Sociedad

En sidecar al cielo

Gracias a Lorenzo Pérez, que logró cambiar la legislación de los vehículos fúnebres, los apasionados de las dos ruedas ya pueden hacer su último viaje en moto.

Lorenzo Pérez, en su moto Ural con sidecar transfor-mada y homologada. Foto: Sidecar Funerario
Lorenzo Pérez, en su moto Ural con sidecar transfor-mada y homologada. Foto: Sidecar Funerariolarazon

Gracias a Lorenzo Pérez, que logró cambiar la legislación de los vehículos fúnebres, los apasionados de las dos ruedas ya pueden hacer su último viaje en moto.

A sus 52 años, a Lorenzo Pérez, que llevaba 27 trabajando como técnico en una empresa química farmacéutica en Aragón, le despidieron. No fue el único. «Había cambiado la junta directiva y varias personas, que casualmente teníamos todos una determinada edad, nos fuimos a la calle». «Me encontré de repente en una situación de desempleo cuando hasta entonces no había estado ni una hora en el paro», asegura. Se puso a buscar trabajo y tras los currículum enviados y las entrevistas se dio cuenta de que la capacitación y la experiencia que dan la edad restaban a la hora de encontrar un trabajo. «No entendía la situación», afirma. Pocos meses después falleció su padre. En un estrecho plazo de tiempo «dos pilares para mí muy importantes se tambalearon». Su mujer, su gran apoyo, le planteó hacer juntos el Camino de Santiago, un viaje que le hizo pensar qué quería hacer con su vida, cómo salir a su edad del paro, teniendo en cuenta que el matrimonio tiene tres hijos a su cargo. «La situación era muy complicada», recuerda.

Sin embargo, también le permitió pensar en lo que quería hacer realmente. Lorenzo siempre ha sido un apasionado de las dos ruedas, «antes, incluso de tener uso de razón». «De por sí los vehículos de cuatro ruedas no me gustan, los he tenido por necesidades familiares, pero si puedo los evito porque no me gustan. Habré tenido más de 50 motos. Ahora tengo una Ural y una Yamaha 1.100, y tuve que vender para pagar el proyecto una Harley-Davidson».

Como motero, Lorenzo y su mujer Laura han acudido a funerales de compañeros o conocidos, «como grupo social que somos siempre tenemos el gesto de realizar como un último paseo con el fallecido acompañándolo un número indeterminado de motos según la persona».

«Siempre me repateaba ver cómo iba el coche fúnebre con el motorista dentro y los amigos o seres queridos detrás sobre dos ruedas. Pensaba qué hace dentro de un coche tal amigo si no le gustaba, de solo pensarlo a mí me sale urticaria».

Fue así como surgió la idea: realizar el último paseo en tres ruedas. De este modo nació su empresa Sidecar funerario (www.tuultimoviaje.com), que permite respetar la pasión del fallecido hasta el último instante. Con sede en Aragón, esta compañía da servicio a toda la Península, pudiendo si uno es de Granada pero vive en Madrid, contratar sus servicios para realizar el funeral en Madrid, por ejemplo, y ser enterrado en Granada, que es, por cierto, la provincia con más motos por cada 100.000 habitantes, según el informe «Las dos ruedas en España». Otra opción, es pedir este servicio a través de la aseguradora o la funeraria contratada. ¿El precio? «El mismo que con un vehículo de 4 ruedas, unos 500 y pico euros más IVA. Lo que cobra cualquier funeraria estándar», asegura.

Cenizas también

De momento, dado que la empresa acaba de nacer –«aún no hemos realizado el primer servicio»–, la pyme cuentan con una moto Ural con sidecar que permite un féretro de tamaño estándar. «Si el féretro fuera más pequeño, la ‘‘cápsula’’ lleva dentro una corredera para poderlo ajustar exactamente igual». Si el futuro usuario prefiere ser incinerado no debe descartar esta opción porque en el sidecar «tenemos un féretro con cavidades en el cual se pueden introducir las cenizas sin ningún problema».

En la actualidad, tienen este modelo clásico, pero en un futuro tendrán más variedad. «Se está barajando tener dos o tres vehículos distintos, entre ellos una Harley-Davidson y una moto deportiva atendiendo así la demanda de toda la clase de motoristas que hay», explica.

Porque por potencial de demanda no será. «Uno de cada 10 vehículos que circulan por España son motos, motocicletas o escúteres», según el citado estudio. Bien lo sabe Lorenzo, conocedor como nadie de las distintas quedadas de motoristas. Pero no cierra la demanda a este público. Aunque vaya a ser el más mayoritario, explica que seguro que hay personas que sin ser moteros, quizá por miedo, quieren que su último paseo sea diferente.

Pero llegar hasta aquí no fue precisamente fácil ni rápido. Hoy, Lorenzo, tiene 56 años, «cumplo 57 el mes que viene». Y los últimos cuatro años los ha dedicado en exclusiva a su Sidecar funerario. Lo primero fue averiguar por qué en España no existía este servicio. «En EE UU sí que existe porque allí la legislación de tráfico es distinta. También sé que hay en algún país de Latinoamérica y en el norte Inglaterra hay una empresa pequeña. Pero en España, entonces, no existía nada».

Lorenzo comenzó a hablar con responsables del Gobierno de Aragón, personal de Sanidad, de la Dirección General de Tráfico... «Empiezas una ruta sin más para conseguir información sobre por qué las aseguradoras o funerarias no daban este servicio». Fue en una visita en Madrid cuando le explicaron que la legislación existente esgrimía que para los transportes funerarios solo existía la opción de utilizar «vehículos de categoría C, que son los de cuatro ruedas». A partir de ese momento empezó a ir todo rodado, aunque con plazos excesivamente extensos, máxime para un padre de familia en paro y con todos los ahorros suyos y de su mujer, monitora en un colegio, metidos en el proyecto. «Hemos invertido más de 60.000 euros seguro, nuestros ahorros y los de amigos».

Pero finalmente lo consiguió. En KLS Ingeniería y Homologaciones le explicaron que primero tenía que lograr que el Ministerio de Industria aceptase la posibilidad de que la legislación sobre traslado de féretros tenía que cambiar. Tardó más de un año en conseguir una respuesta afirmativa. Había un vacío legal y su empeño y pasión por las dos o tres ruedas permitió su sueño: «Yo lo tengo claro, cuando me muera mi último paseo será en sidecar. Ojalá mi padre también hubiera podido recorrer este último viaje así», concluye.