Igualdad de género
El futuro es de ellas
Superan a los varones cada vez en más ámbitos y obtienen mejores calificaciones, pero los «techos de cristal» y las desigualdades siguen siendo un freno en su desarrollo.
Superan a los varones cada vez en más ámbitos y obtienen mejores calificaciones, pero los «techos de cristal» y las desigualdades siguen siendo un freno en su desarrollo.
Hagamos un fugaz viaje a través del tiempo. Finales de la década de los 60. El porcentaje de solteras de entre 26 y 30 años era del 22%, se casaban a los 24,6 años y tenían unos 2,86 hijos de media. Hoy, este porcentaje asciende al 85,6%, contraen matrimonio a los 34,4 años y tienen de media 1,34 retoños. La esperanza de vida de una mujer en 1960 estaba en torno a los 72 años. Actualmente, se sitúa casi en los 86, aventajando en cinco a los varones. Por aquel entonces, sólo tres de cada diez estudiantes universitarios era mujer y las alumnas de ingeniería se contaban con los dedos de seis pares de manos: apenas 60. Hoy, el alumnado femenino representa el 54,3%, hay en torno a 60.000 mujeres en las aulas de ingeniería, sacan mejores notas y presentan menos fracaso escolar en todas las etapas educativas. Hace seis décadas, su tasa de ocupación no llegaba al 40%. Hoy, más de un 80% de las mujeres de entre 30 y 34 años tiene un empleo. Para finalizar, dos efemérides: hasta 1963, nuestro Código Penal contemplaba el derecho del marido a matar a su mujer adúltera; hasta 1981, el Código Civil estipulaba que la esposa debía pedir permiso a su cónyuge para poder trabajar, cobrar su salario, abrir una cuenta corriente, obtener el permiso de conducir... Hasta aquel momento, la mujer soltera se equiparaba al menor y no podía abandonar el hogar sin consentimiento paterno.
El antes y el ahora. Ha sido un largo camino en la reivindicación de derechos y la reclamación de oportunidades. Durante el siglo XX se ha abonado el terreno para que el XXI sea, definitivamente, el de las mujeres. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, se presentó ayer un estudio internacional realizado por el Georgetown Institute for Women, Peace and Security y el Peace Research Institute of Oslo. ¿El resultado? Una puntuación a nuestro país de 0,86 sobre 1 en lo que respecta a la calidad de vida de las mujeres: inclusión, justicia, seguridad... España se sitúa en un destacable quinto puesto, sólo por detrás de Islandia, Suiza, Noruega y Eslovenia.
Ahora bien, ¿son felices las españolas? Un estudio elaborado por Laura Sagnier, profesora del EAE Business School y consultora de PRM Market Intelligence, ha medido su sensación de bienestar. Su mayor fuente de satisfacción, al menos en aquellas que son madres, son los hijos, con un 75% de mujeres que afirman sentirse muy felices; ya en la madurez, el porcentaje de felicidad se repite al ser preguntadas por sus nietos.
¿Y con qué se sienten menos satisfechas? Con el físico: un 44% afirma no ser feliz en este sentido. «Es un tema muy preocupante», afirma Sagnier. «Nos sentimos más infelices con nuestro aspecto físico que con otras cuestiones, como el hecho de no tener tiempo para nuestras aficiones. Algo que puede achacarse al auge de las redes sociales, mostrarse en fotos...», añade la experta.
Y es que la mujer, a día de hoy, parece que tiene que seguir siendo una «superwoman» que, consecuentemente, acaba agotada. No es de extrañar que tres de cada diez no estén contentas con su estado de salud. «Están duplicando sus jornadas laborales. Al llegar a casa, suman otras seis horas de trabajo: tres para los hijos y otras tres para el cuidado del hogar», dice Sagnier. Datos a tener en cuenta: en una pareja sin hijos, el cuidado de la casa se reparte en un 72% para ellas, un 25% para ellos, y el 3% restante queda reservado al servicio remunerado; en una pareja con hijos a su cargo, la situación apenas cambia, con las madres soportando del mismo modo el triple de trabajo que sus cónyuges.
