Navidad
El próximo señor de Villa Meona
Recordemos que en los polémicos inicios del idilio no podían casarse y que se acusó a Vargas Llosa de haber sido infiel a su anterior mujer
Un amigo de mis padres se divorció de su mujer dejándome muy pensativa ¿la razón de mi perplejidad? Sus 92 años. “Queremos tomar caminos distintos” “tenemos formas distintas de ver la vida”…
¿Formas distintas de ver la vida? Pensé _mientas sonreía amorosamente_ si yo con 45 no veo tres en un burro… Me pareció una mala decisión, eso sí, muy romántica y, sobre todo, idealista porque hay que ser muy romántico y muy idealista para emparejarse (y enamorarse) a ciertas edades, pero sobre todo hay que serlo para cortar. ¿Han visto “Elsa y Fred” de Marcos Carnevale?
Bien, Mario Vargas Llosa, e Isabel Preysler, personas encantadoras, pareja interesantísima, parejón, en plena posesión de sus facultades intelectuales y sociales _me consta en ambos casos_ se separan. Y vamos a analizar las causas últimas, más allá de dimes y diretes, de chismes y de quién movió la patita cuándo.
Isabel ha anunciado su nueva situación sentimental en Hola, que es el palacio donde habita Isabel, donde se casa, se viste, donde tiene hijos, nietos, donde pone el árbol de navidad y donde se separa; y no una revista. Desde esa entidad, ese vórtice en el que no existen arrugas ni imperfecciones, y donde el sol calienta a la temperatura justa, nos cuentan que el motivo son los celos. Escenitas de celos recurrentes que perturbaban su deseo (natural) de paz y tranquilidad.
¿En serio, Don Mario? ¿Episodios de celos a su edad, con su experiencia? ¿Celos de quién? ¿Se imaginan a Vargas Llosa dando un portazo, o mejor, arrojando un jarrón de porcelana de Capodimonte contra la repisa de la chimenea como Escarlata O’Hara discutiendo con el cobardica de Ashley Wilkes?
Por supuesto, hay otras versiones, que no dejan al Premio Nobel “de loquito”, sino que apuntan a un interés (bastante plausible) y respetable por parte de nuestra reina de corazones en casarse y formalizar la historia.
La noticia es totalmente Telecinco y, por supuesto, ha saltado en Telecinco. Por medio de un show todo lo hilarante que se imaginan, María Patiño, vestida de coctel, bajo un cielo de rayos y truenos muy Fabrica de la Tele y muy “Jovencito Frankenstein”, ha declarado, entre pausas dramáticas y gingles maravillosos, escotadísima, pero con máxima gravedad, sobre un púlpito, que Mario no ha cedido al chantaje emocional de la Preysler.
Recordemos que en los polémicos inicios del idilio no podían casarse y que se acusó a Vargas Llosa de haber sido infiel a su anterior mujer; la propia exesposa del Nobel de Literatura declaró que se había enterado de su separación por la prensa del corazón…
Dice Patiño, que desde el entorno de Patricia Llosa (prima, ex mujer y madre de los hijos del escritor) no se habla de otra cosa que de la negativa reiterada del peruano a casarse con la filipina, que no querría el día de mañana, si a su novio le pasa “algo” quedar como la “amante de”.
_No me creo eso, no puede ser, a Isabel no le hace falta dinero_ Replica mi amiga Carmen, una de las mejores analistas del contemporáneo y del Hola.
_No es por dinero, Carmencita, es estética_Respondo.
_¿Y rompes por eso? No me cuadra….
Hay que pensar en los egos, Isabel es claramente Fu Manchú, para bien y para mal (yo la admiro como todes), una señora durísima, severa, disciplinada, implacable, con un narcisismo del tamaño de Latinoamérica, y no es descabellado que en su orden estético (que no es la estética de las uñitas) se tenga que casar, teniendo en cuenta que para ella la Estética es importantísima, una cosmogonía donde todo es perfecto y donde ella reina sin un pelo (ni de la cabeza ni del alma) fuera de su sitio.
Por otra parte, él, debe tener sus manías y ser un poquito ególatra, como todos los escritores de éxito (y los de fracaso) y puede que no haya cedido en este choque frontal de trenes y carismas.
¡Importante! desde «El programa de Ana Rosa», Alessandro Lecquio ha asegurado que no sólo no quiere casarse con la madre de Tamara Falcó, sino que estaba hasta las narices de vivir más asociado a los escandalitos de la Marquesa de Griñón y sus amigos que a sus propios quehaceres literarios.
Lo que está claro, y allá va mi reflexión, es que, por la razón que sea, por las antes expuestas o por otras, se han tenido que llevar a matar (pienso yo) porque a semejantes edades uno no está para correr aventuras. Digo yo, que, cumplidos los setenta, con el cortejo hormonal tranquilito, uno se atempera, contemporiza y no se lanza a cambios vitales radicales. Qué pereza, ¿no? A menos que la situación sea invivible…
Pero España contiene el aliento y abre mucho los ojos. Lo que este país y el mundo quiere saber ahora, con todo respeto y cariño, bajo la inmensa expectación que solo un mito como Preysler puede suscitar, es la identidad del próximo señor de Villameona. Hagan sus apuestas.
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