Caso Marta del Castillo
Antonio del Castillo: «Estoy condenado a escuchar a Carcaño»
El padre de Marta del Castillo cree que el asesino de su hija miente, pero sólo él puede decir dónde está su cadáver
La familia de Marta se debate entre la rabia y la tristeza. El origen de tan incompatibles y dispares sentimientos tiene un nombre: Miguel Carcaño. Hace meses ofreció su séptima versión de cómo murió Marta del Castillo y dónde se deshizo de su cuerpo. Señaló el margen izquierdo de la carretera que une Sevilla con la localidad de La Rinconada. La Policía lo creyó y durante varias jornadas se dejaron el sudor y las ilusiones en la ya famosa finca de «La Majaloba». No hubo éxito. Ante la falta de avances, y como Miguel se ofrecía a colaborar en lo que fuera necesario –«yo sólo quiero ayudar», decía– le pidieron que se sometiera a la P300 (el conocido como test de la verdad). Un especialista leyó cómo las ondas de su cerebro reaccionaban ante determinadas imágenes y frases y estableció que la mente de Carcaño apuntaba a que el enterramiento se había producido, con toda probabilidad, en una escombrera de Camas. Y tenía su lógica, ya que el emplazamiento está situado junto al puente del río desde el que Miguel aseguró, en una primera versión, que había arrojado el cadáver.
Pero, claro, si el cuerpo de la joven hispalense estaba en la escombrera de Camas, la versión de «La Majaloba», valía tan poco como una moneda falsa. Ante la falta de resultados en ambas búsquedas, a la familia de Marta se le agotó la paciencia y decidió acusarle por un delito contra la integridad moral. Es decir, mintió cuando afirmó que el cadáver de la hija de Antonio y Eva estaba en La Rinconada y lo hizo deliberadamente para aumentar su dolor y su sufrimiento: estaba jugando con ellos.
Él negó ayer esta acusación durante su última declaración judicial que ha conocido LA RAZÓN: «Nunca he tenido la intención de causar dolor a la familia de Marta. Cuando conté lo de La Rinconada es porque quería ayudar, porque quería colaborar con el caso y poner punto y final. Yo ya estoy condenado con sentencia firme, así que si hablo es porque quiero que todos descansemos en paz, pero no tengo obligación de hacerlo y ella está en la zona de La Rinconada», explicó con seguridad y voz calmada.
Declaró por videoconferencia desde la prisión de Herrera de La Mancha, Ciudad Real, donde pasa sus días condenado por el asesinato de Marta y también por un delito contra la integridad moral. Por este último le impusieron un año y tres meses de prisión. Una nadería si se compara con el dolor que genera cada vez siembra la semilla de la esperanza en el domicilio de Eva y Antonio, pero luego, ante la falta de resultados, sólo crece la desesperanza.
«Miguel ha dicho hoy que jamás ha señalado la escombrera de Camas como el lugar donde se enterró a mi hija. Que fue su cabeza con la P300, pero que él no habló. Miente. Estuvo en la escombrera de Camas y delante de cinco policías señaló algunas zonas. Espero que el Juez llame a declarar a estos cinco agentes, porque ellos le pondrán en su sitio, porque su mentira no puede quedar impune», explicó Antonio del Castillo a LA RAZÓN. «Este individuo es más listo de lo que nadie se pueda imaginar. Insiste en que la versión buena es la de La Rinconada para que no le condenen y la tristeza es que, aunque sé que es un mentiroso, aunque no me creo nada de lo que diga, si vuelve a dar una versión que tenga un mínimo de lógica, allí estaré yo para escucharlo, y para pedir que la Policía contraste la veracidad de sus palabras. Estoy condenado a escuchar a Carcaño».
El padre de Marta del Castillo juró hace mucho tiempo que, mientras le quedase un hálito de vida, no desistiría de dar una digna sepultura a su hija. Los sinsabores se acumulan, «pero me tengo que levantar y seguir luchando. Saco fuerzas de donde puedo», reconoce mientras de reojo cada mañana sigue pendiente de la escombrera de Camas donde la Policía ha reanudado las tareas de búsqueda del cuerpo.
«Aquí, sólo mi familia y yo tenemos algo que seguir perdiendo. Él no, él sólo puede seguir haciéndonos daño con sus mentiras o, de una vez por todas, contar la verdad y dejarnos descansar a todos en paz».
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