Contra problemas de la Iglesia

Su batalla judicial contra los abusos: caso cerrado

El tribunal alemán que investigaba supuestos encubrimientos como arzobispo de Múnich da ahora por terminado el proceso

Joseph Ratzinger en 2005 cuando era arzobispo de Múnich
Joseph Ratzinger en 2005 cuando era arzobispo de MúnichERK WIRGININGSAgencia EFE

«Dado que no somos el Juicio Final, entonces se completaría el proceso con respecto a él». Tras conocer su fallecimiento, con esta contundencia el Tribunal Regional de Traunstein, en Baviera da por cerrado el caso de supuestos encubrimientos por parte de Joseph Ratzinger durante su etapa como arzobispo de Múnich y Freising entre 1977 y 1982.

Fue la reciente auditoría externa encargada por la propia archidiócesis la que denunció una posible inacción por su parte al conocerse entonces cuatro casos de abusos. En concreto, en un documento presentado por el gabinete de abogados Westpfahl Spilker Wastl se planteaba la posibilidad de que Benedicto XVI sí hubiera sabido sobre la historia de un sacerdote agresor antes de encomendarle un nuevo destino en 1980. El Papa emérito negó la mayor.

De hecho, el pontífice alemán mostró su intención de declarar en un futurible juicio. Pero, dado su estado de salud, se le permitió presentar un escrito de defensa sin necesidad de testificar personalmente. El Tribunal Regional de Traunstein, en Baviera, le dio de plazo para enviarlo hasta el próximo 24 de enero. Una vez recibida la documentación, la Fiscalía tendría que valorar si continúa o no con la imputación de Benedicto XVI en el proceso. Si Ratzinger no hubiera dado este paso, se le habría declarado en rebeldía. Ahora, todo esto, ya se da por finiquitado tras su deceso.

Sin embargo, refleja cómo la lacra de los abusos sexuales se ha impuesto como una losa a medida que aumentaban sus responsabilidades eclesiales. Como prefecto de Doctrina de la Fe en la era Wojtyla comenzaron a llegar los primeros expedientes que hasta entonces permanecían orillados y silenciados.

Sin embargo, el «ministro» alemán fue el primero en dar un golpe sobre la mesa de Juan Pablo II para reaccionar con contundencia ante la que hoy se ha convertido en la mayor crisis de credibilidad de la Iglesia. Se llegó a comentar incluso que Ratzinger habría dado un ultimátum al Papa polaco para afrontar de cara el caso de Marcial Mariel, fundador de los Legionarios de Cristo, que llegó a convertirse en amigo personal de Wojtyla y con una voz más que influyente en los pasillos vaticanos.

Respaldado en aquel momento por el pontífice del que fue confidente, inició entonces la primera cruzada contra la pederastia eclesial que asentaría a lo largo de su pontificado como Benedicto XVI y al que Francisco está dando su impulso definitivo. Las acusaciones suenan igual en países diferentes: eran sobre todo sacerdotes acusados de abusar sexualmente a menores. Durante tiempo la Iglesia como organización no solo no les expulsó, sino que además les permitió encontrar nuevos trabajos, de nuevo como persona de confianza de la congregación y los feligreses, provocando un grave daño a toda la organización eclesiástica de norte a sur.

Inexactitudes

Los críticos de Ratzinger, sin embargo, aseguran que no ha llevado a cabo un trabajo de investigación y reparación lo suficientemente adecuado, en especial por no permitir abrir determinados archivos concernientes a casos en disputa, lo que no era exacto. El profesor de Derecho Católico de la Universidad de Múnich Thomas Schüller, explicaba al medio alemán «Correctiv» que, bajo su punto personal de vista, en el caso de Benedicto XVI debido a este motivo la Iglesia debería analizar su obra con mayor exhaustividad antes de nombrarle santo, si se diera el caso.

En el caso de los Legionarios de Cristo, el documentalista alemán Christopf Röhl le inculpó en su película «Defensor de la fe» de 2019 de, al parecer, haber tenido constancia desde antes de los años noventa de los casos de abusos en el seno de los Legionarios de Cristo a través de la denuncia de sacerdotes chilenos. Benedicto y el Vaticano, sin embargo, negaron dichas acusaciones aportando ya pruebas documentales de las acciones que se habían ido tomando para acabar con esta lacra.

En su Alemania natal, los baches para atajar el problema han continuado hasta hoy. Por ejemplo, impulsando la labor de grupos como el Camino Sinodal, que en febrero ya advirtió de que el documento de la diócesis de Múnich es la punta del iceberg y que había que profundizar en las medidas tomadas.

«No será el último caso investigado. Otras diócesis le seguirán y cada vez nos veremos confrontados con abismos insondables que me llenan de vergüenza», explicó el presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Georg Bätzing, al medio católico DomRadio cuando explicaba cómo la labor de investigación emprendida por mandato de Benedicto XVI comenzaba a dar sus frutos.

Clara la postura de la Iglesia ante los abusos. Muchas voces apoyaron la labor de Benedicto. Como declaraba el obispo italiano Giuseppe Versaldi: «Es preciso subrayar que existe un ensañamiento contra la Iglesia católica, casi como si fuera la institución en la que tienen lugar con más frecuencia este tipo de abusos. En América del norte, donde se han registrado la mayoría de los casos, el número de sacerdotes culpables de estos abusos es muy reducido; y en Europa es todavía menor».