Programas espaciales
Un madrileño y un catalán quedan en Marte
Ángel y Pablo han sido preseleccionados por Mars One para viajar al planeta en 2026.
Tiene en contra a la NASA, al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y a buena parte de la comunidad científica. Pero el holandés Bas Lansdorp, CEO del proyecto Mars One, no desiste: en 2026, un grupo de cuatro astronautas serán los primeros humanos no sólo en pisar Marte, sino en convertirse en sus primeros colonos terrícolas hasta el fin de sus días. ¿Los obstáculos? No son pocos. Entre ellos, conseguir patrocinadores e inversores para lograr una financiación de en torno a 6.000 millones de dólares –5.350 millones de euros–. Lo que no han faltado son voluntarios para este viaje sólo de ida. La compañía afirma haber recibido desde 2013 más de 200.000 solicitudes. Ahora, los preseleccionados son cien. Y entre ellos, dos españoles: Angel Jané y Pablo Martínez.
Ambos han estado atentos a las noticias esta semana. La NASA ha hallado indicios de agua salada que podría fluir en la superficie marciana. Concretamente sales hidratadas. Y ya sabe, donde hay agua, puede haber vida.
«Puede ser un incentivo que dé un empujoncito a las expediciones. También es interesante para el futuro asentamiento: conocer aquellas localizaciones con agua líquida», asegura Ángel. «El anuncio implica que, en un 99,9% de posibilidades, hay agua líquida en el subsuelo. Y es muy importante: no va a estar contaminada por las sales de la superficie ni por la radiación. Y es muy probable que en esa agua encontremos vida, porque ha logrado mantenerse», explica Pablo. Ambos han seguido la noticia con interés, pero con vida o no, su decisión está más que tomada. Pero, ¿qué les ha movido a querer dejar nuestro planeta?
Ángel, de 40 años, vive en Barcelona, es técnico de energía solar y tiene una hija de 6 años. «El sentimiento lo he tenido desde pequeño. Siempre he pensado que podía hacer algo grande, pero no sabía el qué. Y siempre me ha fascinado la aeronáutica y la astronomía. También me gustaría inculcar algunos valores a la juventud, porque la veo algo desorientada. Cada uno debe buscar su camino», explica. Pablo, de 38, es madrileño y licenciado en Física y doctor en Electroquímica, Ciencia y Tecnología por la Universidad Autónoma de la capital. «¿Las motivaciones? Son infinitas. Siempre he sido inquieto, me ha encantado explorar... y es la oportunidad de dedicarme a la ciencia el resto de mi vida, y de hacer algo grande por la humanidad», apunta. No en vano, de lograr su objetivo, cree que la tecnología empleada para llegar a Marte podría ser utilizada para nuestro beneficio en la Tierra, tal como ocurrió con el programa Apollo.
Ambos explican lo que, hasta ahora, se puede revelar del proyecto. Actualmente, y tras pasar entrevistas y test médicos, hay preseleccionados 100 astronautas de todo el mundo: 50 mujeres y 50 hombres. En septiembre se reunirán con los responsables de Mars One, que les realizarán un perfil psicológico. Después, llevarán a cabo una simulación en la Tierra donde se someterán a pruebas de aislamiento. Y, tras la criba, se sabrán los 24 elegidos. En 2026 saldría la primera de las seis expediciones a Marte, cada una de cuatro tripulantes y con dos años de intervalo.
Una vez allí, vivirían en una serie de cápsulas, adheridas a unos módulos inflables de soporte vital. Cultivarían alimento a través de cultivos hidropónicos. Todo bajo la atenta mirada de las cámaras, que realizarían un «reality». «La compañía Endemol, que ideó ‘‘Gran Hermano’’, estaba muy interesada. Pero al final no hubo acuerdo, porque a Mars One no le interesaba este formato de ‘‘show’’», explica Ángel. «Sí que han dicho que quieren hacer documentales, pero todo más del estilo de ‘‘National Geographic’’: muy alejado de ver morir a alguien, de ver trifulcas y del morbo», añade. Mars One contacta periódicamente con ellos. Pablo dice que los preseleccionados pueden mandarles sugerencias, pero éstas «se encuentran bajo secreto de sumario».
