Accidente de Transporte
Doce horas intentando estirar la esperanza
Eran las ocho de la mañana cuando las familias se agolpaban en el edificio Cersia, habilitado por el Ayuntamiento de Santiago de Compostela. Buscaban respuestas, un nombre, a un ser querido... Fueron las 12 horas más largas, porque hasta una hora más tarde no daban información de los viajeros que se encontraban ingresados en algún hospital. De fallecidos aún no se hablaba. El sistema de búsqueda que se habilitó era básico, como explica un concejal del Ayuntamiento a LA RAZÓN, cada familia llegaba y facilitaba los datos de la persona que buscaba. Después, permanecía esperando en las butacas en un amplio salón de actos, junto a otros familiares que «trataban de alargar la esperanza», destaca Elena, una voluntaria que les ofrecía alguna infusión para calmar su angustiosa espera. Sólo los que tenían algún familiar ingresado en los hospitales recibían noticias, ya que las autopsias se alargaron a lo largo del día. Minuciosidad, serenidad y paciencia. Eran las cualidades de los voluntarios que asistían ya a lo irremediable.
Fatal desenlace
Cuando comunicaron los primeros fallecidos, un grupo numeroso de personas anunciaba el nombre de algún pasajero al que habían identificado, en principio, gracias a las huellas dactilares. Cuando los familiares se identificaban, un psicólogo los asistía para comunicarles el fatal desenlacey los trasladaba al tanatorio para que pudieran identificar el cuerpo. No hubo listas, ni el angustioso peregrinar por los hospitales como en otras tragedias.
Los propios voluntarios salían consternados. «Llevamos aquí desde las 02:00 de la mañana. Se han muerto muchos hijos, muchos jóvenes».
En el multiusos Fontes do Sar, en la capital gallega, donde se ha habilitado un tanatorio provisional, los que llegan no quieren pedir micrófono y foco. Solamente encontrar a los suyos. «¿Y mi familia? Estamos buscando por todas partes, madre mía». Es el grito desolado de un hombre. Algunos parientes suyos viajaban en el Alvia Madrid-Ferrol, protagonista de un fatídico accidente que, con más de medio centenar de víctimas mortales, es el más grave de todos los siniestros de tren registrados en el mundo en lo que va de 2013. Antes que él, otra mujer traslada su desolado grito, en alto, dirigido a quien quiera escucharla y pueda proporcionarle una contestación. «¿Mi tía?, ¿está aquí?». Es su tercer intento. Ha recorrido los hospitales y ha acudido al compostelano edificio Cersia, donde psiquiatras, psicólogos y personal de los equipos que atienden a los familiares han comenzado a proporcionar los primeros datos.
«Por prudencia las cosas van lentas», cuenta entre llorosa y resignada. Intenta probar suerte en esta morgue, escenario de un verdadero ajetreo. Allí espera que la respuesta sea negativa. «Mi tía tiene 70 años. Si el nombre no aparece en la lista no me dejan entrar», cuenta a la vuelta a los informadores. «Estoy un poco confusa, y consternada. No sé a dónde acudir ya». «Estamos todos repartidos, entre unos puntos y otros, para ver quién obtiene información antes. Esto es desesperante». La solidaridad con su dolor es absoluta y obligado el consuelo.
Al final de la jornada, los equipos forenses identificaron a 67 personas. Sólo faltarían 13 para completar los 80 fallecidos, aunque advierten de que para concluir deberán realizar las pruebas de ADN, que se demorarán entre dos y tres días más.
✕
Accede a tu cuenta para comentar