Desapariciones
Desaparecidas bajo la sombra de los malos tratos
Ángeles, Piedad, Sonia... a todas se las perdió el rastro. Un parte médico de agresión, una visita a un centro de ayuda a mujeres maltratadas o un episodio de violencia marcaron sus vidas antes de que desaparecieran.
Ángeles, Piedad, Sonia... a todas se las perdió el rastro. Un parte médico de agresión, una visita a un centro de ayuda a mujeres maltratadas o un episodio de violencia marcaron sus vidas antes de que desaparecieran.
Ángeles Zurera, Angelines como la llama su hermano, desapareció el 2 de marzo de 2008. Hasta ese día Antonio no sabía nada del tipo de relación que mantenía su hermana con su ex. «Conoció a su ex marido cuando eran niños. Con 13 o 14 años ya estaban de novios. Estuvo casada unos 20 años. Los días siguientes de su desaparición fueron un bombazo para mí. Recuerdo que pensé, ¿esto que es?». Su hermana en ningún momento le dijo algo que le hiciera pensar que las cosas en casa no iban bien. Sólo recuerda que en una ocasión vio cómo su cuñado seguía a su hermana con el coche. «El día antes de que viera a mi hermana con el ojo morado Angelines paró su coche donde yo estaba trabajando. Él venía detrás y se paró también».
En ese momento Antonio no pensó que este detalle tuviera importancia. «A mí nunca me contó que mi ex cuñado le hubiera maltratado, ni que estuvo viviendo con otra mujer siete años mientras estaban casados, ni que pidió permiso a sus hijos para divorciarse. No me lo dijo, ojalá lo hubiera sabido. La agresión se la contó a tres personas que son las que declararon estos hechos ante el juez». Antonio se refiere al episodio sufrido el 19 de febrero de 2008; 12 días después su hermana desaparecía.
«Según el parte médico, esa agresión le dañó el tabique nasal, le causó un derrame en el ojo y un hematoma grande en el brazo por cómo la estrelló. Angelines dijo que fue porque dio un volantazo con el coche para no atropellar a un perro... La médica no se lo creyó, pero no saltó el protocolo de violencia de género que debía haber saltado. No sé si porque eran otros tiempos...».
Cuando desapareció, la Guardia Civil empezó a tomar declaraciones, y es tras hablar con tres familiares cuando le dicen a Antonio que busque el parte. Esto motivó su detención y su imputación por violencia de género. Su ex marido aceptó la condena por maltrato. «No hubo juicio porque se llegó a un acuerdo entre las partes por el que fue condenado a seis meses de prisión. Al no tener antecedentes no ingresó». También se le puso una orden de alejamiento hacia ella, ya para entonces desaparecida.
Preguntamos a Antonio sobre la posibilidad de que su hermana decidiera escapar. «La desaparición voluntaria de Angelines está descartada desde el minuto uno». «Cuando desapareció –prosigue– había varias líneas de investigación abiertas. Se pensó en varias personas, pero a los dos meses sólo había uno, mi ex cuñado. Fue la propia Justicia quien le imputó sin que nadie lo pidiera. No es una imputación concreta, sino una imputación general en la que se precisa que tiene que ver con la desaparición de mi hermana».
Aunque el caso se ha archivado provisionalmente, la familia de Angelines ha recurrido. «Desde que le pega hasta que desaparece hay una persecución. Le llamaba cuatro, cinco, seis veces al día. La perseguía con el coche. Iba a casa de mi hermana diciéndole que quería volver. El dos de marzo él la llamó a la 01:20 de la madruga. La llamada duró dos minutos y medio. Ésa es la última llamada que mi hermana coge. ¿Por qué dice que no hablaron de nada durante dos minutos y medio?». No es la única pregunta que se plantea Antonio. «El día 2, ya de día, no la llamó. ¿Por qué? Si todos los días la llamaba varias veces, iba a verla, era una persecución permanente». «Esto no prueba nada, lo sé –añade–, pero es un indicio. ¿Por qué asedió durante 12 días a mi hermana y luego a partir de su desaparición ni una llamada. ¿Por qué?».
Con estas dudas muy presentes, la familia de Ángeles ha vuelto a recurrir. «Hemos solicitado más de 30 nuevas diligencias a realizar que no se habían hecho, como analizar los dos teléfonos móviles que tenía mi hermana por si hubiera imágenes, mensajes, vídeos... Encontrar un teléfono en cualquier investigación es importante y ellos los tienen». Además «hemos solicitado una nueva búsqueda en una gran área».
«Queremos que se haga justicia. La situación que vivimos los familiares no es la misma que con la muerte de alguien. Estamos en permanente duelo. La justicia se piensa que este dolor se pasa con el tiempo, pero todo lo contrario, se hace mucho más profundo. No estamos buscando a mi hermana viva. Los perros han detectado olor a cadáver en la excavadora propiedad de él. Queremos que se siga buscando, que la Justicia preste la atención que se merece no sólo la desaparición de mi hermana, sino la de todas las desapariciones: 26.000 en 2016. Las familias no necesitamos más promesas ni buenas palabras, necesitamos medios».
Éste no es el único caso de mujer desaparecida en la que hay sospecha de violencia de género. «Muchas veces si no aparece la desaparecida, quizá no se pueda demostrar que ha habido violencia de género. Si mi hermana no hubiera tenido esa agresión no hubiéramos relacionado su desaparición con el maltrato.Estoy seguro de que muchas desapariciones de mujeres están relacionadas con la violencia de género. Pero hay que demostrarlo», explica Antonio.
«No te puedo decir qué porcentaje de desaparecidas» están bajo la sombra de la violencia de género, explica Paco Lobatón, presidente de la Fundación QSD Global, no hay estudios oficiales. «En estos casos sólo se puede hablar de indicios. Salvo en el caso de Piedad Moya, único caso en el que ha habido condena firme en una desaparición sin haber cuerpo», precisa Lobatón. Piedad desapareció en abril de 2014. Estaba en trámites de divorcio. Había recibido amenazas y sufrió episodios de violencia de género. Su ex fue condenado por homicidio pese a no haber localizado su cuerpo. Encontraron en su casa el libro de familia que siempre llevaba Piedad en su bolso, también una falda de ella y restos de sangre en el lavadero del acusado.
Otro posible caso es el de Piedad García. Su rastro se perdió tras la cena de Navidad de 2010 de la empresa en la que trabajan ella y el padre su hijo. Ella tenía 30 años y dos hijos. Estaban separados. Tras la cena, él se ofreció a llevarla en coche. Nunca más se supo de ella. Él se ahorcó dos días después. Hablamos con la madre de Piedad, Antonia, que no pierde la esperanza. «Si pudiera hablar con ella le diría que la quiero mucho y que sus hijos la están esperando todavía». A él, qué ojalá hubiera dicho «dónde está mi hija, no dejó ni una nota». Antonia no tiene ninguna duda de que fue él, pero nos explica que no cree que Piedad sufriera antes violencia de género. Nunca me lo dijo».
Mª Piedad García
El rastro de Piedad se pierde tras la cena de Navidad de la empresa en la que trabajan ella y su ex pareja en Boadilla del Monte. Era 12 de diciembre de 2010. Él se ofreció a llevarla a casa. Dos días después, él se quitó la vida. No dejó ninguna nota.
Piedad Moya
El 4 de abril se cumplieron tres años de su desaparición. Piedad, que vivía en Mataró (Barcelona), sufrió episodios de violencia de género. Su ex marido fue condenado por homicidio pese a que aún no se ha localizado el cuerpo de Piedad.
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