Críticas del MIT
¿Miedo? Ninguno. «De lo que tengo miedo es de vivir aquí en la Tierra, sin pena ni gloria, para consumir y pagar al banco. Y llegar a mi lecho de muerte pensando qué he hecho con mi vida», dice Ángel. ¿Riesgos? Saben lo que hay. «Hay muchos: la radiación, peligros en el lanzamiento, los ‘‘minutos de pánico’’. Pero si Colón hubiera analizado los riesgos, quizá no hubiéramos descubierto nada», añade. Dichos peligros constan en un informe elaborado por el MIT que subraya la poca viabilidad de la misión. Pablo aclara este punto. «Las críticas hay que saber leerlas. El problema no es el informe, sino las lecturas que hicieron algunos medios. En su página 4 viene a decir que no tienen ni idea de cómo va a hacer las cosas Mars One, por lo que las suponen: dicen que si se hacen las cosas de determinada forma, la tripulación puede morir a los 64 días; pero luego afirma: ‘‘Imaginemos que no lo hacen así...’’. Y ya no nos morimos en 64 días. Es un buen artículo, pero muy teórico y con poco parecido con la realidad».
Aún se desconoce cómo resolverá Mars One el desafío técnico de enviar seres humanos a 225 millones de kilómetros. De hecho, la NASA no plantea la posibilidad hasta la década de 2030, por lo menos. Ambos creen en Mars One, pero saben que el proyecto podría no llevarse a cabo. «Tengo fe en las personas involucradas. Que se lleve a cabo o no por temas económicos y tecnológicos... Hay muchos retos. Si no se hace, no pasa nada», dice Ángel.
El MIT no es el único incrédulo. Sus rostros ya son conocidos. «Me he encontrado de todo. Gente que piensa que somos unos chalados, unos ‘‘frikis’’, y que esto es una estafa. Pero también gente que nos apoya», confiesa Pablo. ¿Y sus familias? Porque, como ellos, son conscientes de que si van a Marte no regresarían. «No es para tomárselo a broma...», dice Ángel, cuya hija tendría 17 años si pasa a ser miembro de la primera expedición. «Ella es muy consciente. Si la misión hubiera sido en uno o dos años, no me hubiera apuntado. Para mí, ella es lo más importante», afirma. Y es que «el trabajo como padre va más allá de darle ropa o una casa; también es inculcarle unos valores para que, cuando sea adulta, tenga sus convicciones y sueños». «Al principio a mis padres no les hacía mucha gracia. Pensaban que me iba en dos años...», relata Pablo. «Pero cuando vieron que me hacía mucha ilusión y que me iría en 10 años vista, me apoyaron firmemente. Mi madre dice: ‘‘En 10 años, vete a saber dónde voy a estar yo’’. Prefieren que elija mi futuro».
Es posible que, de materializarse el proyecto, no coincidan, pues las expediciones reunirían distintas nacionalidades. Pero, con los tiempos que corren, el hecho de ver juntos a un madrileño y a un catalán conviviendo en Marte no deja de tener su... ironía. «Ni soy catalanista ni españolista. Tengo una filosofía más amplia», dice Ángel. «Para mí, Pablo es un compañero. Nos conocemos en persona. Si él es madrileño y yo soy catalán, es sólo porque hemos nacido aquí. Pensamos bastante similar. Ni para mí es un rival ni yo lo soy para él. Si ves la Tierra desde el espacio, se te olvidan las nacionalidades, las religiones... ves la esencia del ser humano». Y concluye: «A todos nos vendría bien irnos para dejarnos de tonterías...».
«Me considero ciudadano del mundo», responde Pablo. «Y en lo que a mí se refiere, todos somos seres humanos. ¿Que vamos él y yo, que nos conocemos más? Por mí perfecto. Pero el resto es política». Así, «el mundo no se acaba porque se independicen. Y si al final se quedan, mejor. No es algo que me quite el sueño... si se hacen las cosas bien. El problema es que, ahora mismo, se están haciendo las cosas bastante mal», concluye.
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