«En el pasado, los padres se ocupaban del 19% de las tareas. Ahora es el 27%», señala la experta. Sí, hemos mejorado ocho puntos. Pero, ¿está siendo suficiente? «De seguir este ritmo, tardaríamos entre dos y tres generaciones para lograr una equiparación en el reparto», asegura Sagnier. Ahora bien, el cambio de mentalidad podría acelerar la situación. «Con la movilización y concienciación actual, creemos que este espacio de tiempo puede quedar reducido a una generación».
Sí, queda aún mucho trabajo por delante. La brecha salarial entre hombres y mujeres se mantiene en España en un 14,2% en favor de los primeros, estando la media europea en un 16%. La tasa de ocupación de los hombres con hijos es del 82,8%, frente al 63,5% de las mujeres. Sólo el 9% de las trabajadoras ocupa puestos directivos y, las que lo han logrado, ha sido a base de muchos sacrificios. Mientras, el porcentaje de empresas con una mujer a su cargo es sólo del 15%. La representatividad de las mujeres en el Congreso ha aumentado respecto a los primeros años de la democracia, pero aún no han logrado la equiparación: no llegan a ocupar cuatro de cada diez escaños. Es cierto que están al frente de 35% de las concejalías, pero sólo hay un 19% de alcaldesas. Pese a que su mayor presencia en las aulas es una tónica en los últimos años, el porcentaje de catedráticas en la universidad es del 20,3%, mientras que el número de rectoras es aún más irrisorio: cuatro en las 50 universidades públicas que existen en nuestro país.
Por último, hay que subrayar, y sobre todo erradicar, el mayor de los desafíos, no sólo de las mujeres, sino del conjunto de la sociedad: la violencia de género, que deja más de 150.000 víctimas al año, de las cuales fallecen alrededor de medio centenar, y que desde 2003 –año desde el que se tienen registros– ya ha acabado con la vida de más de 900 mujeres. Unos números alarmantes, sin duda, que hace no tantos años ni siquiera eran de dominio público; no en vano, no hay que retroceder muchas décadas para comprobar que, antes, ni siquiera se denunciaba un drama que permanecía invisible. Si desde los años 60 hasta ahora las mujeres han afrontado cambios radicales, ¿por qué no pueden estas cifras acabar siendo reducidas a estadísticas del pasado?
El futuro es de ellas. Lo es de Elvira, que, con 22 años, cursa un máster en Inteligencia Artificial y aspira a hacer que los robots hablen a través de la revolucionaria técnica del «deep learning». «No podría poner una fecha, pero espero que en 50 años consigamos la igualdad. Prefiero que se valore el talento a las cuotas», afirma. Lo es de Sara, que superó un linfoma hace tres años y cursa Ingeniería de Caminos. «La mujer de hoy ha dado un cambio brutal. Lo noto en mi entorno, pero lo que nos está haciendo mucho daño son las redes sociales: están convirtiéndolo todo en algo muy superficial», afirma. Lo es de Alicia, novillera de 19 años que se abre camino en un mundo tradicionalmente masculino. «Estoy a favor de toda manifestación que luche contra la desigualdad, aunque, sin una buena comunicación o campaña de concienciación, los esfuerzos pueden resultar inútiles», afirma. Lo es de Carlota, que ha obtenido la mayor nota en Selectividad de toda la Comunidad de Madrid y que acaba de empezar la carrera de Biotecnología y Farmacia, entre otros motivos, para estudiar la enfermedad rara que sufre. «Los roles machistas irán desapareciendo en la sociedad del futuro, y a los hijos se les va a imponer otra mentalidad. Hay que educarlos desde pequeños en la igualdad», dice. Y también lo es de Clara, que, a los 19 años, dio un paso trascendental en su vida: entrar en el noviciado de la orden de las Esclavas Carmelitas. «Me considero feminista en el sentido de reivindicar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero no me identifico con el feminismo radical de ahora», afirma.
Con motivo del 8 de marzo, LA RAZÓN habla con todas ellas, cuyo futuro, sin duda ilusionante, aún está por escribir. ¿Qué les depararán los años venideros? ¿Quedarán enterradas diferencias que a día de hoy parecen insalvables? ¿Qué retos y cambios les tocará vivir?
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