"El Gordo"
Más de 1.500 euros para entrar el primero en el Sorteo de Navidad
«Chuchi» y «El obispo» duermen a las puertas del Teatro Real desde hace una semana pese al frío y la lluvia
No hay Navidad sin «El Gordo», ni sorteo sin «El Obispo», «Chuchi» y el resto de «fans» de esta fiesta del azar que hacen cola desde hace días a las puertas del Teatro Real, donde se celebra hoy el sorteo, para ser los primeros en pisar la moqueta donde los niños de San Ildefonso cantarán los premios. En esta ocasión es «Chuchi» el primero de la fila, llegó desde Novales, en Cantabria (donde vive), el jueves a las 11:30 de la mañana «y con la misma ilusión de siempre, pese a que sean ya 15 años los que llevo viniendo al sorteo».
Pese al frío, la lluvia y el resto de inclemencias que tan solo los que duermen al raso conocen, «Chuchi» está exultante: «Comencé a venir en homenaje a mi padre y a mi tío, con quienes de pequeño siempre compraba lotería y veíamos el sorteo juntos. Me decían: ‘’Un día estaremos allí con los niños de San Ildefonso’', pero fallecieron antes de poder hacer su sueño realidad. Por eso vengo yo ahora, por ellos, caiga quien caiga», explica a LA RAZÓN. De hecho, nos muestra uno de los décimos que lleva en memoria de sus familiares, el 00000, «el de la realeza, como decía mi padre».
Las noches en la calle para conservar su primera plaza no son fáciles: «Para dormir me pongo dos capas de cartones, luego coloco encima un edredón viejo, me meto en un saco y me echo encima un edredón de esos de melocotón que son muy suaves. Pero vamos que si tienes que levantarte para ir al baño del parking de al lado a media noche ya te desvelas y te congelas», reconoce.
Él tiene alquilada una habitación en un hostal cercano donde acude a asearse y a echar alguna cabezada a lo largo del día. Pero para ello necesita de sus amigos y compañeros para que le guarden la plaza. Ahí entra «El obispo de la lotería», el número dos de la fila. Son más que conocidos, ya puede decirse que tienen una buena amistad que roza la familiaridad. Son muchos años compartiendo hazañas navideñas. «Yo llevo viniendo nueve años y en esta ocasión llegué al Teatro Real el sábado a las siete de la mañana», cuenta a este diario este hostelero de León que desde entonces no se ha quitado el disfraz de obispo, «el original, no se admite imitación», dice con humor.
«Para mí estos son mis vacaciones y reservo unos ahorrillos para poder permitírmelo. Entre transporte, alojamiento, comida... yo calculo que más de 1.500 euros me dejo aquí todos los años, pero merece la pena por vivir ese momento en el que se abren las puertas del Real y entramos los primeros», confiesa. Él, a diferencia de «Chuchi» que viene con su hijo Sergio, viaja solo desde León, «pero la gente que me quiere me está acompañando desde donde estén, es más sin el apoyo de mi familia no podría estar aquí, porque todos estos días tienen que cubrirme en la cafetería que regento. Gracias a ellos puedo vivir esta ilusión cada año», relata.
A Juan, «El obispo», le gusta hablar con los viandantes, hacerse fotos con los curiosos e incluso explicar a los extranjeros el por qué de su acampada. «Hay quienes ya nos conoce y se acerca a saludarnos. Otros nos traen café e incluso gel. La gente es muy amable y divertida». Eso sí, las horas se hacen largas. Chuchi que hoy cumple una semana en la ‘’pole position’' emplea el día jugando a las cartas con Juan, dando algún paseo por la zona mientras vigila su posición de reojo «incluso ha habido años que montábamos una hoguera para calentarnos, organizábamos partidos de fútbol y cantábamos villancicos», añade el hostelero leonés.
Naranjito en la «pole»
Lo que ambos sí que han notado es que desde la pandemia son menos los que aguardan a las puertas del Real. De hecho, se echa en falta a otra de las «fijas», Manoli Sevilla: «Ella vendrá más tarde, tiene 86 años y tiene que tener cuidado porque dormir en la calle es duro. El año pasado tuvo que estar ingresada un mes por el frío que cogió. Eso sí, hoy estará aquí».
En la tercera posición del ranking está el malagueño Álvaro Pinazo, de 29 años que lleva viniendo al sorteo nueve años: «Mi familia dice que estoy loco, pero es algo que me encanta. De pequeño veía a esta gente por televisión y me daba mucha envidia. Ahora yo formo parte de esta tradición».
Además, este año lleva un disfraz muy especial: «Voy a ir de Naranjito en honor a los 40 años del Mundial. Como no encontraba uno, me lo he hecho a medida, he pagado 135 euros por él, por eso, no me lo he puesto hasta hoy por miedo a que se estropeara con la lluvia», dice a este diario.
En la víspera del sorteo, fue Álvaro junto a Juan, «El obispo» al que le tocó hacer guardia durante gran parte de la noche, por eso, reconocen que, «cuando nos abren la puerta del Teatro Real, tomamos algo caliente y nos sentamos en la butaca... nos entra un sueño. Este ha sido el año que peor lo que he pasado con el tema del frío ha sido terrible». También lidian con los que llegan a última hora y quieren colarse, «pero aquí estamos para poner orden. Aun así, para ellos no hay mal que les impida cumplir cada año su ritual lotero, «además, este nos va a tocar con toda seguridad», vaticinan. La ilusión es lo último que se pierde.
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