accede a tu cuenta para comentar